Según las Unesco (2015), el deporte en su sentido más amplio son todas las clases de actividad física que contribuyen a la buena forma física, al bienestar mental y a la interacción social. El desarrollo deportivo es el conjunto de políticas, procesos y prácticas que tienen como propósito proveer oportunidades a los individuos y comunidades para vincularse y crecer en diferentes tipos de actividades físicas, con objetivos que pueden ser deportivos o no deportivos (Hylton, 2013).
El desarrollo deportivo sucede en diferentes niveles y contextos sociales; es un espacio importante para toda la población, desde los niños hasta los adultos mayores, desde los no practicantes hasta los deportistas de élite (Sherry et al., 2016). El desarrollo deportivo incluye las dimensiones del desarrollo del deporte (en adelante SD) y del deporte para el desarrollo (en adelante SFD). Estas dimensiones tienen mucho en común y están relacionadas, sin embargo, tienen distintos propósitos y enfoques ( Figura 1).
Figura 1. Dimensiones del desarrollo deportivo
Fuente: adaptado por el autor a partir de Sherry et al. (2016).
Mientras que el desarrollo del deporte busca la creación de caminos para el incremento de la participación deportiva, profesional y la identificación de talentos, el deporte para el desarrollo busca enfocarse en mejorar las condiciones sociales y el bienestar de la comunidad (Sherry et al., 2016).
Los programas de deporte para el desarrollo se han realizado como spin-off, que fallan en incluir procesos de transición a programas de desarrollo del deporte; por otro lado, los programas de desarrollo del deporte tampoco ofrecen posibilidades de transición, por lo tanto, “ambas dimensiones son a menudo conceptualizadas como mutuamente excluyentes” (Sherry et al., 2016, p. 727).
La financiación del deporte a nivel mundial depende principalmente de los Estados y sus políticas de desarrollo deportivo (Berrett y Slack, 2001; Green y Houlihan, 2006; Winand et al, 2012; Brouwers et al., 2015). La forma en que se asignan los presupuestos para el deporte casi siempre se basa en el desempeño deportivo (Sam, 2012; Sotiriadou et al., 2006) y su incremento depende en gran medida de los resultados obtenidos por los atletas en eventos del ciclo olímpico, campeonatos mundiales, eventos profesionales u otras competiciones deportivas internacionales (De Bosscher et al., 2015; Green y Oakley, 2001).
Esta lógica para la asignación de recursos en la financiación del desarrollo deportivo se realiza sobre el supuesto de que el éxito deportivo mejora la identidad nacional, el orgullo patrio, el prestigio internacional, el reconocimiento diplomático, el desarrollo individual de los atletas con talento y la capacidad de inspirar a las masas para una mayor participación en el deporte (Houlihan y Green, 2011).
Sin embargo, la evidencia no ha demostrado relaciones significativas entre el éxito en deportivo internacional y los supuestos planteados, fracasando en justificar las enormes inversiones que realizan los gobiernos en el deporte de élite (De Bosscher et al., 2013; Houlihan y Green, 2008; Van Bottenburg at al., 2011; De Croock, 2012), lo que señala que las políticas de desarrollo deportivo se han construido sobre el discurso político y no sobre evidencias (Grix y Carmichael, 2012; Weed et al., 2015; Mutter y Pawlowski, 2014; Hallmann et al., 2013).
En los últimos años algunos países han mejorado notablemente el diseño e implementación de políticas de desarrollo deportivo (Sotiriadou y Shilbury, 2013), principalmente por el predominio de la metáfora de la pirámide del desarrollo deportivo (Eady, 1993) y el modelo de desarrollo de atletas a largo plazo (LTAD) (Balyi y Hamilton, 2004). Estas teorías se fundamentan en procesos relacionados al deporte de élite (Canadian Sport Institute, 2014; Lang y Light, 2010) y se derivan de los principios generales de la fisiología y la teoría del desarrollo motor (Ford et al., 2011; Holt N., 2010), lo que origina una planeación del desarrollo deportivo basada en el atleta (nivel micro) (Brouwers et al., 2015; Bailey, 2010; De Bosscher et al., 2013) y no en términos de democracia deliberativa, como un sistema de gobernanza basado en la participación de sus actores (Kihl et al., 2007).
La coyuntura política ha ofrecido modelos de desarrollo deportivo materializados en discursos que generalmente desconocen la historia, sus actores, el contexto presente y el futuro incierto (Girginov, 2008), ocasionado una serie de restricciones teóricas y metodológicas para investigar y gestionar el desarrollo deportivo en el tiempo (Hartmann, 2003; Green y Houlihan, 2005; Lawson, 2005; Levermore, 2008; Hylton y Bramhan, 2008; Lyras y Welty Peachey, 2011).
La ambigüedad, incertidumbre y tensiones alrededor de la planeación del desarrollo deportivo son, en parte, consecuencia de la capacidad del deporte para adaptarse rápidamente a las nuevas tendencias sociales y tecnológicas (Ratten y Ferreira, 2016; Ratten, 2010, 2011), proceso que avanza a mayor velocidad que la capacidad de respuesta de las instituciones que gestionan el deporte (Constantino, 2006).
Así mismo, algunos sistemas deportivos no se han adaptado a los cambios vertiginosos, ya sea porque han ignorado las señales de advertencia o porque carecen de visión prospectiva que les permita ser flexibles y capaces de anticiparse a las transformaciones del entorno en donde se encuentran posicionadas las organizaciones deportivas (Astle et al., 2019), lo que exige la innovación en marcos teóricos y metodológicos que contribuyan a profundizar en el entendimiento de los procesos de investigación y planeación a largo plazo del desarrollo deportivo (Sherry et al., 2016).
El desarrollo deportivo como visión es un estado final deseable que abarca una variedad amplia de objetivos sociales, políticos, económicos y deportivos (Girginov, 2008); sin embargo, esta propuesta deja sin establecer los fundamentos teóricos y metodológicos que orienten los procesos de construcción de futuro del desarrollo deportivo.
1.5 TEORÍA DEL DESARROLLO DEPORTIVO
Los orígenes del uso del término desarrollo deportivo se remontan al año 1965, en Inglaterra, donde se estableció el Consejo de Desarrollo de Deportes, el cual tenía como propósito el entrenamiento deportivo, la formación de entrenadores y la atención de las prioridades del desarrollo del deporte, así como las instalaciones, la investigación y la planificación. Esta definición no se puede considerar como un concepto, una política o una práctica laboral, o de hecho, una combinación de los tres; no obstante, es uno de los primeros antecedentes que demuestran la incorporación del deporte como una actividad laboral importante que no incluye aquellas actividades que lo tengan como su actividad principal, por ejemplo, administradores, funcionarios y organizaciones (Houlihan y White, 2002).
El Consejo Superior de Deportes de Inglaterra definió el desarrollo deportivo como un proceso mediante el cual se debe despertar en los ciudadanos el interés y deseo de participar en el deporte, lo que permite su vinculación en cualquiera de los niveles para alcanzar su máximo potencial (Sport Council, 1991). El desarrollo deportivo trata de garantizar las vías y estructuras para permitir a las personas aprender habilidades básicas de movimiento, participar en los deportes de su elección, desarrollar su competencia y desempeño y alcanzar niveles de excelencia (Sport Council, 1993).
El deporte es una institución social (Weis, 1979; Coakley, 1987, 2003); contiene valores reconocidos entorno a los cuales las personas se organizan, y su cuerpo normativo se caracteriza por ser de tipo universal. Los procesos y estructuras organizacionales a través de las cuales el deporte organizado emerge en la historia de una nación, requieren ser estudiados como una institución con relación a las decisiones políticas, en la historia de su desarrollo deportivo (Houlihan y Green, 2011). El reconocimiento de las instituciones que han dominado el deporte depende del cuerpo de valores y creencias (cultura) que se han arraigado en los diferentes momentos históricos, permitiendo identificar el ejercicio del poder y las ideologías políticas en el contexto del desarrollo deportivo (Houlihan y Green, 2008).
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