1 ...6 7 8 10 11 12 ...17 FIGURA 2 Desarrollo del turismo y formación de vínculos económicos
Fuente: elaboración propia a partir de Williams y Lew (2015)
Por todo ello, actualmente ha aparecido una nueva forma de entender el desarrollo turístico, que además del aspecto económico también incorpora las variables medioambientales y sociales, cristalizando en el concepto de desarrollo sostenible (Vogeler y Hernández, 2000). Sin embargo, la preocupación por la sostenibilidad en el desarrollo turístico no sólo ha venido dada desde instancias internacionales, como la Organización Mundial del Turismo (OMT), sino también desde ámbitos locales, comarcales, regionales y nacionales (Yunis, 2003; Bravo, 2004). No se puede olvidar que la experiencia turística, y por consiguiente la satisfacción obtenida con el viaje, no se limita meramente al viaje sino que, siguiendo a Williams y Lew (2015), está compuesta por una serie de fases sucesivas:
a) Planificación del viaje. En esta fase se recoge información sobre posibles destinos a través de los diferentes medios (internet, revistas especializadas y generalistas, periódicos, etc.), así como de las opiniones y comentarios de otros viajeros y de las redes sociales.
b) Selección del destino. Una vez recogida la información, se coteja con los motivos para viajar y costes que esto conlleva, y tras comparar las alternativas se procede a elegir un destino determinado.
c) Preparación del viaje. En esta fase se hacen las pertinentes reservas de transportes, hoteles y actividades.
d) Viaje al destino. Se realiza el viaje y se realizan las actividades previstas y otras no planificadas de antemano.
e) Recuerdos del viaje. Una vez realizado el viaje, puede rememorarse el mismo individualmente o junto a otras personas a través de las fotos, películas y videos, de la lectura de los libros y guías y de los artículos comprados.
Para finalizar este apartado consideramos relevante destacar. En primer lugar, los territorios de interior han ido potenciando actividades de ocio como estrategia de diversificación y el turismo en sus amplias modalidades es un buen dinamizador económico y social de estos espacios. En segundo lugar, los espacios interiores ofrecen una amplia potencialidad para poner en valor sus recursos culturales, patrimoniales y naturales. En tercer lugar, los turistas interesados por la cultura y el patrimonio son amplios y diversos, lo que permite diseñar productos turísticos a medida; en base a la disponibilidad y especificidad de los recursos del territorio. En cuarto lugar, el desarrollo turístico de los espacios interiores debe ser sostenible, es decir planificado a largo plazo, en colaboración con todos los agentes implicados y sobretodo la comunidad local y contribuyendo a la sostenibilidad económica, social y medioambiental del lugar.
1. Se generan efectos de arrastre hacia otras actividades productivas locales, tales como restaurantes y bares, pequeños comercios, construcción, producciones agrarias y artesanales (Martín, 2000).
2. Un ejemplo es el aumento del número de concejalías dedicadas al turismo en los ayuntamientos. Así, por ejemplo, en algunas comarcas catalanas como el Bages se ha pasado de 7 en 2003 a 11 en 2011. O en la Cerdanya, de 3 a 10 en estos mismos años.
3. Algunos autores arguyen que esta inflación queda compensada por el aumento de los ingresos generados gracias a los turistas y a los beneficios obtenidos por los propietarios con el aumento de las plusvalías y los márgenes comerciales (Wall y Mathieson, 2006).
2 Marco conceptual
Gemma Cànoves
Elena De Uña
Montserrat Villarino
2.1. Conceptos, nexos y conexiones: territorio y destino turístico; innovación y competitividad; sostenibilidad y desarrollo sostenible del turismo; clúster turístico
2.1.1. Territorio y destino turístico
El presente trabajo analiza como en los territorios de interior están emergiendo unos clústeres alrededor de los nuevos productos turísticos, que ayudan con mayor o menor intensidad al desarrollo local. Ante dichas circunstancias, para que este turismo sea sostenible, teniendo en cuenta la propia resiliencia del destino, es necesario disponer de un sistema de indicadores que sean actuales, prácticos, operativos, evolutivos, fáciles de usar e interrelacionados, y que ayuden a obtener una visión global de su evolución y de su sostenibilidad (Gallego et al ., 2013).
En palabras de Valls (1998:34) se entiende por destino turístico un «espacio geográfico determinado, con rasgos propios de clima, raíces, infraestructuras y servicios, y con cierta capacidad administrativa para desarrollar instrumentos comunes de planificación, que adquiere centralidad atrayendo a turistas mediante productos perfectamente estructurados y adaptados a las satisfacciones buscadas, gracias a la puesta en valor y ordenación de los atractivos disponibles; dotado de una marca y que se comercializa teniendo en cuenta su carácter integral». Por ello es necesario que los agentes relacionados con el turismo, tanto privados como públicos, puedan abordar la gestión de los flujos turísticos y la organización de los destinos desde una perspectiva coherente, integrada y sostenible (Vázquez, 2005; Gutiérrez, 2013).
Así pues, un destino turístico es un sistema formado por un conjunto de elementos de carácter físico y estático –recursos, atractivos turísticos e infraestructura de apoyo– y de carácter dinámico y relacional –los actores y sus conexiones– (Muñoz, 2012), donde los avances en la comprensión de los factores que determinan su sostenibilidad son fundamentales.
En el ámbito académico se han sucedido distintos modelos teóricos para representar este complejo sistema, con toda su implicada red de interacciones. Entre las aportaciones más significativas realizadas sobre la conceptualización y modelización de los destinos turísticos 1, destacan los trabajos de Dredge (2006), que ha recopilado los sistemas turísticos desde el punto de vista de la planificación y el diseño de los destinos, clasificándolos en tres categorías: modelos de viajes turísticos, modelos estructurales y modelos evolutivos. A su vez, Pearce (2012) los ha analizado como clústeres, como redes, como sistemas y como constructos sociales. Otros autores también han incorporado el análisis de redes sociales a sus estudios sobre los sistemas turísticos (por ejemplo, Paulovich, 2002; Prats, 2005; Dredge, 2006; Pforr, 2006; Merinero y Pulido, 2009; Merinero, 2011; Muñoz, 2012; Prat, 2013). En esta línea, Prats (2005) propone un modelo denominado «Sistemas Locales de Innovaciones Turísticas» (SLIT), en el que el territorio es una construcción colectiva, no necesariamente ligada a la proximidad geográfica ni a la aglomeración, en donde se generan interacciones entre los distintos agentes turísticos. Sin embargo, aunque existen múltiples modelos teóricos de sistemas turísticos 2, el más generalizado en estos últimos años es el propuesto por Leiper (1979), que ha sido citado y adoptado por diversos autores (entre otros, Hall, 2000; Petrocchi, 2001; Pérez et al ., 2003; Cooper et al ., 2008).
Se trata de un modelo de enfoque espacial que presenta el sistema del turismo de una forma simple, con elementos e interrelaciones. En dicho modelo 3el sistema está formado por los turistas, los agentes turísticos y los espacios utilizados; todos ellos condicionados por el macro-entorno humano, político, socio-cultural, económico y medio-ambiental. Sea cual sea el modelo de sistema turístico elegido; en los destinos más consolidados se pueden observar unos referentes básicos que se han sucedido de forma común a lo largo de las últimas décadas. Estos son, desarrollo, adaptación, competitividad, calidad y sostenibilidad (Velasco, 2008). Así, los agentes turísticos están cambiando su estrategia teniendo en cuenta las nuevas necesidades de la demanda, los impactos medioambientales, socioculturales y económicos que generan los visitantes y la propia resiliencia del territorio; con el objetivo de singularizar su oferta, revalorizar el papel del espacio y desarrollar redes de cooperación (García Hernández, 2014; Horrach, 2014).
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