Lo hace de manera cautelosa:
—¿Qué le ocurrió a su marido?
Suspiro.
Desde que estuve en el hospital, no he sabido de qué manera hablar con Bryan. Lo amo, pero no quiero que pase por el infierno de mi vida. Además, como le dije a Nina, tampoco deseo que su nombre se vea afectado por eso. Tengo que tomar una decisión.
—Murió en un accidente de tráfico.
—¿Qué sucedió?
Acaricia mi brazo.
—Me enteré de que estaba engañando a Nina y fui a buscarlo a su casa, que es donde vive Nina ahora. —Suspiro de nuevo—. Fui a hablar con él. Mi hermana no sabía nada. Pero cuando llegué, él se marchaba. Llevaba rehuyéndome dos semanas, así que me metí en el coche con él y le dije que no me iría hasta que no me lo confesase y me diera una explicación. Helen era muy pequeña, y a mí se me partía el alma. Jamás lo habría imaginado. —Tomo un poco de aire y prosigo—: Empezamos a discutir, sin embargo, él lo negaba todo. Pero yo no me rendí. Tenía que sacarle la verdad como fuera. —Recordarlo todo me abruma—. Arrancó el coche. Al ver que no me bajaba, me dijo que tendría que buscarme la vida para volver del lugar a donde él iba. Yo no lo escuché y simplemente seguimos discutiendo.
—¿Ibas tú con él cuando murió?
—Sí —le confieso con tristeza—. Me dijo que sí estaba engañando a Nina, que quería a la otra mujer. En ese momento, le pegué un golpe seco en el brazo. —Dios..., cómo me cuesta decirlo—. Norbert apartó la vista de la carretera un momento y me miró… El coche se le fue. No nos dimos cuenta. Solo estábamos chillándonos, diciéndonos de todo. Un camión vino de frente y nos dimos un buen golpe. El coche se hizo añicos. Yo tuve unas cuantas lesiones que con el tiempo se curaron, nada grave, pero Norbert… —Se me escapan las lágrimas—. Norbert murió en el acto.
Bryan me abraza y me besa.
—Eh, cariño, no fue culpa tuya. Ocurrió porque tenía que ocurrir y punto.
—No, Bryan, yo lo distraje. Si no hubiera ido a buscarlo, él estaría vivo. Fue mi culpa. —Me limpio las lágrimas.
—No lo fue —me repite. Me pone a horcajadas encima de él—. El destino no podemos controlarlo, y tú no lo decides, nena. Es hora de que pases página respecto a ese tema. ¿Por eso llevas la cicatriz? —me pregunta mientras limpia mis lágrimas.
¡Joder! Ahora no puedo contarle eso… Ahora no.
—No, Bryan. Lo siento, pero no puedo hablarte de eso ahora, y espero que lo entiendas.
Aparto mi mirada de la suya, pero él, con agilidad, sujeta mi mentón para estar frente a él.
—Te quiero, Any. Nada de lo que me digas va a alejarme de ti. Entiéndelo de una vez. —Esto último me lo dice con calma, despacio. Sus palabras son puro amor.
—Y yo te quiero a ti, más de lo que puedas llegar a imaginar. Pero no sé si esto es lo correcto.
¡Hala! Ya lo he dicho.
—No te entiendo. ¿Respecto a nosotros? —me pregunta con asombro y enfadado.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí, Bryan. Y son cosas que no me gustaría sacar a la luz. Tú no eres una persona normal, y lo sabes.
Estoy poniéndome nerviosa; se me nota.
—¿Qué quieres decir?, ¿que no quieres estar conmigo?
—Sí quiero estar contigo, pero…
—¿Qué, Any? —me pregunta malhumorado, me aparte y se levanta.
—Bryan…, mira, déjalo.
Me levanto también del sofá y me dirijo al dormitorio. Él se queda de pie, mirándome y sin saber muy bien qué hacer. Está enfadado, lo veo en sus ojos. No le ha sentado bien mi comentario, pero la verdad es que no sé cómo voy a manejar esta situación.
Me meto en la cama, dándole la espalda a su lugar en ella, pero tras esperar y esperar, no viene. Me acurruco y comienzo a llorar. Lo quiero tanto que me duele pensar separarme de él.
Uf, estoy inquieta. ¿Qué me ocurre? Me encuentro mal.
Me despierto sobresaltada. La cama está fría cuando estiro mi mano. Bryan no ha dormido aquí… El estómago me da un vuelco y salgo disparada al cuarto de baño. Me dan unas arcadas tremendas, ¡joder! Intento vomitar, hasta que vacío lo poco que ha quedado en mi estómago. Me siento en el suelo y apoyo la cabeza en el frío azulejo. Me encuentro fatal.
Salgo del dormitorio e inspecciono toda la casa. Bryan no está. Son las nueve de la mañana, así que supongo que se habrá ido a la oficina.
Cojo un taxi y me dirijo a casa de mi hermana. Necesito un coche con urgencia. Cuando llego, me recibe con una sonrisa en el rostro.
—Hola. Qué contenta se te ve —le digo, y le doy un beso.
—Sí —me responde sonriente—. Pero tú no traes muy buena cara. ¿Estás bien?
—Oh, sí, sí. Estoy un poco revuelta. Me habrá sentado algo mal. ¿Y Helen?
—Se ha ido con John al parque y a comer helado —me comenta feliz.
—¿Cuándo vas a revisión?
—Dentro de un mes. Creo que estoy de pocas semanas.
Nos tiramos hablando un largo rato sobre el bebé. Se la ve feliz. Dice que John se mudará con ellas. Al parecer, Helen está encantada. Me alegro de que esté así. Se lo merece. Sin embargo, yo estoy hecha una mierda. No sé nada de Bryan todavía desde que medio discutimos ayer.
—Any, tengo que enseñarte una cosa —murmura.
—¿El qué?
—No te pongas histérica, ¿vale? —intenta calmarme.
—¿Qué ocurre? —Arqueo una ceja.
Se levanta y se dirige a la mesa del salón, coge un periódico y lo abre. Cuando lo pone en mis piernas, veo una foto de Bryan y mía entrando en su edificio. En el titular pone: «El soltero más deseado de Londres ya tiene una cazafortunas».
Mierda…
—Any, no tienes por qué hacer caso a lo que escriben en la prensa. Sabes que no es así.
—Ya… —titubeo, asombrada todavía.
—Nana, es normal. Estás con el hombre más rico de Londres. ¿Qué pensabas?, ¿que sería un secreto?
—Yo no sabía que era el hombre más rico de Londres, y tampoco me importaba —me irrito.
—Ya lo sé. No te enfades conmigo. Pero esto es algo con lo que tendrás que vivir si sigues con él. Sacarán todo tu pasado, Any, así que tienes que contárselo.
—No sé lo que haré. —Miro al suelo.
—Pues debes decidirte ya, o dentro de poco será tarde. Ya han visto tu cara, por lo que no tardarás en ver tu historia.
Me quedo a almorzar en casa de Nina. Lo que me ha dicho no para de darme vueltas en la cabeza: «No tardarás en ver tu historia». Es algo que me asusta demasiado. En el fondo, pienso que si Bryan lo supiera, estaría conmigo porque me quiere. Pero no lo sabe todo, y cuando lo sepa, huirá de mí.
Me suena el teléfono, y el corazón me da un vuelco cuando veo que es él.
—Hola —susurro con cariño.
—Esta noche mis padres hacen una fiesta en su casa. A las nueve te recogeré en el apartamento.
Las palabras se quedan en mi boca, y cuando voy a contestarle, ya me ha colgado. No puedo evitar que las lágrimas salgan de mis ojos y que, otra vez, mi estómago me juegue una mala pasada.
—Any, deberías ir al médico. Puede que tengas un virus —me dice con preocupación Nina, mientras me lavo los dientes.
—Sí, mañana iré —le aseguro.
—¿Qué ocurre con Bryan?
—Discutimos ayer.
Le cuento toda la película y, al rato, decido irme al apartamento a arreglarme para la fiesta de esta noche. Cuando llego, Bryan no está. No lo he visto en todo el día. Por lo que se ve, va a esperarse hasta que no le quede más remedio que venir a por mí. Me dan ganas de decirle que no iré a la fiesta, pero me apetece ver a Giselle. Es muy buena conmigo y me agrada bastante estar con ella.
Me doy una larga ducha que me deja como nueva. Me ondulo el pelo y me pongo unas horquillas en el lado derecho para sujetar mi largo flequillo. Me decido por mi vestido color champán, que me llega justo por encima de la rodilla y se ciñe perfectamente a mis curvas. Me calzo mis taconazos de diez centímetros del mismo color y me encargo de rellenar mi pequeño bolso con lo necesario. ¡En estos bolsos no entra nada! Me maquillo sencilla, lo justo para tapar las grandes ojeras que me han salido en estos últimos días.
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