Hélène Gutkowski - Querido país de mi infancia

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Este libro, que se origina en el seno del grupo denominado Francia… ¿dulce Francia de nuestra infancia?, da cuenta, a través del recorrido de sus miembros, de las múltiples formas que cobró la persecución contra los judíos en la Francia ocupada por los nazis. Niños «fichados», niños «marcados», niños escondidos, adolescentes enrolados en la resistencia, jóvenes salvadores de niños, jóvenes deportados, tenían entre 0 y 18 años cuando empezó la guerra. Las cartas, los documentos y las fotos que conservaron preciosamente son valiosos testimonios de las separaciones, las deportaciones, la orfandad, pero también de la solidaridad. Aquí honran el coraje de sus padres y la memoria de los franceses que los salvaron. Hélène Gutkowski, ella misma niña escondida durante la Segunda Guerra Mundial, puso en acción sus talentos de escucha y escritura para evocar el cálido crisol de las reuniones del grupo, donde los recuerdos fragmentados se confrontaron y se unieron para delinear aquella Francia que no fue la «dulce Francia» de la canción de Charles Trenet. Asimismo, la autora se tomó el cuidado de narrar la historia de los judíos en Argentina en una inteligente introducción que nos permite descubrir a esa dinámica comunidad donde ella y sus amigos-testigos pudieron realizarse pese a las incurables heridas.
Dice Serge Klarsfeld en el prólogo: «La calidad literaria de este libro es tan excepcional como su interés histórico».

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No sólo les fue adversa la naturaleza sino también la convivencia con los - фото 7

No sólo les fue adversa la naturaleza, sino también la convivencia con los gauchos. La mentalidad de aquellos “hombres de a caballo” sólo podía resultarles incomprensible a los colonos judíos. En aquella época, el gaucho todavía era un ser solitario, sin domicilio fijo; el hombre de los grandes espacios, que no tenía obligación ni para con un patrón ni para con una mujer; un hombre cuyo único bien era su caballo, y cuya única práctica religiosa consistía en encenderle una vela al santo protector que desde la pared de su rancho tal vez le concedería el favor que le solicitaba. Los gauchos más bien creían en las almas del purgatorio. En sus fantasías, la llegada de aquellos forasteros barbudos no podía ser más que una amenaza para su modo de vida, de allí su desconfianza y su agresividad en los primeros años. Para unos y para otros, convivir fue un aprendizaje difícil.

Como triste efecto de ese choque de culturas varios asesinatos añadieron su - фото 8

Como triste efecto de ese choque de culturas, varios asesinatos añadieron su dramática nota a las dificultades de los primeros tiempos…

Allí en el cementerio de Basavilbaso, donde la brisa parece querer borrar todo dolor, me detengo frente a una gran piedra tumbal. Nunca antes había visto una lápida tan grande. Cuadrada, fría y descarnada, cubre los restos de una familia entera… Entre las tumbas cubiertas de citas en letras hebraicas ya buriladas por el viento, va caminando una anciana que todavía recuerda los alevosos hechos y mientras limpia las lápidas de aquellos judíos que la criaron y a quienes amó, cuenta al visitante la historia de quienes forjaron las colonias entrerrianas y también la de esta familia que había huido de Rusia temiendo los pogromos sólo para encontrar la muerte en suelo entrerriano, víctima del desconocimiento y de la desconfianza de unos pobres nativos.

Por encima de la sencilla pared de piedra que rodea al camposanto, apabullan la lontananza y los verdes pastizales, las vacas por miles, los sauces llorones y los eucaliptos del buen aire.20

Por las colonias, corre la voz… ¡Matan a los judíos!

¿Otra vez la persecución?

¡No! El contexto de esos hechos trágicos es absolutamente distinto pero no por eso menos dramático.

Mientras en Rusia el odio a los judíos provenía de siglos de intolerancia religiosa y de supuestas diferencias raciales, los asesinatos perpetrados por los gauchos no fueron motivados ni por la religión, ni por la raza, ni por las costumbres, sino por el miedo de verse desposeídos de las tierras que sentían como propias y donde, cuando lo creían necesario para su supervivencia, hallaban un trabajo temporario.

A medida que pasaron los años, los gauchos comprendieron que los judíos no eran sus enemigos, que aquellos barbudos les daban empleo y, la mayoría de las veces, también techo y comida. Poco a poco, una franca amistad reemplazó la desconfianza, y el gaucho llegó a enseñarle al judío los secretos de la naturaleza y hasta a manipular el facón.21

Los pogromos, el “desierto” argentino y un hombre que coloca su fortuna al servicio del salvataje de los judíos de Europa

La colectividad judía de Argentina no sería lo que es hoy si a la decisión del gobierno argentino de abrir las puertas del país a todos los hombres de buena voluntad no se hubiera sumado la decisión de un hombre, el barón Hirsch, quien tras la muerte de su hijo resolvió destinar su fortuna a mejorar la vida de los judíos pobres y perseguidos de Europa del Este y del Cercano Oriente. “He perdido a mi hijo, pero no a mi heredero —escribió—. El pueblo judío y la humanidad recibirán mi herencia.”22

En Le Moïse des Amériques,23 Dominique Frischer afirma que el barón Hirsch creía “en la regeneración de sus correligionarios por medio de la instrucción y el trabajo de la tierra en el Nuevo Mundo. En la coyuntura en la que vivían, la herramienta primordial, a su modo de ver, era poner tierras a su disposición para que pudieran trabajarlas”.

Tan pronto como regresó a París, el Dr. Loewenthal presentó un memorándum a las autoridades de la aiu, describiendo la situación desesperada del grupo de Podolia y el proyecto que había esbozado para la creación de una empresa de colonización agraria en Argentina, a fin de asegurar el futuro de los judíos de Rusia.

La aiu asumió el deber de prestar su concurso a la realización del proyecto y transmitió dicho memorándum al barón Hirsch. Este, “indignado por las condiciones de vida de los judíos de Europa Central, que había podido observar durante la implantación de la red ferroviaria Viena-Constantinopla, se propuso, a partir de la iniciativa de Loewenthal, hacer emigrar a tres millones de personas de Rusia hacia Argentina, Brasil, Uruguay, Canadá y América del Norte”.24 Aquella empresa debía transformar en colonos a la mayor cantidad posible de judíos de Rusia y, así, demostrar al mundo que el hombre judío podía adaptarse a “trabajos nobles”, y no sólo vivir de la usura y el comercio.

La Jewish Colonisation Association (jca) y la colonización agraria judía en Argentina

La jca, uno de los organismos filantrópicos judíos más destacados de nuestra historia, fue constituida en agosto de 1891. Contrariamente a los organismos colonizadores que ya existían en Argentina, su meta no era hacer fructificar los enormes capitales que iba a invertir en la colonización rural, sino establecer en Argentina un núcleo sólido de agricultores judíos para que cada uno de ellos pudiera labrar su tierra y sacar de allí su medio de subsistencia.

Si bien distó mucho de ser perfecto, el programa del barón Hirsch fue una empresa notable, que se propuso encontrar un “asilo activo” para varios miles de judíos por año.

Los pampistas

El 15 de diciembre de 1891, llegaba al puerto de Buenos Aires el vapor Pampa. A bordo venía el segundo contingente de aspirantes a colonos judíos, oriundos, en este caso, de Odessa (Besarabia).

Al igual que los podolianos, los ochocientos pampistas se habían organizado por sí mismos y habían invertido todo lo que poseían en la preparación de su emigración a Palestina. Consiguieron llegar hasta Constantinopla, sólo para enterarse de que las puertas de Palestina permanecerían cerradas para ellos. ¿Dar marcha atrás? ¡Imposible! Su situación parecía sin salida, cuando el barón Hirsch, al tanto de esa grave situación, decidió asumir su protección pagándoles el viaje a Argentina.

Así fue como los judíos de Odessa fueron el primer grupo de futuros colonos agrícolas ayudados por la jca, la cual había sido fundada sólo cuatro meses antes.25

Cuando los pampistas llegaron a Buenos Aires, la jca aún no había tenido tiempo de adquirir las tierras que les estarían destinadas. Primero enviados a un gran hotel de turismo a unos 500 kilómetros al sur de Buenos Aires, debieron finalmente tomar un barco que remontó el Paraná y los llevó a la provincia de Entre Ríos. Unos se establecieron en Basavilbaso; los otros, en Domínguez y San Antonio.

Vuelta al trabajo de la tierra Esperanzas y desazones Dice Alberto Gerchunoff - фото 9

Vuelta al trabajo de la tierra. Esperanzas y desazones

Dice Alberto Gerchunoff: “La rueda mayor giró y el grano empezó a derramarse como lluvia dorada bajo la bíblica bendición del cielo inundado de luz. [Moisés] colocó su mano, bajo la clara cascada de trigo, y así la mantuvo un largo rato. ¿Veis, hijos míos? Este trigo es nuestro… Y por sus mejillas, aradas por una larga penuria, corrieron dos lágrimas, que cayeron, con el chorro de gordo grano, en la primera bolsa de su cosecha”.26

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