No solo conocí a un psicólogo que me entendía, sino que también fui a una psiquiatra que era un amor. Ella también me comprendía y me escuchaba, e intentaba hacer todo lo posible para que mi ánimo mejorara, ya que lo tenía bajo o muy desnivelado. Me medicaba, me recetaba unas pastillas para la depresión, y me prestaba atención y daba ánimos. Gracias a ello mis días eran mucho más estables, aunque con algún que otro altibajo de vez en cuando. Entonces mi madre la llamaba y le contaba que estaba triste o tenía ideas suicidas. No solo se lo decía a ella, también a mi psicólogo. Cuando cumplí los dieciocho, me cambiaron de psiquiatra; me pasaron con uno de mayores. Me daba mucha pena despedirme de Carmen; era un cielo conmigo y me hacía sentirme bien. Por lo menos sigo con mi psicólogo; espero no cambiar nunca, ya que me ha ayudado mucho a superar muchas cosas de mi pasado, aunque alguna que otra cosa tengo aún que mejorar en mi actual vida; pero eso con el tiempo poco a poco lo iré mejorando, espero.
Me alegro de que mi madre me haya adoptado, y no solo eso, también de que mi nueva familia me haya aceptado con mis defectos y mis virtudes. Sé que tendré muchos tropiezos, pero ellos siempre están ahí para levantarme cuando más lo necesito; son un hombro donde llorar, una mano para levantarme, y muchas más cosas, como mi madre, mi abuela, mi hermano (que es mayor que yo). Cuando llegué, mi madre me contó que estaba muy contento de tener una hermana pequeña. Mi hermano y yo nos llevamos bien; alguna que otra vez me ha echado broncas, pero sé que es por mi bien y que me quiere, y yo a él también, ya que se ha esforzado por entenderme, aun sabiendo que no soy nada fácil.
El vínculo afectivo entre madre e hija simbolizado
en este dibujo. Por Janire Goizalde.
A veces me vienen recuerdos de rechazo y los asocio con cosas de mi presente; creo que tiene relación con que mis padres bioló-gicos me trataban mal. Creo que esto sucede porque me hacían sentir que era una desgracia, y ahora también lo siento cuando mi madre u otras personas se enfadan conmigo. Entonces, reacciono y me hago cortes en los brazos para aliviar así mi pena y mi dolor. Como mis padres biológicos me pegaban, yo hago lo mismo ahora, pero cortándome, convencida de que no valgo la pena y de que siempre causo desgracias a mi actual familia. Me siento muy culpable todavía, aunque sepa que no lo soy. Lo voy trabajando, pero aún me queda.
No tuve muchos amigos, pero los amigos de mi madre eran como mis amigos. Me sentía genial con ellos y también con su hija; para mí, eran como mi segunda familia; siempre me hacían reír y hacían todo lo posible para que yo estuviese a gusto con ellos. Cuando de pequeña mi madre no podía cuidarme, me quedaba con ellos. Gracias a ellos descubrí el dibujo, una de mis pasiones y pasatiempos. Olga era como una madre para mí, y siempre lo será; me trataba con mucha delicadeza, y su marido me hacía reír mucho; era muy gracioso. Esta familia siempre me sacaba una sonrisa. De vez en cuando íbamos a Hendaya; tenían allí una casa y nos íbamos a la playa. Su marido iba conmigo al agua para que me divirtiera. Saioa y Olga me han ayudado mucho, y en el tema del dibujo me regalaban cuadernos, lápices y pinceles para que dibujase. Cuando mi madre tenía cosas que hacer, le decía a la mujer que cuida a mi abuela que me despertase. Somos amigas; es como una más de la familia, no solo por ayudarnos, sino por cómo me trata.
A continuación, quiero hablaros de la resiliencia. La conocí por una canción de Rafa Espino. La resiliencia es la capacidad de superar las adversidades y los traumas de la vida. En esa canción dice que tenemos que preguntarnos a nosotros mismos primero «¿quién soy?»; en segundo lugar, «¿adónde voy?» y, por último, «¿quién viene conmigo?». Esto significa que, antes de los demás, vamos nosotros mismos. Nosotros somos primordiales. Me siento muy identificada con sus canciones; por ejemplo, con Detrás de todos :
¿Tú también te sientes solo entre la gente?
Yo también me disfrazo de confianza.
Hoy me cansé de mentirme como hago siempre.
Feliz en mis canciones, llorando en mi coraza
Los miedos de la infancia, los complejos,
Burlas y desprecio en los pasillos del colegio
Dicen que todo cura solo con el tiempo.
Pero ¿cómo se cura lo que vives en silencio?
Créeme cuando digo que te entiendo.
Sé lo mucho que nos duele sentirnos a veces solos.
¿Quién iba a decirnos lo que cuesta que encajemos con el resto?
Me ha pasado lo que dice, lo que canta.
He escuchado mucho su música, ya que en el confinamiento 1 no había gran cosa que hacer. El confinamiento se me hizo duro. Las clases por Internet no eran lo mío; lo hacía todo bien, pero tuve días de dejadez. No me conectaba a las clases y siempre tenía excusas para no hacer los deberes o, mejor dicho, las ponía. Un día mi tutora me llamó por videollamada para hablar sobre ese asunto y me dijo que yo era una buena estudiante y que mis notas eran buenas, y que no entendía por qué no hacía los deberes ni me conectaba a las clases online . No solo me dijo eso, sino que, como siguiera así, mis notas bajarían e igual repetía el curso. En ese momento, fue cuando me puse las pilas por el simple hecho de que no quería repetir otra vez. La razón por la que no hacía los deberes era porque yo necesitaba que alguien estuviera conmigo físicamente, un profe, porque así me tomo más en serio las cosas y me pongo a hacerlas. Cuando no hay nadie encima de mí, no me esfuerzo para nada, no sé el porqué. Durante el confinamiento, tuve momentos buenos como dibujar. Me dicen que soy buena, pero no dibujaba mucho, hasta que llegó el confinamiento y, como no tenía gran cosa que hacer, invertí mi tiempo en ello, ya que hice tres cuadernos llenos de dibujos. Nunca me había pasado eso de estar dibujando constantemente. Hasta mi madre se puso muy alegre por mí; me veía distraída y se daba cuenta de que invertía el tiempo en algo que me apasionaba. A mi madre le gusta cómo dibujo; siempre me dice que haga dibujos como regalo a todos. Sin embargo, yo no estoy de acuerdo, porque la inspiración solo me viene de vez en cuando y es entonces cuando me salen bien los dibujos. Sin embargo, cuando estoy mucho tiempo haciendo eso, se me va la inspiración y luego no me salen como yo quiero y me frustro. Me suelo frustrar muy fácilmente cuando algo no me sale o no consigo lo que quiero, y eso sé que lo tengo que controlar. No lo he pasado tan mal como pensaba en el confinamiento, aunque un poco sí, porque no veía a mi pareja, que ahora llevamos un año y seis meses juntos.
A veces he sentido que no tengo el control. Por Janire Goizalde.
Antes de terminar mi relato, me gustaría hablar de cómo me veo en el futuro. No me siento aún capacitada para hacer mi vida sola, ya que todavía no soy plenamente autónoma; siempre he tenido la ayuda de mi familia y de otras personas. Pero creo que, si me esfuerzo, puedo conseguir mis metas en la vida para llegar a ser una persona independiente y responsable. Cuando pienso en el futuro, siento miedo, por la simple razón de que sé que algún día mi madre no estará para apoyarme y para aconsejarme, y yo siempre me he apoyado en ella. Dentro de un tiempo, iré a vivir a un piso protegido, y siento inseguridad porque me cuesta relacionarme con la gente. Mi madre me ha dicho que, si no estoy a gusto, puedo volver a casa; tengo la puerta abierta. Ir al piso no supone romper con mi madre; sé que ella siempre estará ahí. Aunque me da miedo ir al piso protegido, sé que es bueno para mí, para que aprenda a ser una persona autónoma. Pienso que en los pisos habrá personas, como un orientador o algo así, que me ayudarán.
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