• Rol relacional-canales de colaboración con la industria: la desaceleración económica hacia 1980 propició el relacionamiento de la universidad con la industria, a fin de recaudar fondos a través de fuentes adicionales, distintas a la estatal, lo que contribuyó de manera implícita a la competitividad de las organizaciones. De esta manera iniciaron las investigaciones acerca de los canales, mecanismos de enlace o tipos de interacción que dan lugar a la transferencia de conocimiento hacia la empresa. Estudios efectuados a empresas por Cohen et al. (2002), Cosh et al. (2005), Meyer-Krahmer y Schmoch (1998), D’Este y Patel (2007), e investigadores británicos, alemanes y estadounidenses, señalan la relevancia de los contactos informales, publicaciones, movilidad de capital humano, conferencias e investigaciones por contrato y colaborativas, en contraste con el uso de patentes y licencias, que son los menos frecuentes.
Por otra parte, la identificación de factores que influyen en la propensión a relacionarse y en la elección de medios de interacción, características como el tamaño, edad de la empresa, sector, intensidad de investigación y desarrollo y estrategia de innovación, fueron identificadas como factores clave (Cohen et al., 2002; Schartinger, 2002; Santoro, 2002; Geiger y Sá, 2008; Fontana et al., 2006).
• Rol empresarial, estrategias y dimensiones organizacionales: el desempeño de este rol involucra la apertura de oficinas y estructuras administrativas (oficinas de transferencia tecnológicas [OTT] e incubadoras de empresas) encargadas de coordinar y establecer enlaces con los actores del entorno, además de imperar la necesidad de combinar actividades en pro de la constitución y gestión de patentes y licencias, lo cual aumenta la destinación de recursos financieros a la transferencia de tecnología. Estos cambios organizativos son esenciales para establecer canales de comunicación que permitan la superación de barreras a fin de lograr la vinculación del investigador académico y de otros actores que potencialmente podrían comercializar los resultados. A pesar de estas transformaciones, algunas universidades no logran la divulgación efectiva de las investigaciones y transferencia de resultados, de allí que muchas de las tecnologías desarrolladas “salen por la puerta trasera” (Uyarra, 2010). Autores como Nelson (2001) resaltan que, en muchas ocasiones, el rendimiento económico de las actividades de la propiedad intelectual (PI) son inferiores al costo de funcionamiento de las oficinas de TTO.
Después de la creación de la Ley Bayh-Dole, una de las pioneras referentes al uso de la PI por parte de las universidades, fueron introducidas reformas legislativas similares en toda Europa (Mowery y Sampat, 2005), sin embargo, es limitada la evidencia en cuanto a impactos y riesgos de la explotación de la propiedad intelectual. Si bien el manejo de la PI da mayor seguridad a los actores externos para invertir en desarrollos realizados en la universidad, no es garantía de una mejor o más rápida transferencia de resultados.
Análisis como los realizados por Feller (1990) indican que las distribuciones de regalías a los inventores aumentan los niveles de ingresos por licencias y se constituyen en un incentivo para que los estudiosos busquen líneas de investigación rentables.
Cabe resaltar que, si bien la universidad trabaja en la transformación de sus estructuras para lograr el relacionamiento de los actores del entorno, la capacidad de las regiones para beneficiarse de las actividades de transferencia de tecnología depende de otros aspectos institucionales y estructurales fuera de ella.
• Actor institucional en los sistemas regionales de innovación: considera a las universidades nodos institucionales, cuya influencia es determinada por el sistema de innovación regional en el cual se encuentra inmerso. Se trata de “un proceso colectivo en el que la innovación regional surge de redes localizadas, relacionadas con la innovación y respaldadas institucionalmente” (Uyarra, 2010, p.1236). La universidad es llamada a relacionarse con nuevos actores adicionales a las empresas (clústeres y cadenas de suministro compuestos por pymes); a desarrollar la capacidad de articularse en atención a las políticas regionales y a movilizarse hacia las partes interesadas.
En esta perspectiva, Cooke (2005) expone:
El impacto que una universidad puede tener en un territorio particular dependerá de la configuración del sistema de innovación regional, particularmente la alineación entre las universidades regionales productoras de conocimiento y el lado de la demanda de la comunidad que utiliza el conocimiento regional. (citado en Uyarra, 2010, p. 1 237)
Según Power y Malmberg (2008) y Faggian y McCann (2009), en este rol se destaca la participación de la universidad a partir de la capitalización del conocimiento y su transferencia hacia el entorno regional. Este pensamiento es apoyado, entre otros autores, por Gunasekara (2006), quien afirma que las universidades pueden desempeñar un enfoque regional más comprometido, a través de la “formación de capital humano, gobernanza asociativa y cultura” (citado en Uyarra, 2010, p. 1 238).
• Las universidades “comprometidas”:
Es uno de los roles más amplios que puede desempeñar la universidad, si se tiene en cuenta su incidencia como actor que participa activamente en el desarrollo, gracias a lo cual es distinguida como una organización de gran complejidad. Esto se evidencia en los planteamientos de Charles (2006) y Arbo y Benneworth (2007):
[…] anidadas dentro de los marcos de políticas nacionales, tratando de unir procesos en diferentes niveles e integrar los elementos de enseñanza, investigación y comunidad del compromiso regional de la universidad” (…) “Se espera que las universidades actúen como nodos integradores de redes en un sistema de innovación global-regional en el que el aspecto clave es la capacidad de combinar recursos externos e influencias con las necesidades locales. (citado en Uyarra, 2010, p. 1 239)
Esta afirmación es sostenida por Uyarra (2010), al afirmar que las universidades son “habilitadores o ‘animadores’ del desarrollo regional, incorporando un enfoque regional más fuerte en sus misiones dentro de coaliciones de amplia base de actores estatales y no estatales” (p. 1 238).
En vez de estudiar procesos y estrategias para lograr la transferencia de conocimientos y resultados desarrollados, este enfoque parte de las necesidades regionales y las respuestas que la universidad otorga directamente, a lo que Boucher et al. (2003) complementa: “incluye la contribución de la educación superior al desarrollo social, cultural y ambiental, mediante la participación formal e informal y la representación externa como un actor institucional en las redes regionales de aprendizaje, innovación y gobernabilidad” (citado en Uyarra, 2010, p. 1238).
Es un enfoque integrador que alinea la tercera misión junto a las misiones tradicionales de la enseñanza y la investigación, con el propósito de “promover la inclusión social y la movilidad, proporcionar una base para el desarrollo de habilidades y estimular la innovación a través de la investigación científica básica” (Uyarra, 2010, p. 1 239).
La intención de Uyarra (2010) al plantear estos roles clave que desempeñan los distintos tipos de universidades, alude a la complejidad que estas afrontan para equilibrar el desarrollo de sus misiones tradicionales de docencia e investigación, con respecto a la amplia gama de actividades que trae consigo el desempeño de una tercera misión. Así pues, el desempeño de los distintos roles depende de las características propias de cada universidad y estos pueden reflejarse en mayor o menor medida, coexistiendo, sin ser excluyentes o sucesivos.
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