En la cuarta parte se presenta un análisis detallado de las entrevistas semi estructuradas realizadas en el estudio de caso, Renca. Por su medio se busca mostrar los principales ejes de la construcción de identidad política de dirigentes políticos locales y sociales, y se destacan las diferencias por sexo, ocupación, población/villa y por el continuo izquierda-derecha. Posteriormente, se analiza la emergencia de la derecha conservadora en los sectores populares, caracterizando este fenómeno desde una perspectiva nacional para, posteriormente, ejemplificarlo en el estudio de caso (Renca), para comprender la presencia y expansión de este sector político en los sectores populares.
Finalmente, en la parte de conclusiones, se reflexionan los principales cambios observados en la construcción de identidades políticas en general, enfatizando dos puntos fundamentales: la relación posición estructural-identidad política y las modificaciones en las formas de identificación política de los sectores populares.
Capítulo I
Política e identidad
El concepto de identidad, tanto individual como colectiva, ha despertado un creciente interés durante las últimas décadas, en particular con relación al fenómeno de lo político. Para Giménez (2000), el mayor uso del concepto de identidad en la producción académica deviene de la necesidad de dar respuesta a una serie de acontecimientos políticos y sociales que utilizan la identidad como centro de la reflexión teórica. Desde este punto de vista, la emergencia de los movimientos feminista, ambientalista e indígena —por nombrar algunos—, habrían establecido la necesidad de plantear como problema y como teoría un fenómeno soslayado por las grandes corrientes teóricas del siglo XX.
Así también, la pretendida caída de las grandes narrativas y los acelerados cambios producidos por los fenómenos reunidos en el nombre de globalización , han generado transformaciones en la constitución de las identidades individuales y colectivas que interpelan a las ciencias sociales y a sus aparatos conceptuales y teóricos. En ese marco, Larraín (1996) dirá que la pregunta por las identidades es característica de las sociedades que experimentan acelerados cambios y que, por ello, buscan respuestas a sus transformaciones. El cuestionamiento sobre la identidad surge donde las viejas configuraciones de lo social se encuentran amalgamadas con fenómenos nuevos, emergentes e inexplorados.
No obstante, los procesos de acelerado cambio y transformación social no son privativos de nuestra época. Por esta razón, la pregunta por las identidades y su teorización se remonta a los inicios de la teoría social moderna, donde se asientan las bases conceptuales para su desarrollo. En este capítulo reconstruiré sintéticamente los principales hallazgos acerca del concepto de identidad, para después trabajar con las diferencias entre identidad individual e identidad colectiva. Finalizaré estableciendo un puente teórico entre la identidad colectiva y política, con el propósito de construir un marco que permita dirigir el estudio empírico hacia el caso chileno.
La identidad. Trayectoria de un concepto
Las distintas miradas del concepto de identidad pueden organizarse, siguiendo a Hall y Mc Grew (1992: 275), en tres grandes grupos. Cada uno se corresponde con determinado tipo de sujeto: el la ilustración, el sociológico y el posmoderno.
En el primer grupo se encuentran todos los desarrollos teóricos que se enmarcan en el pensamiento ilustrado. El surgimiento del individuo, propio de la época moderna, es condición necesaria para conceptualizar la identidad como una esencia abstracta, como un centro con permanencia en el tiempo con capacidad para otorgar continuidad a la conciencia (Larraín, 1996: 94).
Esta concepción se transformará hasta convertirse en lo que se ha denominado la identidad sociológica . La crítica de Marx a la filosofía alemana es la piedra angular que permite desplazar la noción de identidad de una concepción abstracta e individual al concepto delimitado con base en las relaciones sociales del individuo y su contexto histórico. El pensamiento marxista introdujo la dimensión histórica en el concepto de identidad y la definió como la unión de todas las relaciones sociales de un sujeto: así dio forma a la idea de que la identidad está socialmente modelada .
La identidad socialmente construida comenzó a ser parte, desde ese momento, del aparato conceptual de las ciencias sociales aún en formación. Esta corriente, por ser la más importante para efectos de este trabajo, la reseñaremos en el próximo apartado. Sin embargo, conviene mencionar que la concepción de la identidad como parte de un entramado social que le otorga sentido y significado fue es original de George Mead, quien influirá profundamente los posteriores desarrollos teóricos del tema. El pensamiento sociológico acerca de las identidades es, indudablemente, tributario este autor.
En su libro Espíritu, persona y sociedad (1934), Mead hará hincapié en la necesidad de entender el sí mismo (self) en relación con el grupo social del que proviene y establecerá una de las distinciones clave para la sociología de la identidad: la distinción entre el yo y el mí . En esta distinción, el yo representa una reacción individual frente a las actitudes de los otros, mientras que me implica el conjunto de actitudes de los otros hacia el individuo, haciendo referencia a la dimensión social de la constitución identitaria del sí mismo (self) . Con esta distinción, Mead pone sobre la mesa uno de los elementos que posteriormente serán clave para el concepto contemporáneo de identidad: la importancia del reconocimiento, la interacción y las expectativas de los otros. La identidad se construye ante la mirada de los otros . Ahondaremos en esto más adelante.
El tercer grupo de desarrollos teóricos sobre la identidad es aquel que, según Hall y Mc Grew (1992: 277), se basa en una concepción de sujeto posmoderno. En este enfoque, el sujeto moderno se rompe y su identidad pierde coherencia: se considera que la identidad se sustenta más en la idea de proyecto de vida individual que en las categorías que eran su eje articulador (clase, género, etnicidad, nacionalidad). En este sentido, los enfoques posmodernos realizan una crítica muy relevante a la idea de identidad, cuestionando su noción de esencialidad y coherencia interna, y mostrándola como un terreno problemático y plagado de contradicciones. A pesar de que la de identidad como terreno problemático ya era parte de desarrollos teóricos previos al pensamiento posmoderno en los trabajos de Freud y Lacan (2003), los enfoques posmodernos dinamizaron su discusión con su aguda crítica sobre el concepto.
Por esta causa, es preciso rescatar, en particular, las aportaciones de Hall y Du Gray (1996) acerca de las articulaciones identitarias, las cuales permiten concebir la identidad como un fenómeno más dinámico y contingente, pero dejan de lado su unidad y coherencia, propias de los enfoques sociológicos. Así, si bien en este trabajo utilizaré de manera fundamental el enfoque sociológico de la identidad, lo complementaré con los aportes de Hall, de manera tal que la noción de identidad será problematizada y dinamizada.
La identidad individual. Una perspectiva sociológica
Como lo señalaba anteriormente, la idea de una identidad construida con base en los contextos social e histórico tiene una antigüedad importante en el pensamiento social de occidente, pues fue desarrollada con amplitud durante los siglos XIX y XX. Siguiendo a Hall y Mc Grew (1992), he agrupado estas teorizaciones en el nombre de identidad sociológica en el apartado anterior. Empero, es indudable que esta clasificación subsume una pluralidad de enfoques cuyas divergencias pueden llegar a ser tan grandes como sus coincidencias en torno a la construcción de identidad.
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