Pero dar la vuelta al mundo de las prácticas rutinarias (aunque en poco más de 80 días) también es posible, y en ese mundo al revés , la escritura deja de ser una tarea sin sentido para instalarse como una práctica social que conduce, en medio de ese convivir socialmente con otras y otros, a la autonomía a ser sujetos más libres y creativos, que se instalan e inscriben en sus discursos y en el de otros con una dignidad ganada. Las gramáticas de la autonomía son siempre antes las gramáticas de la alteridad, son primero un nosotros antes que un yo.
En estas pocas líneas de prólogo, yo también dialogo con las autoras, las docentes, y a través de ellas con las niñas y niños de las comunidades que mediante ARPA Escritura tú también conocerás, aunque sólo si te embarcas en la lectura de este gran pequeño testimonio de pedagogía con un gran poder de transformación.
Escribir, escribir, escribir, hasta ser más libres…
Lorena Medina Morales
Profesora de Castellano y Decana de la Facultad de Educación UC
Presentación
ARPA Escritura: una coreografía posible
El timbre suena indicando que el recreo ya se acabó. Los estudiantes se comen lo que queda de colación como si se fuera a acabar el mundo. Corren hacia las salas, se disponen a entrar como siempre. La profesora está afuera con una bolsa; les pide sacar algo de ella. En la bolsa hay colores. A todos parece tocarles uno diferente; algunos se repiten. Los estudiantes comprenden: hoy la clase será distinta. Se sientan en la mesa con el color que les corresponde; algunos alegan, no les gusta sentarse con ese compañero que siempre molesta en clases o con esa compañera que cree saberlo todo. Se miran con sospecha. Un vez que están todos distribuidos aleatoriamente, la profesora levanta la voz: « Hoy viviremos algo especial. En mis manos tengo un problema que ustedes deberán resolver con su escritura » . « ¡Qué! ¿Cómo?», la suspicacia parece tomarse la sala. « Sí, con su escritura». En este papel hay una situación. Ustedes deben descubrir qué hay que hacer, discutir en grupo y luego cada uno escribe su propia respuesta individualmente» . « ¿Cuántas líneas, profe?», gritan de una esquina. « ¿Es con nota?», se escucha casi al unísono. «Las que ustedes quieran y crean necesarias para darle solución al problema». «¿Pero tiene nota o no?». «No, no tiene nota. Escriban con total libertad, lo importante es lo que usted tenga para decir».
«¿Qué bicho le picó a la profe?». Los estudiantes, sorprendidos, reciben el problema, uno para cada grupo. Se acercan unos a los otros para escucharse, desde lejos cada grupo parece que estuviera en una pequeña fogata y desde cerca se escucha la lectura del problema que hoy deberán resolver:
Un robot siente y escribe
El futuro ha llegado: eres un robot y tienes miedo. Los humanos anunciaron que destruirán a todos los robots que ellos mismos crearon. Dicen que ustedes no tienen opinión, ni menos sentimientos. Tú sabes que eso no es verdad. Si bien eres de metal, puedes amar, pensar y sentir miedo. ¡Puedes incluso escribir! Se te ocurre escribir una carta abierta para todos los humanos. Tu idea es demostrar que ustedes sí tienen alma y que merecen seguir vivos. ¡Esta carta puede salvarlos del exterminio! No pierdas ni un minuto más.
La profesora está nerviosa, es su primera vez haciendo un Arpa en ese curso . En el taller al que va todos los meses le enseñaron cómo se hacía: que primero la distribución aleatoria, que es clave para garantizar la mezcla y reestructuración de la sala de clases; que luego la entrega en que debe pasarles el problema y motivarlos con el desafío; luego la activación, esa etapa en que debe cerciorarse de que todos comprendan la consigna, lo que hay que hacer, y levantar las coordenadas de escritura –el género discursivo, el propósito, el rol, el destinatario–, que están ahí para guiar la escritura; luego la consolidación, en que hay que tensionar las escrituras de sus estudiantes para propiciar su socialización y mejora; y, finalmente, la plenaria , ese momento en el que se comparten y valoran los textos producidos en la clase. Y todo esto a través de preguntas; cada intercambio en la sala debe estar conducido a partir de las preguntas que hacen los estudiantes y de las preguntas que elige la profesora para responderlas.
Ella tiene muy claras las etapas didácticas, ha vivido arpas con sus compañeras de taller, incluso tuvo que escribir y resolver el mismo problema que hoy sus estudiantes enfrentan. Recuerda todo lo vivido y se siente más segura. Recorre la sala escuchando lo que dicen, mirando sus caras de duda. No entiendo, profe. Ella se acerca: a ver, qué hay que hacer, ¿alguien me puede explicar ? Otro estudiante contesta: hay unos robots y los humanos los quieren matar a todos y hay que ayudarlos. Pero cómo, si son robots, son máquinas, responde el estudiante de la duda inicial. No po, si aquí dice, tú eres un robot, tienes que ponerte en su lugar, tú quieres que no te maten, responde otra compañera. La profesora esboza una sonrisa cómplice, y agrega: ¿y cómo podríamos lograr que los humanos no nos maten? Fíjense que tenemos solo palabras para convencerlos, ¿qué podríamos hacer con ellas? Los estudiantes se miran atónitos. Luego de plantearles la pregunta, la profesora se va. Ellos se escudriñan como si de tanto mirarse pudieran encontrar las respuestas. A lo lejos, la profesora observa que ya están discutiendo.
La sala es un murmullo constante; entre risas, gritos, ventrilocuismos, imitaciones, ensayan posibles soluciones: somos iguales, ustedes nos crearon, tenemos derechos, es lo que más se escucha entre los grupos. Al parecer están resolviendo el desafío. En un momento, el murmullo cesa y los lápices se levantan. La profesora siente alivio; los nervios se calman al ver que sus estudiantes sí están escribiendo: lo estoy logrando , piensa. Los estudiantes comienzan a levantar la mano: profe, ¿estará bien esto?, ¿se lo leo? Ella recuerda que en el taller discutieron que los estudiantes siempre buscan la venia de su profesora. Tengo que contestarles con preguntas, piensa y se acerca. Los invita a que se intercambien los textos, a que se compartan estrategias, a que se copien. Cómo nos vamos a copiar, profe, ¿esto es una trampa o qué? Risas, los estudiantes se leen entre ellos, hacen borrones en sus escritos, agregan cosas nuevas, se copian. Este texto tuyo es bien bueno, yo creo que este es el texto más poderoso, como que me emocioné cuando lo leí. Sí, te pasaste, y eso que te va mal en Lenguaje. La profesora los escucha: ¿ya eligieron el texto más poderoso? Sí, profe, eligieron el mío, póngame un siete .
Al rato el nerviosismo vuelve, llegó el momento de la plenaria, el momento más importante del Arpa, en el que todo lo hecho esta mañana cobra sentido. Ojalá se escuchen, ojalá quieran leer . Ya, jóvenes… Comienza. Les pregunta qué les pareció la experiencia, qué les pasó al leer el problema, cómo se sintieron escribiendo. Me dio pena, profe. A mí también, contesta otro . Era difícil el problema, pero en mi grupo todos pudimos escribir algo, ojalá podamos sobrevivir. ¡Esto no es real, mensa! se escucha desde una esquina. Ya, pero es como si fuera real; algún día podría pasar ¿o no, profe?
Los estudiantes comienzan a leer sus textos. Al principio cuesta que todos estén atentos, pero de a poco se va logrando la conexión necesaria, ese estar presente tan necesario que queda expresado en el aplauso que llega sin que nadie lo pida; las estudiantes se felicitan. ¿Por qué aplaudimos tanto el texto de Javiera? ¿Qué tiene su texto de poderoso? Todo, profe; es como un combo breaker. Se sienta, se sienta, Javiera presidenta , dice un chistosito. ¿Creen que logró persuadir a los seres humanos? ¡Nada de esto existe!, grita el mismo de antes. ¿Ustedes creen que en toda nuestra historia hay humanos que se han sentido con el derecho de silenciar e incluso exterminar a otros seres? ¿Creen que alguna vez alguien haya tenido que defender su derecho a la vida o a vivir en paz?
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