es manto eterno que cubre mi orfandad?
Yo soy uno de tus hijos,
que en la distancia siempre recuerda
y aún escucho en mis oídos
voces y cantos tan queridos.
Despertaban las mañanas
el trinar de pajaritos;
el arroyo Los Amores
fue testigo de mi adiós.
009. Achalay, mi mama
La mami, la mamá o la madre forman una parte muy importante en el folklore argentino. Son muchos los poetas que han escrito bien a sus madres o bien a la madre en general. El Chango Rodríguez, Peteco Carabajal, Ernesto Villavicencio, Remberto Narváez, Juan D’Arienzo, José Pedroni, Roberto Ternán, Teresa Parodi, Juan Carlos Dávalos, César Perdiguero, Armando Tejada Gómez y Polo Giménez son algunos que han compuesto diferentes pero a su vez bellísimas letras dedicadas a la mamá y que han enriquecido en gran parte el cancionero tradicional argentino.
En esta ocasión tanto la música como la letra de esta zamba pertenece a Ángel Linares y fue registrada el 10 de agosto de 1961. Lleva por título «Achalay mi mama», donde «achalay», viene a significar «que lindo», es una expresión de afecto, admiración y agrado por quien es en realidad la gran protagonista de la composición, la madre y donde el prodigio de la vuelta al hogar y el recibimiento maternal llegan al corazón del autor, que parece luchar entre la alegría del reencuentro con su ser querido y la tristeza del tiempo que pasó sin poder disfrutar de ella.
ACHALAY...MI MAMA
Zamba
Letra y Música: Ángel Linares
Grabado por: Carlos Infante, Los Indios Tacunau, Los Litoreños, Los Visconti, Tomás «Tutu» Campos, Los Troperos de Atuel, Los Cantores de Quilla Huasi, Trio Sanchez, Monges y Ayala, Antonio Tormo, Los 3 Amigos…
Después de muchos caminos
rodando la tierra con mi soledad,
vuelvo y la encuentro a mi madre,
vestirse de fiesta al verme llegar.
Siempre las mismas caricias,
prendidas las manos junto al delantal
como apretando a la vida
que ya con los años se quiere escapar.
Querencia...mi dulce querencia...
llevense los vientos con toda mi voz,
allí no anidan ausencias...
¡Achalay...mi mama! Qué puro es su amor.
Hay un rayito de luna
que en su cabellera se vino a dormir,
así me siento a su lado
benditas sus canas, qué bello es vivir.
Cantos y versos le traigo
en forma de zambas; quisiera llorar...
De nuevo me hallo en el pago
ya sale mi madre, me viene a esperar.
Querencia...mi dulce querencia...
llevense los vientos con toda mi voz,
allí no anidan ausencias...
¡Achalay...mi mama! Qué puro es su amor.
010. Achalay Tafí del Valle
Entrar a Tucumán, es entrar un poco en la historia. La voz de Mercedes Sosa acompaña, y cuando uno pregunta de dónde sale la hermosura, la respuesta solo tiene tres palabras: Tafí del Valle. Exponente principal de un lugar reconocido nacionalmente y que resulta una carta de presentación de ésta Provincia frente al mundo.
Cabecera del partido que lleva su mismo nombre, se ubica en el oeste tucumano, a unos 1976 metros de altura sobre el nivel del mar. Hoy en día cuenta con un poco más de 3000 habitantes, muy lejos de los primeros lugareños, que llegaron gracias a una estancia jesuítica en el siglo XVIII.
Sus calles de adoquines, que datan del inicio de todo, son una imagen pintoresca junto a las casas de antaño, con un hermoso valle de fondo. Sus amaneceres y atardeceres justificarán ineludiblemente la visita a este bello lugar.
Valle que emerge entre las Sierras del Aconquija, se encuentra a 106,5 km. de San Miguel de Tucumán por un camino sinuoso que se recomienda transitar con tranquilidad. Total, ¿para qué apurarse? a la vera del camino encontrarás mucho para ver…
Los Diaguitas fueron los primeros pobladores en disfrutar de estas tierras, dejando su legado marcado que se observa específicamente, en la Reserva La Bolsa.
Suelo bondadoso y rico, posee una vegetación con pastizales y bosques de coníferas. Si se visita en verano, disfrutará de un clima templado y húmedo. Si el paseo es en invierno podrá ser testigo de alguna nevada —más en las altas cumbres—; aunque el calor de los lugareños lo hará sentir como en casa.
Tafí del Valle en Tucumán, ofrece una gama inmejorable de posibilidades durante todo el año. Para no perder las raíces y conocer más de ellas, es necesario guiarse por la Ruta del Artesano. Texturas, formas y colores para conocer más del lugar, como el «poncho tucumano». Manos laboriosas que cuentan historias y las regalan en cada prenda, hechas con técnicas ancestrales.
Encantos por doquier, como los artesanos de la gastronomía que se destacan por sus postres dulces y chocolates.
Y ya que estamos hablando de lo ancestral, saliendo por Ruta Provincial 307, hacia el norte a unos 82 kilómetros están las Ruinas de los Quilmes. En el Cerro Alto El Rey se erige uno de los centros arqueológico más importantes del norte de Argentina. Casi dos mil metros de altura y muchísima historia, que ha sido rescatada no hace mucho tiempo por el cantante popular Abel Pintos. Un teatro natural realmente, para apreciar y dejarse llevar.
El Embalse La Angostura, la Avenida Presidente Perón donde los negocios y restaurantes del lugar se dan cita, la Plaza Ángel Miguel Estévez, el verde, el azul, el marrón. Todo se conjuga para hacer de Tafí del Valle, algo digno de visitar.
En esta canción, «Achalay Tafí del Valle», Horacio Guarany cuenta que llegando al lugar, el alma se vuelve zamba. Y no está, para nada, equivocado.
ACHALAY TAFÍ DEL VALLE
Zamba
Letra y Música: Horacio Guarany
Grabado por: Horacio Guarany, Soledad Pastorutti, Los Tres del Río…
Achalay cuando llega la tarde
achalay el jilguero de mi alma
y llegando pa’ Tafí del Valle
toda el alma se me vuelve zamba!
Achalay el aroma a tomillo
ese agüita que corre cantando
y una linda morocha esperando
con la humita caliente en el rancho.
Y qué más?
pa’ que más?
achalay con la miel y el quesillo
y un vinito patero de aquellos
que hasta el alba se queda cantando
achalay cha que lindo es mi pago
pa’ que diablos me vua dir!
Achalay con esa majadita
va a peliar el invierno al verano
y si acaso me afloja la suerte
no hay faltar alguien que de la mano.
Achalay con la vida del criollo
cuando el hombre se aviene a su suerte
y aunque venga a buscarlo la muerte
no ‘ay ser tan peliagudo irse al hoyo!
Y qué más?
pa’ que más?
achalay con la miel y el quesillo
y un vinito patero de aquellos
que hasta el alba se queda cantando
achalay cha que lindo es mi pago
pa’ que diablos me vua dir!
011. Adagio en mi país
Cuenta el escritor y poeta uruguayo Enrique Estrázulas: «Vuelve a mi memoria un invierno de 1972 en que tuve que cruzar Montevideo de punta a punta bajo una lluvia torrencial, en un destartalado taxímetro, para acudir a un llamado urgente de Zitarrosa. Supuse al principio que se había enfermado, que estaría dolorido por algo o, en el mejor de los casos, habría cometido alguno de sus excesos. Cuando llegué todo estaba en calma. Y el amigo trovador en cuestión de lo más bien, sentado junto al grabador, secándose unos lagrimones que, yo sabía, venían de la emoción creadora:
—Solamente quería que escucharas un “Adagio” que se me acaba de ocurrir. Entonces dejé que regresara la calma, colgué el impermeable empapado y me dispuse a oír los acordes de lo que más tarde se transformaría en el famoso ‘Adagio en mi país’, una de las más conmovedoras canciones que se han escrito en Uruguay, acaso premonitoria, inspirada en la guerra y señalando un camino de paz».
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