Hablar el “lenguaje jirafa” implica emplear en cualquier situación palabras para expresar lo que nos pasa interiormente. Y para ello resulta muy útil generarse un vocabulario personal para poder describir estas nueve necesidades.
El ser humano es un ser gregario, es decir, necesitamos los unos de los otros para poder satisfacer nuestras necesidades. Y al mismo tiempo soy responsable de mis sentimientos y de la satisfacción de mis necesidades .
Hay una necesidad que oigo muchas veces y que utilizo, la necesidad de respeto. Todo el mundo sufre si no es tratado con respeto. Lo mismo vale para el reconocimiento. Tengo la impresión de que, al utilizar estas palabras para designar la necesidad, se pone de manifiesto un dilema: depende del otro que yo sea tratada o no con respeto, es el otro quien decide si satisfacer o no mi necesidad de respeto .
Respeto no es una buena palabra para expresar la necesidad que hay detrás. Y al mismo tiempo se trata de una necesidad importante y por eso la utilizamos tanto.
Muchas veces, cuando la gente usa la palabra respeto, en realidad se refieren a algo distinto, lo que buscan es ser reconocidos por lo que son. Apuesto a que, si nos tomáramos tiempo para determinar lo que hay detrás de la necesidad de respeto, descubriríamos que en el fondo, a un nivel más profundo, hay una necesidad de empatía. Pero para eso es necesario un nivel de conciencia elevado y por eso muchas personas sintetizan todo esto en la palabra “respeto”.
El problema es que, como las necesidades ocupan un lugar menor en nuestra forma habitual de comunicarnos, no tenemos muchas palabras para designarlas. Las culturas desarrollan un gran vocabulario para aquellas áreas a las que dan mucha importancia. Así, en los países donde hay mucha nieve, existen diferentes palabras para designar todo tipo de nieve. Ése es el problema fundamental de las necesidades. Nuestra cultura no presta demasiada atención a las necesidades y por eso no hay un vocabulario extenso para ellas. A menudo, en las palabras que utilizamos para designar las necesidades hay encerrada una estrategia; eso pasa, por ejemplo, en palabras como “respeto” y “reconocimiento”. Así, cuando hablamos de la necesidad de respeto, en realidad esa palabra está describiendo lo que debe hacer la otra persona, y eso no es una necesidad, sino una estrategia.
Una estrategia es, por tanto, una representación muy concreta o la forma favorita de satisfacer una necesidad. Por ejemplo, cuando tengo la necesidad de descansar y recuperarme, una de mis estrategias favoritas consiste en dar un largo paseo. Existen otras muchas estrategias para satisfacer esa necesidad: algunas personas hacen deporte, otras se dan un baño. Todos tenemos las mismas necesidades, pero ideas y estrategias totalmente diferentes para satisfacerlas. Y creo que la cosa se complica en el momento en que hay más de una persona implicada .
La cosa funciona cuando conocemos nuestra necesidad y no nos aferramos a una estrategia concreta. Cuando tengo claro esto, puedo preguntarle a cualquiera si me ayuda a satisfacer mis necesidades. Pero doy por sentado que sólo lo hará si lo quiere hacer. No tengo ninguna expectativa, sólo le digo lo que me gustaría.
¿Ninguna expectativa? Suena más fácil de lo que luego es en realidad. ¿Qué ocurre si tengo una crisis y tengo la imperiosa necesidad de que mi mejor amiga esté ahí, dándome empatía? Si soy sincera, tengo la esperanza de que no me deje en la estacada. O en una relación de pareja, ahí también tenemos expectativas .
Según mi definición, la necesidad no se dirige hacia una persona concreta o a una conducta determinada. En su situación está mezclando la necesidad con la petición. Es muy importante diferenciarlas claramente. Porque sólo entonces podremos reconocer que vivimos en la abundancia. Cuando contemplo las necesidades que tengo sin asociarlas a una estrategia concreta, entonces el mundo entero se ofrecerá a mí para satisfacerlas.
En cuanto confundimos la necesidad con la petición y pensamos que nuestra necesidad sólo puede ser satisfecha por una persona determinada o de una manera concreta, nos estamos limitando y transformamos la abundancia en escasez. Además, la persona a la que le decimos:
-“Necesito empatía y tú tienes que dármela”.
Escuchará una exigencia. Nadie tiene ganas de darme algo cuando la satisfacción de mis necesidades depende sólo de él. Imagínese la carga que sería para usted, si fuese la única persona que pudiera satisfacer mis necesidades.
Así, si puedo disociar el cumplimiento de mis necesidades de determinadas personas, encontraré a alguien –y hay 6000 millones de personas en el mundo– que pueda hacer algo por mí. Si me incluyo yo, también puedo hacer algo: me puedo dar autoempatía para satisfacer mi necesidad de empatía.
Por supuesto que algunas veces tenemos una fuerte preferencia a la hora de dar satisfacción a nuestras necesidades. Por ejemplo, cuando se trata de la necesidad de ternura o intimidad, puede ser que esté pensando en una persona en concreto. Pero eso no cambia en nada el hecho de que esa necesidad la puedo colmar a través de múltiples vías.
Cuando decido expresar a una persona mis necesidades, entonces es importante pensar qué palabras escojo. Pero mucho más importantes que las palabras son la actitud y la energía con las que expreso mi necesidad. Quiero explicárselo con un ejemplo. ¿Qué necesidad podría ser difícil de expresar a otra persona?
La necesidad de atención y conexión genera muchas veces conflictos en las relaciones de pareja .
Muy bien, el sentimiento podría ser de soledad. A partir de ahí puedo expresar mi necesidad con tres actitudes diferentes.
Así, una opción es: me siento solo porque mi necesidad de conexión no está satisfecha y llego a ti y te digo algo como “oye, ya llevamos todo el fin de semana juntos en esta casa y no puedo recordar una sola vez en la que hayamos cruzado una palabra … y, sabes, me había hecho muchas ilusiones de pasar estos días juntos. Ya sé que tienes muchas cosas que hacer y que por eso estás todo el día con el ordenador … y no quiero ponerte nervioso, pero hace poco que he leído que la pareja media pasa muy poco tiempo juntos, quiero decir, tiempo verdaderamente compartido …, sabes, y cuando pienso esto, me recuerda a mis padres, ellos tampoco tenían tiempo para dedicarse el uno al otro …”
Gracias, ya es suficiente. Creo que he entendido a qué se refiere:
“no ser pesado”. La verdad es que esta forma de hablar le pone a uno realmente furioso .
Sí, porque cuando estoy en esa energía no tengo la sensación de que mis necesidades sean un regalo. Pienso que tener necesidades significa ser dependiente y vivir una situación de carencia. Entonces me construyo la imagen de un ser humano que no tiene derecho a tener necesidades. Y como me censuro y me prohíbo tenerlas, temo que los demás me enjuicien. Así que me justifico durante dos horas para convencerles. Esto, naturalmente, pone al otro nervioso y reacciona con: “ya, ya, luego”, o algo parecido, lo que me confirma que no tiene ganas de pasar tiempo conmigo.
¿Y cuál es la alternativa eficaz?
Para ello es imprescindible tener conciencia de que nuestras necesidades son regalos. Yo lo llamo energía de Papá Noel, porque suena como: -“Ho, ho, ho, afortunado. De entre los seis mil millones de personas de la Tierra te he escogido a ti para satisfacer mi necesidad de atención y conexión”. Y lo digo en serio. Si contemplamos nuestras necesidades como regalos, le damos al otro la oportunidad de realizar lo que más le gusta hacer a las personas: ayudar a que la vida sea más rica y hermosa. Y como jirafa, sólo quiero que el otro satisfaga mi necesidad si él lo desea. Es difícil de imaginar por qué alguien no querría satisfacer mis necesidades, pero si decide no hacerlo, tendrá sus buenos motivos.
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