Identitas , identidad, es aquello que hace que las cosas sean idénticas a sí mismas, y una de sus grandes connotaciones apela a la complitud. La identidad es fácilmente asimilable a aquello que es auténtico, que está lleno, y también, y en palabras de Mary Douglas (1973) lo que es natural , puro y sagrado .
Quizá, la mejor manera de tener conciencia del gran poder de las identidades plenas sea observando, como en un juego de espejos invertidos, el conjunto de lo que podemos designar como identidades sospechosas o no-identidades . Por ejemplo, las identidades (marginadas) de los llamados pueblos malditos , que fueron los primeros en ser estudiados en la antropología española: los vaqueiros de alzada, de las brañas asturianas; los pasiegos de los Montes de Pas; los agotes en el Valle del Roncal; los chuetas mallorquines del viejo call judío de Palma de Mallorca; los gitanos... También las identidades (marginadas) de los estigmatizados , es decir, todos aquellos que no cumplen con los requisitos de la plena ciudadanía: delincuentes, homeless , prostitutas, niños de la calle y otros excluidos sociales, como inmigrantes, sectarios, etc. También aquí podemos mencionar las identidades adictivas , concepto derivado del de las culturas de la adicción, elaborado por Carme Romeu en un trabajo de dea (2005) y que además de drogadictos, podría incluir alcohólicos, ludópatas, etc. En tercer lugar, las identidades (marginadas) híbridas , entendiendo por tales las del mestizo, el bastardo, el homosexual, el borderline , es decir, identidades dobles y sospechosas que conducen, simbólicamente, a la impureza y a la monstruosidad.
Carmen Bernand (2001), en un hermoso artículo en el que revisa el concepto de híbrido y mestizo en la historia española de Hispanoamérica, señala que estos eran vistos como seres desleales y traidores por naturaleza, pues al pertenecer a dos naturalezas, sus límites identitarios dejan de ser claros y no están bien definidos. Es decir, la mezcla de raza, de género, de pertenencia, de clase, de religión (los famosos conversos judíos o moriscos), causa horror y se asocia a ideas de degeneración biológica y moral. Esta doble identidad (lo contrario de la «pureza de sangre» asociada, a su vez, al honor y tan alabada en la ideología española del siglo de oro) se refleja en las identidades escindidas del mestizo, criollo o del zambo, que no pertenecen a raza ninguna; también son similares las identidades escindidas del borde, del bastardo, del hijo natural, que no pertenece a familia ninguna; o las del converso –judíos, chuetas, moriscos– que a causa de su doble adscripción tampoco pertenecen a religión ninguna. En fin, la misma nebulosa del ni carn ni peix se ha aplicado al homosexual, al gay, al transexual o a la lesbiana, de los que también se afirma que no pertenecen a sexo/género ninguno...
Concluyendo: las identidades escindidas, dobles o indefinidas son sospechosas porque desafían la noción de entidad, de plenitud, de identidad (personal, social y simbólica) que como he intentado mostrar constituyen un elemento clave en la construcción del sujeto. 15
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