Los objetos mediadores y los procesos intermediarios cumplen funciones específicas de ligazón a nivel mental, produciendo un incremento o engrosamiento de la trama representacional por donde circulan los afectos. Habilitan el vínculo entre las diferentes instancias psíquicas, entre la realidad interna y la externa, entre lo subjetivo y lo objetivo, entre lo intelectual y lo afectivo, entre lo individual y lo social, entre lo singular y lo colectivo.
Diversos ámbitos e instituciones ya han incorporado estas terapéuticas a su labor cotidiana. Sin embargo, son poco estudiadas desde el punto de vista de la técnica y de la teoría de la técnica, correspondiendo con frecuencia a esfuerzos aislados, de escasa difusión, a pesar de los buenos resultados que arrojan. Este simposio, con invitados nacionales e internacionales de Francia, Argentina, Perú, Brasil y Uruguay, se propuso revertir tal circunstancia.
El trabajo con mediaciones y mediadores terapéuticos ha permitido ampliar el campo de prestaciones profesionales vinculadas a la salud mental, desde distintos puntos de vista. En cuanto a los ámbitos comprendidos, no se limitan a las organizaciones sanitarias; también resultan apropiadas en instituciones educativas, en centros de reclusión, en hogares sustitutos, en situaciones de catástrofes, etc. Abarcan, en tal sentido, los diferentes niveles sanitarios: desde la prevención y la promoción de salud hasta el trabajo con patologías graves que no obtienen buenos resultados con dispositivos más tradicionales. Sus modalidades son variadas: si bien no descartan la propuesta clásica (tratamiento individual), adoptan con frecuencia configuraciones colectivas (grupos, talleres, etc.), aumentando la cobertura ofrecida. Cualquier franja etaria es admitida por la mayoría de estas propuestas ( v. gr. el taller narrativo puede llevarse a cabo con grupos de Educación Inicial o de la tercera edad).
A nivel regional y extrarregional, se cuenta en la actualidad con un caudal de investigaciones suficiente como para profundizar los intercambios ya existentes con otros ámbitos académicos, para fortalecer los vínculos incipientes o para crear otros nuevos. Esta publicación responde a la necesidad de dejar un registro escrito de este acontecimiento académico, expresamente valorado por participantes de procedencias disímiles. La posibilidad de revisitar la producción de conocimientos alojada en estas páginas fue entonces un compromiso asumido por los organizadores del encuentro, hoy compiladores de esta obra. ¿Será también un nuevo paso consecuente con la pretensión de fundar un primer modo de organización, que permita nuclear a profesionales e investigadores comprometidos con esta temática?
Alicia Kachinovsky, Michel Dibarboure, Daniel Camparo Avila
Compiladores
Sección I Prácticas de mediación grupal. La imagen fotográfica promoviendo disponibilidad simbólica
Una perspectiva histórica
Marta Miraballes Guerrero
Un cambio de perspectiva en el principio
Desde la década del 50 se puede rastrear información concerniente al uso de herramientas propias de disciplinas artísticas en algunas prácticas llevadas a cabo por psicólogos en Uruguay y la región. Tal información surge del estudio documental disponible y de narrativas testimoniales realizadas por colegas pertenecientes a las primeras generaciones de psicólogos universitarios (Miraballes Guerrero, 2009; Casas Damasco, 2011). Tales prácticas psicológicas tuvieron su época de gestación en tiempos de influencia predominantemente surgida de la obra de Melanie Klein, dejando una impronta teórica y técnica sostenida desde nociones propias de la metapsicología kleiniana.
Conjuntamente han convivido posturas teóricas de psicólogos que pudieron dar sustrato teórico a sus prácticas con objetos culturales, desde conceptualizaciones propias de la psicología de la expresión.
Es de destacar especialmente la producción realizada desde fines de la década del 50 por parte del grupo de psicólogos reunidos en la Asociación Uruguaya de Psicología y Psicopatología de la Expresión, AUPPE (1971), quienes desarrollaron el método de psicoterapia dinámico-expresiva, difundido en congresos y jornadas (Martínez, 1966), presentando importantes esfuerzos de conceptualización.
En la actualidad, la perspectiva clínica de mediación es un abordaje que considera la materialidad de ciertos objetos culturales que, oficiando de vehículos, colaborarían con los procesos de simbolización, funcionando como puentes de acceso a aspectos que estarían desligados y por tanto no disponibles para ser pensados por los sujetos intervinientes.
Desde un posicionamiento de vocación psicoanalítica, compartimos con Roussillon (2011) la necesidad de consistencia entre una teoría del sufrimiento psíquico y una teoría del cuidado psíquico que pueda darle sentido. El autor ofrece reflexiones sobre la función terapéutica que pueden cumplir algunos de los llamados dispositivos de cuidado , siendo condiciones preliminares para ubicar una “teoría del lugar de la mediación, en el seno de una teoría del cuidado y la simbolización”. El autor remarca que tales dispositivos de cuidado son “derivados sofisticados de dispositivos sociales espontáneos propios del campo cultural, artístico o artesanal que apoyan la actividad de simbolización” (p. 24) y distingue tres tipos de dispositivos “simbolizantes”, capaces de sostener tal proceso: los dispositivos sociales o institucionales; los dispositivos artísticos o artesanales (música, pintura, dibujo, fotografías, barro, máscaras); los dispositivos analizantes, que usan el análisis de la transferencia como vector principal de la simbolización, actividad que los objetos culturales propuestos para el trabajo tienen el objetivo de materializar, al ser invitada a fluir en el espacio intermediario configurado por y en la grupalidad.
Winnicott (1971) considera la “experiencia cultural como una ampliación de la idea de los fenómenos transicionales y del juego” (p. 133). A su vez, para Brun (2009) “el médium maleable designa, por tanto, la existencia de objetos materiales, que tienen propiedades perceptivo-motrices susceptibles de hacer perceptible y manipulable la actividad representativa, que consiste en representar en una cosa el propio proceso de simbolización” (p. 55).
Entendemos que las prácticas psicológicas que consideran la perspectiva de mediación con objetos, estarían dando cuenta de un momento paradigmático en el que pareciera perder protagonismo el modelo del psicoanálisis aplicado y la consideración de la sublimación como la explicación última de los procesos de creación.
Al propiciar la consideración de los procesos asociativos y potenciarlos, se ubica a los objetos culturales invitados a ser usados en estas prácticas, ya sean fotos, cuentos, juguetes, imágenes o materiales propios de la plástica, en el lugar de desencadenantes de los procesos imaginativos, facilitando el acceso a zonas intermediarias y transicionales del psiquismo propicias para los intercambios psíquicos.
Al referirnos al efecto de mediación suponemos al menos dos aspectos que estarían desligados, desunidos. Se entiende que podría tener lugar un tercer término que colaboraría con la articulación entre ambos. El objeto mediador tiene carácter de médium maleable (Milner, 1946, citado en Roussillon, 1995) y cumpliría con la función mediadora, colocado en un espacio relacional, en un cuidadoso marco de trabajo con la intersubjetividad, donde la transferencia se hace presente en un estado de difracción (Kaës, 1996) y oficia de andarivel privilegiado direccionando los procesos de desplazamiento, condensación y figurabilidad psíquica (Botella, 2003) observables en encuadres de trabajo grupal.
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