Paco Carreño - La segunda vida

Здесь есть возможность читать онлайн «Paco Carreño - La segunda vida» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La segunda vida: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La segunda vida»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ful es invitado por los Tordesillas para escribir la biografía de la familia. Lo que parecía un sencillo relato se convierte en una complicada investigación. El desarrollo de su trabajo tendrá́ consecuencias imprevistas. Al pasar de escritor a detective se ve obligado a contar detalles comprometedores que pondrán en juego su propia vida.En su «crónica» se hace el retrato colectivo de una ciudad dominada por las apariencias. Nada es lo que parece. El engaño se confunde con la inteligencia; el mal gusto, con la belleza; el egoísmo, con la justicia… Y en este mundo al revés Ful irá poco a poco convirtiéndose en la figura clave de una historia ajena y llena de riesgos. Testigo a sueldo de una realidad que se le escapa, busca las escasas pistas de la verdad y termina con ello de enredarse en el destino engañoso al que ha sido invitado a participar.

La segunda vida — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La segunda vida», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando entramos en el comedor había un barullo de celebración. Supongo que subían un poco la voz para cubrir la extrañeza que les producía mi presencia. Los Tordesillas hablaban, bebían y comían. La mitad nos daba la espalda y la otra mitad no nos miraba. Adela había visto algo. Se quedó clavada. Por su forma de detenerse, de apretarme el brazo pensé que iría a lanzarlo contra alguien. El apretón me obligó a recordar los huesos de antes. Durante un buen rato no me atreví a girarme para descubrir el motivo de su turbación. Me mantuve como un buen bastón, rígido, inconsciente, sin hacer preguntas, probándome a mí mismo que, como buen cronista, no era un papanatas. No duró mucho la contención de mi interés, porque enseguida Adela se lanzó hacia la espalda de Amancio. Al llegar junto a él se agachó y subió con una cadera entre las manos. Todo su amor y su delicadeza se concentraba en las extremidades superiores. Su mirada era, en cambio, terrible. Amancio notó la puñalada de sus ojos en la espalda. Le atravesó la camisa, la piel, hasta que una corazonada le hizo darse la vuelta. Allí estábamos nosotros, esperando una explicación.

—Mi cadera —empezó Adela.

—No es tuya —replicó Amancio.

—Ni tuya.

—Es de la abuela Fernanda.

—La abuela Fernanda es de todos —sentenció, a lo lejos, Fuensanta.

—¿Qué más da? Ahora pertenece a mi colección de objetos —insistió Amancio, que no parecía dispuesto a renunciar a su posesión.

—No es un objeto, es un resto de tu abuela.

—Mírala bien, es una maravilla. Nadie la va a cuidar tanto como yo.

—Dámela, anda, ya la llevo yo —sentenció Fuensanta, que se había acercado a nosotros, aparentemente, para intentar resolver el conflicto.

Cogió la pieza sin preguntar demasiado a uno ni a otra y salió por la puerta, presumiblemente hacia la capilla. Adela se sentó junto a Amancio en un asiento libre y yo entre los más jóvenes, donde también había una silla sin ocupar. Los dos hermanos estuvieron discutiendo a lo lejos durante toda la comida. Casi no probaron bocado. Me preguntaba si para mi crónica debería enterarme de lo que ellos hubieran dicho, si debería hacerlo por ellos mismos o por los comensales más cercanos. Con la excusa de ir a coger un trozo de pan, discretamente dejé una grabadora pequeña en la panera más próxima a ellos. Intenté que no se diesen cuenta, pero durante el resto de la comida tuve la sensación de que, al hablar, se inclinaban sospechosamente hacia el lugar donde había dejado la grabadora cuando notaban que yo los miraba; pero seguramente aquello fue solo una falsa impresión.

Alrededor de mí estaban Pedro, Félix y Álvaro, los tres hijos de Maribel Tordesillas, una mujer que todavía me tendría que deparar algunas sorpresas. Hablaban de sus juegos informáticos. Cuando estaban fuera me había acercado a ellos y no me habían dirigido ni una sola palabra. Actuaban como un grupo de iniciados, como un equipo de deportistas herméticamente cerrados a cualquier intrusión. Aquí en la mesa se veían obligados a tener más contemplaciones conmigo. Me invitaron a participar en su conversación.

—¿Te podemos llamar Ful? —pidió Félix.

—No me importa.

—¿Conoces Snowball? —preguntó Álvaro.

—No muy bien —dije tontamente, por no declararme un ignorante total.

—Es uno de los juegos más divertidos que conozco. El otro día empecé con una minúscula bola de nieve en Los Alpes. De repente esa bola se deslizó por la ladera del Mont Blanc, atravesé Chamonix, Ginebra, Lyon, llegué a París, arranqué la torre Eiffel, salté el canal de La Mancha. En Londres me llevé por delante la torre de Big Ben y el Parlamento. Los monumentos daban vueltas mientras la bola se deslizaba por el Atlántico hasta Nueva York. En el camino estuvo a punto de derretirse la nieve con las corrientes del Golfo y casi pierdo mi colección. Pero era invierno y al llegar a Nueva York hinché otra vez la bola con la nieve que había caído en Central Park. Aplasté la estatua de la Libertad y me fui para Los Ángeles. En el camino me perdí. Todas mis adquisiciones se quedaron en el desierto de Arizona. La última gota se la bebió un alacrán. La arena terminó cubriéndolo todo.

Álvaro se había empeñado en contarnos con todo detalle sus aventuras por el globo. Agradecí que no hubiese pasado a Asia, con la muralla china, las pagodas, los templos de la India, Irán. Habría sido terrible. Pero su hermano Pedro no quería dejar de contarnos sus avances en su juego predilecto.

—Me subí a la acera y aplasté a un perro. La sangre salpicó el escaparate de una tienda de animales domésticos. Los bichos, al ver la atrocidad, se escaparon de sus jaulas y empezaron a perseguir el coche.

Lo contaba tan deprisa que apenas recuerdo los detalles. Había un anciano al que había que matar y te daban más puntos, como en los chistes. La policía los perseguía, pero al llegar a cierto barrio conseguían escapar de la persecución, porque ahí los agentes no se atrevían. Entonces empezaban otros peligros. Sé que Pedro intentó asesinar a un anciano que atravesaba una calle con dos bastones a un paso muy lento. Recuerdo que el anciano se convirtió en un ágil chino practicante de taichí. Las bandas de los pasos de cebra se convertían en cebras de verdad que corrían por delante del coche provocando al conductor. Al final, una jauría con todo tipo de animales rodeaba al jugador, que debía optar entre ser despedazado por toda la creación o tirarse desde el puente colgante de San Francisco con las ventanas cerradas. Tenía un tiempo precioso en la caída para abrir los cristales y poder escapar de ahogarse. Ponía tanto empeño que daba angustia escucharlo.

—¿A ti te gusta el fútbol? —me preguntó Félix cuando empezaba a respirar tras las trepidantes aventuras de su hermano— Porque tienes cara de aborrecerlo.

—No sé exactamente si es la cara o son las piernas. Seguramente lo has descubierto por mi forma de andar.

—No te he visto caminar.

—Da igual. Se ve siempre cómo anda una persona sin necesidad de que se levante.

—Ah, ¿sí? ¿Y cómo camino yo? —examinó Félix.

—No sabría imitarte.

—Bueno, déjalo. Lo que yo quería decirte es que hay un juego para gente como tú, a la que no le gusta el fútbol.

—Si me gustase, desde luego no sería del Real Madrid.

Todos rieron. Mis palabras confirmaron sus expectativas, como sus risas las mías. Estábamos hechos para no caernos bien.

—Entonces te recomiendo La diosa de la fertilidad —prosiguió Félix—. En ese juego siempre gana el Real Madrid. No te tienes que tragar ningún partido, empiezas cuando ya han acabado, en el momento del triunfo. Luego vas con todos los tifosi a la plaza de Cibeles, a celebrar la victoria. Allí tienes que intentar a toda costa romperle los dedos a la estatua. Si consigues cascarle los diez dedos alcanzas el máximo de puntuación. Cuidado con la policía, hay uno escondido detrás de cada león.

Callé. Intenté sonreír. No lo conseguí. Seguramente por eso Félix interrumpió su explicación para decirme en un tono un poco más violento:

—Si no te gusta el Real Madrid y no te gusta el fútbol, me pregunto qué te gusta, me pregunto, en realidad, si te gusta la vida.

—Bueno, como a todos, a mí la vida me gusta y me disgusta. No soy un incondicional. Supongo que no viviría a cualquier precio.

Esta vez las risas fueron más escandalosas. Lo que iban a decir encajaba perfectamente con el concepto que se estaban haciendo de mí. Al día siguiente llamé a un amigo para preguntarle si existía el juego. Era experto y me dijo que no había nada semejante en el mercado. Eso me hizo sospechar que estaban inventando uno a mi medida.

Félix retomó el hilo y empezó a contar la segunda parte del juego. Era para jugadores con mi perfil. Un aficionado del equipo contrario al Real Madrid, en esa misma fiesta por la victoria de final de liga en la que se rompían los dedos de Cibeles, se cubría entre la multitud con una bandera del equipo derrotado en la final. Allí se paseaba por un momento sin ser visto, hasta que alguien daba la voz de alarma y empezaba la persecución por las calles de la ciudad. Tenía que huir de una multitud furiosa indignada contra ese antitifosi. Al parecer, los promotores del juego centraban la campaña publicitaria en la posibilidad que ofrecían de que el jugador pudiese seguir participando una vez que su alter ego hubiese muerto, pues el loco que había osado vestirse con los colores de la derrota intentaba refugiarse en un bar, y aunque en un rapto de sensatez escondía la bandera e intentaba camuflarse entre los presentes, la multitud terminaba encontrándolo y lo sacaba a empujones hasta que lo mataban en aplicación de la lejana «ley de Lynch». Aquí es donde empezaba la parte post mortem. Te convertías en un fantasma sin cuerpo, reconocible por una ligera sombra que proyectaba tu alma sobre la pantalla. Volvías con todos tus asesinos a la celebración junto a la fuente, hasta que por megafonía convocaban a una misa de arrepentimiento por el alma de la víctima, es decir, por ti, oficiada por el capellán del equipo vencedor, el Real Madrid, ataviado con una casulla que adornaba el escudo del equipo ganador. Si querías alcanzar el éxito tenías que conseguir, con tu alma en pena, convencer a los jugadores del equipo para que asistiesen a la misa, renunciando al impresionante abanico de ocupaciones ociosas, cuyas principales varillas eran el sexo remunerado indirectamente, los coches descapotables de gama alta y la alta costura masculina. Todo eso a base de trastadas: dar el cambiazo al escudo de su equipo delante de los seguidores, tirarle una cerveza encima al vecino, hacerle zancadillas, apretarle la corbata una y otra vez en alguna rueda de prensa, encenderle todos los aparatos del coche hasta que gritase por piedad que iría a la misa… Entonces, si iba todo el vestuario, te llevabas las once estrellas, la máxima puntuación.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La segunda vida»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La segunda vida» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La segunda vida»

Обсуждение, отзывы о книге «La segunda vida» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x