Mapa 2.6 Suelo artificial en 1990 y 2012. Alicante
Fuente : Elaboración propia a partir de información de Corine Land Cover (IGN).
Uno de los rasgos novedosos de este crecimiento urbanístico es el gran peso que tienen los modelos morfológicos de baja densidad frente al anterior predominio de los modelos de ciudad compacta. Por otra parte, y a diferencia de lo que sucedía en periodos anteriores, una parte importante de la urbanización dispersa en las periferias metropolitanas no corresponde ya a la segunda, sino a la primera residencia. El sistema de ciudades evoluciona a partir del equilibrio entre fuerzas centrípetas o de atracción y centrífugas o de expulsión. Las primeras están relacionadas con las economías externas de aglomeración que, a su vez, se encuentran vinculadas a factores como la concentración de población y trabajadores, el conocimiento, la provisión de bienes y servicios, etc. Las segundas son consecuencia de factores como la congestión y, sobre todo, las rentas del suelo. En la base de todo ello se encuentran acciones y procesos que de manera conjunta y a lo largo del tiempo contribuyen a modificar tanto las funciones como los límites de la ciudad. Tal es el caso de la localización de actividades económicas, las preferencias residenciales de la población, la construcción de infraestructuras y redes de comunicación, etc. Podríamos decir que, en los últimos decenios, se ha producido un cambio en la relación entre ambos tipos de fuerzas que se ha saldado con un mayor peso de las tendencias descentralizadoras, dando lugar a un modelo de ciudad más extensa territorialmente, más laxa en cuanto a densidades, con un mayor peso demográfico y territorial de las periferias, y con límites más imprecisos o «difusos» (Indovina y Nel·lo, 2012).
Esto significa que en el proceso de artificialización del territorio valenciano han predominado las formas urbanas discontinuas, ya que el tejido urbano continuo supone solo un 26 % del nuevo espacio urbanizado, mientras que el tejido urbano discontinuo es un 33 % del total, al que deben sumarse los nuevos espacios industriales y comerciales aislados, con un 39 % adicional. Territorialmente, el crecimiento urbanístico en la Comunitat Valenciana ha sido sobre todo intenso en las zonas próximas a las principales áreas urbano-metropolitanas (entornos de Castellón-Vila-real hacia Onda y Alcora, a lo largo del eje Sagunto a Segorbe, así como en las proximidades del área metropolitana de Valencia, Alicante y Benidorm), pero también a lo largo de los principales ejes de comunicación y, sobre todo, en los espacios litorales, en particular en el cordón litoral desde el sur de Valencia por toda la costa alicantina, y desde la capital hasta Castellón. La presión turística e inmobiliaria, ambas asociadas, ha hecho que en la Comunitat Valenciana, entre 1987 y 2011, se artificializaran 3,9 km de costa al año, 2de forma que al finalizar este periodo el porcentaje de costa artificial ascendía al 60 % del total (Observatorio de la Sostenibilidad, 2016).
Estas transformaciones han generado un proceso de mutación de los espacios rurales valencianos, que han visto acelerada su incorporación a los entornos urbanos, desde el punto de vista tanto físico como funcional, pues se ha producido en ellos un aumento de la construcción vinculada a la urbanización dispersa residencial, con el consiguiente aumento de los desplazamientos desde estas zonas por motivos laborales a los mercados de trabajo, localizados generalmente en áreas urbanas, así como una ocupación estacional que viene asociada a la existencia de «ciudades fantasma» durante parte del año.
Por otra parte, la expansión del espacio urbanizado en baja densidad en las periferias urbanas y en los espacios interurbanos ha producido la ampliación física de las ciudades y la formación de continuos urbanos más extensos y laxos. Dado que uno de los criterios básicos para la delimitación de las unidades urbanas es la continuidad del espacio edificado, este proceso ha dado lugar al surgimiento de nuevas realidades urbanas, espacios urbanizados continuos que superan los límites municipales y que amplían territorialmente una realidad urbana que antes quedaba restringida a los espacios metropolitanos. Esta situación resulta relevante dado que supone la consolidación de los fenómenos de dispersión y fragmentación del espacio urbano y de las consecuencias asociadas a ello, fundamentalmente el aumento de la movilidad diaria.
En consecuencia, si aplicamos para la delimitación de los espacios urbanos los criterios utilizados en el Plan de Desarrollo Urbanístico de 1995, 3basados en la continuidad del espacio edificado, vemos que entre 1990 y 2011 se ha producido un aumento espectacular en el número y extensión territorial de las denominadas áreas urbanas integradas (AUI) de carácter supramunicipal ( mapa 2.7). Así, en 2006 era posible identificar ya 36 AUI valencianas frente a las 7 identificadas a principios de los años noventa y las 29 del año 2000. Estas 37 áreas contaban con un total de 183 municipios que sumaban 3.523.438 habitantes, es decir, un 72 % de la población regional. Los continuos urbanizados se concentran en torno a la segunda y tercera coronas metropolitanas de Valencia, lo que apunta a la formación de una región urbana cada vez más extensa que puede llegar a fusionarse, con el tiempo, con Castellón por el norte y con Gandía y Xàtiva por el sur. En la mitad meridional de la región, predominan las áreas urbanas de las ciudades medianas (Ontinyent, Alcoi, Elda-Petrer y Elx, además de Alicante), a lo que hay que añadir, como fenómeno emergente aunque de menor entidad territorial, la formación de conurbaciones en la Vega Baja del Segura y la Marina. En las áreas industriales de la mitad meridional de la región, desde la Vall d’Albaida hasta l’Alacantí, el fenómeno predominante es todavía la ampliación territorial de las ciudades medianas que incorporan los municipios próximos por crecimientos urbanísticos tanto compactos como, cada vez más frecuentemente, discontinuos.
Junto a la intensificación y extensión del proceso de urbanización, un segundo cambio territorial de enorme relevancia es el aumento de la movilidad de la población, que ha supuesto un importante salto de escala en la delimitación de las áreas urbanas. Este proceso está estrechamente relacionado con otras transformaciones territoriales, algunas de ellas iniciadas ya en etapas anteriores, pero que se profundizan e intensifican en el último decenio del siglo XX. Por un lado, la redistribución geográfica de la población ha conducido a una pauta de crecimiento más descentralizada, lo que ha permitido una cierta recuperación demográfica de parte del interior agrícola no industrializado, así como la intensificación y difusión territorial de los procesos de suburbanización. Por otro lado, la desconcentración geográfica de los empleos en los entornos metropolitanos ha intensificado la movilidad residencia-trabajo, lo que ha dado lugar a mercados locales de trabajo ampliados (Salom y Casado, 2007). En tercer lugar, la mejora de la accesibilidad en las comarcas interiores, derivada principalmente de las actuaciones incluidas en el Primer (1988-1995) y, en menor medida, Segundo Plan de Carreteras (1995-2002), ha reducido las distancias-tiempo y ha facilitado los desplazamientos.
Mapa 2.7 Áreas urbanas integradas supramunicipales en A) 1990, B) 2000, C) 2006
Fuente : Elaboración propia según la Conselleria d’Obres Públiques (1995) y Salom (2008).
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