Jose Angel Lopez Herrerias - 50 miradas a la educación

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Una selección de las grandes ideas pedagógicas de la historia
La educación siempre ha reflejado los ideales de cada momento y los grandes pensadores de la historia han reflexionado sobre ella.
A través de sus propias palabras podemos reflexionar sobre lo que se considera imprescindible para el ser humano y lo que conviene evitar.
"No hay mayor fama para un hombre que la que él gana con la destreza de sus pies y la fuerza de sus manos". Aunque esta frase se podría atribuir a Steve Jobs, es de La Ilíada de Homero.
Esta cuidada antología nos demuestra que aunque hayan pasado siglos, algunas de las aspiraciones tienen hoy más vigencia que nunca.

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Hayy ibn Yaqzan se dedicó a instruirlos y a revelarles los secretos de la sabiduría. Mas apenas se elevó un poco sobre el sentido exterior y comenzó a describirles verdades contrarias a las que antes habían entendido, se apartaron de él; sus almas tomaron horror a las doctrinas que él traía; en su interior se irritaron contra él, aunque le mostraron buena cara, por su consideración a su carácter de extranjero y por respeto a su amigo Asal. No dejó Hayy de manifestarse benévolo con ellos, día y noche, y de mostrarles la Verdad en privado y en público; pero esto no les produjo otro efecto, que desdén y aversión, no obstante ser amigos del bien y deseosos de la Verdad; solo que ellos por su imperfección natural, no buscaban la Verdad por el debido camino, ni la tomaban por su exacta dirección, ni llamaban a su puerta, sino que querían conocerla por el camino común de los hombres. Desesperó, pues, de corregirlos y renunció a la ilusión de que aceptaran [sus doctrinas]. Examinó, luego, las categorías de los hombres y vio que ‘los de cada categoría, contentos con lo que tienen delante, toman por dios a sus pasiones’, y por objeto de adoración a sus deseos; se matan por poseer las vanidades del mundo, ‘absorbidos por el cuidado de atesorar, hasta que visitan la tumba’; no les aprovechan las advertencias, no les hacen ningún efecto las palabras buenas, la discusión solo les aumenta la pertinacia; no tienen ningún camino para llegar a la sabiduría ni poseen una mínima parte de ella. Están sumergidos en la ignorancia, ‘y los bienes que persiguen han invadido sus almas como la suciedad. Dios ha sellado sus corazones y sus oídos, y sobre sus ojos se extiende un velo. Un gran castigo les espera’. […]

Cuando comprendió la naturaleza de los hombres, que la mayor parte de ellos son como bestias irracionales, conoció que la sabiduría toda, la dirección y la confianza están en lo que los profetas han hablado y la ley contiene, y nada es posible fuera de esto, ni nada se le puede aumentar; pues para cada acción hay hombres y cada cual es más apto para lo que fue creado. […]

Se dirigió, pues, a Salaman y a sus compañeros y les dio excusas por las conversaciones que con ellos había tenido, y les pidió perdón por ellas. Les hizo saber que pensaba igual que ellos, que su regla de conducta era la suya. Le recomendó observar rigurosamente los preceptos tradicionales y las prácticas exteriores, mezclarse poco en las cosas que no les importasen; creer con facilidad las [verdades] oscuras, apartarse de las herejías y de las pasiones, imitar a los antepasados virtuosos y huir de las novedades. Les encargó evitar la negligencia del vulgo respecto a la ley religiosa y su aferramiento a este mundo; los puso en guardia contra el peligro que esto entrañaba. Porque tanto él como su amigo Salaman reconocían que esta clase de hombres rebeldes e incapaces no tenían salvación, sino por tal camino; que si se les apartaba de él, llevándolos al plano elevado de la especulación, se turbarían vehementísimamente, sin poder conseguir, no obstante, el grado de los bienaventurados, se agitarían de un lado para otro, estarían trastornados y tendrían un mal fin; mientras que, si perseveraban en su estado actual hasta la muerte, alcanzarían la salvación y serían de los colocados a su derecha”.1

“Creció el niño en esta isla, libre de animales dañinos, criándose con la lecha de la gacela, hasta alcanzar los dos años de edad. Aprendió a andar y echó los dientes. El niño la seguía, y ella era buena y complaciente con él. Cuando se habían fijado en el espíritu del niño las representaciones de las cosas, una vez desaparecida su percepción actual, nacía en él o el deseo hacia alguna de ellas, o la aversión respecto de otras.

A la vez que todo esto, él miraba a los demás animales y los veía revestidos de pelo de lana o de pluma; observaba su rapidez para la carrera, su fuerza y las armas de que estaban dotados para rechazar al que los persiguiese, como, por ejemplo, los cuernos, los colmillos, los cascos, los espolones, las garras. Luego, contemplándose a sí mismo, veía su desnudez, su falta de armas, su lentitud para la carrera, su poca fuerza respecto de los animales que le disputaban los frutos, que se los apropiaban en contra de su voluntad, y le vencían en la lucha, sin que pudiese repelerlos y escapar de ninguno de ellos. Veía también que a sus compañeros, los hijos de las gacelas, les salían cuernos que primeramente no tenían; que se volvían fuertes en la carrera cuando antes eran débiles. Y en sí mismo no veía nada de esto; reflexionaba a causa de ello y no encontraba la causa. Y al no hallar en sí mismo ningún parecido con los animales, se juzgaba deforme o enfermo. Estas observaciones le afligían y le atormentaban. […]

Como su tristeza por tal causa se prolongase mucho tiempo y, llegando a tener cerca de siete años, desesperase de alcanzar aquellas cosas cuya falta le producía dolor, cogió hojas grandes de árboles, y unas se las uso por detrás y otras por delante, e hizo con las hojas de palmera y de esparto un cinturón que rodeó a su cuerpo, con el cual sujetó las hojas. Tomó ramas de árboles como lanzones, las igualó en sus extremos, las unió por las puntas, y las empleaba contra los animales, con quienes peleaba, atacando a los más débiles y resistiendo a los más fuertes. Entonces concibió cierta idea de su poder y vio que su mano tenía una gran superioridad sobre las garras de los animales, puesto que con ella le era posible cubrir sus vergüenzas y coger bastones con los que se defendía de los seres que le rodeaban, lo cual le permitía pasarse sin armas naturales”.2

“Les encargó evitar la negligencia del vulgo respecto a la ley religiosa y su aferramiento a este mundo; los puso en guardia contra el peligro que esto entrañaba”

“Ya había descubierto Hayy, en sus primeras reflexiones sobre el mundo de la generación y de la corrupción, que la realidad de la existencia de todo cuerpo solo proviene de su forma, o sea, su disposición para los distintos movimientos; y que la existencia que el cuero tiene por parte de su materia, es inconsistente y casi imperceptible. Por tanto la existencia del mundo entero proviene solo de su disposición para el movimiento, dado que por este motor, el cual está libre de materia y de cualidades corpóreas, exento de todo lo que es perceptible por los sentidos o accesible a la imaginación; y si este motor es el autor de los distintos movimientos del cielo, por medio de un acto permanente continuo e ininterrumpido indudablemente ha de tener poder sobre ellos y los ha de conocer”.3

Bibliografía

Ibn Tufail (1948): El filósofo autodidacto, Madrid, Publicaciones de las Escuelas de Estudios Árabes.

11 Santo Tomás de Aquino 1224 1275 La razón impregnada de los contenidos de - фото 28

11

Santo Tomás de Aquino

1224 -1275

La razón impregnada de los contenidos de la fe

La reflexión clásica helena, sobre todo de Aristóteles, y la reflexión cristiana y sus complejos retos intelectuales se combinan para hacer posible la convivencia entre razón y fe. Gran polígrafo y reflexivo pensador, Santo Tomás recoge en su Suma teológica todos los retos acerca de lo real presentes en el contexto cristiano de su época. Apoyado en la reflexión filosófica helena realiza un trabajo ingente para hacer compatible el diálogo entre fe y razón. La dialéctica abierta y explícita de sus razonamientos le convierten en un ejemplo a seguir de claridad reflexiva. También lo es de honestidad intelectual y de respeto a la tradición.

La filosofía escolástica que empieza a enseñarse primero en los monasterios y luego en la universidad tiene como objetivo fundamental, no buscar la verdad, sino entender la ya dada por la revelación. La filosofía es un medio para extender la fe. Toda la cultura medieval se desarrolla en las escuelas monacales. Según los valores de la sociedad medieval, el hijo primogénito se destina a la guerra, como caballero, y a realizar los ideales de la caballería. El segundo se ofrecía a Dios. Estos niños oblatos iban a la escuela monacal, aprendían a leer y a escribir, dos cosas absolutamente necesarias para la oración, que consistía en algunos momentos del día en la lectura de las sagradas escrituras, de los Santos Padres como san Agustín e incluso de otros filósofos antiguos.

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