1 ...7 8 9 11 12 13 ...17 En este nuevo contexto, los sistemas turísticos, entendidos como un conjunto de elementos interrelacionados, según lo planteado por la Teoría General de Sistemas 4, y donde convergen elementos naturales y antrópicos, se encuentran influidos por diferentes variables. Entre ellas cabe destacar: las inversiones necesarias; el empuje de los nuevos emprendedores; la mayor o menor facilidad crediticia para las empresas y autónomos; la competencia; el mercado laboral; el nivel de formación de la población; el paisaje; el patrimonio existente en el territorio; la seguridad del destino; el nivel de las infraestructuras de acceso y de los servicios; las políticas y estrategias gubernamentales; el interés de los diferentes agentes (comunidad local, asociaciones, organizaciones empresariales, instituciones públicas, empleados del sector, etc.) y los cambios en la demanda turística (Gunn, 1994; Gallego et al., 2013; Prat, 2013).
En la actualidad los territorios de interior han multiplicado las estrategias orientadas a la explotación turística de sus recursos naturales y culturales. Dicha estrategia favorece la valorización y la protección del paisaje 5(Vázquez, 2005; Díez, 2013) y ayuda a garantizar que el desarrollo de la actividad turística no suponga una amenaza para el paisaje y la biodiversidad (Díez, 2013) permitiendo integrar el uso turístico de estos espacios y la conservación de los recursos (Ivars, 2001).
En cuanto a la valorización de los recursos culturales, hay que tener muy presentes dos aspectos fundamentales: la rehabilitación y puesta en valor del patrimonio cultural y su interpretación. La rehabilitación y puesta en valor de este patrimonio permite mantener en condiciones óptimas unas instalaciones y monumentos que se han ido degradando con el paso del tiempo. Sin embargo, con la actual crisis económica, las partidas presupuestarias destinadas a realizar inversiones en materia de rehabilitación del patrimonio se han reducido drásticamente y la elección debe ser analizada con detalle, debiéndose tener muy en cuenta aspectos como la singularidad y atractivo del recurso, la accesibilidad, la potencial afluencia de público, la seguridad del entorno y el nivel de conservación previo (Díez, 2013).
Por su parte, la interpretación «in situ» del patrimonio se basa en seis principios básicos: presentar unos mensajes interesantes, atractivos y cercanos; imaginar o revivir los acontecimientos ocurridos en una determinada época; dar una información veraz e inteligible; proponer una idea central que envuelva toda la escena y el discurso interpretativo; disponer de personal-guía con la adecuada preparación; preparar demostraciones, talleres, seminarios y exposiciones; señalizar rutas; editar folletos y guías de viaje; y utilizar las herramientas TIC para itinerarios autoguiados (audio guías y guías para telefonía móvil), audiovisuales con medios sensoriales (sonidos, luces y olores), imágenes tridimensionales, paneles interpretativos, etc. (Solsona, 2009; Díez, 2013). La Figura 3, resume de forma sintética el planteamiento que se ha presentado.
FIGURA 3 Esquema de las interrelaciones entre patrimonio y turismo
Fuente: elaboración propia
Llegados es este punto, es importante señalar las diferencias entre atractivo turístico, recurso turístico, producto turístico y destino turístico (Figuras 4 y 5). Así, siguiendo a Navarro (2015), el atractivo turístico puede definirse como el conjunto de bienes materiales e inmateriales que están a disposición del ser humano (patrimonio) y que por su atracción son susceptibles de convertirse en una atracción turística. A su vez, un recurso turístico es el conjunto de bienes y servicios con características relevantes y que por medio de la actividad humana hacen posible la actividad turística con el objetivo de satisfacer las necesidades de la demanda. Así mismo, un producto turístico es el conjunto de bienes y servicios que conforman la experiencia turística del visitante y que satisfacen sus necesidades. Por ello, el producto turístico engloba los recursos turísticos convertidos en atracción turística, los alojamientos turísticos y los restaurantes, dentro de la experiencia vivida, incluyendo la obtención de información previa al viaje, la comparación de destinos y de ofertas, la planificación del viaje, la reserva de transportes y alojamientos, la información obtenida sobre el destino escogido, las guías turísticas, el propio viaje, la interacción con la población local y, finalmente, compartir la experiencia (fotos, vídeos, comentarios en las redes sociales, etc.). Finalmente, el destino turístico es el espacio físico donde se encuentran los productos turísticos, los recursos turísticos y las actividades de soporte. Por ello en esta investigación, consideramos que el valor de los territorios de interior para su desarrollo turístico se basa en la creación y valorización de los mismos como destino turístico.
FIGURA 4 Esquema de las relaciones patrimonio-producto-destino turístico
Fuente: elaboración propia
FIGURA 5 Esquema global de conceptos turísticos
Fuente: elaboración propia
2.1.2. Innovación y Competitividad
En este apartado nos centramos en los conceptos de innovación y competitividad de un destino turístico. Según la OCDE (2010), innovación es la búsqueda, diseño, desarrollo y comercialización de nuevos productos y procesos; incluyendo los procedimientos y las estructuras organizativas. Abernathy y Clark desarrollaron en 2002 un modelo basado en la evolución de la innovación turística 6, donde se consideraban cuatro tipos de innovación: la regular, el nicho, la revolucionaria y la estructural. En el primer caso, el objetivo es mejorar los procedimientos y procesos, la calidad y la productividad. En el segundo, el nicho, se orienta a establecer nuevas alianzas comerciales, facilitando la entrada de nuevos emprendedores y creando nuevos productos a partir de la combinación de otros ya existentes. En el tercero, la revolucionaria, se orienta a aplicar nuevas tecnologías y nuevos métodos. En el cuarto, el objetivo es realizar una renovación profunda, redefiniendo las infraestructuras físicas y legales, estableciendo centros de excelencia y poniendo en marcha un nuevo marketing.
Por otra parte, la elección de un destino turístico supone para el turista la renuncia a ir a otros destinos potenciales, de ahí que la competitividad sea uno de los objetivos prioritarios de los destinos. No basta con que el destino posea ventajas comparativas sino que es necesaria, una gestión eficiente de sus recursos para que se conviertan en ventajas competitivas (Sánchez Rivero, 2006).
Para Murphy (2000), la competitividad de un destino turístico puede definirse como un conjunto de productos y oportunidades que se combinan para formar una experiencia global del territorio visitado. Por su parte, Hassan (2000) la define como «la capacidad del destino para crear e integrar productos con valor añadido que sostienen sus recursos, al tiempo que mantienen su posición en el mercado en relación a sus competidores» (Hassan, 2000: 239). A su vez, D’Harteserre, (2000) señala que la competitividad es «la capacidad de un destino para mantener su posición en el mercado (…) y mejorarla a lo largo del tiempo» (D’Harteserre, 2000:23). Por su parte, Crouch y Ritchie (1997) sostienen que el análisis de la competitividad debe centrarse en la prosperidad económica del destino y Dywer et al . (2000) consideran fundamental la competitividad en precios. Otros autores, como Schmalleger y Carson (2008) o Pedreño y Ramón (2009), resumen la competitividad como la capacidad de adaptación ante condicionantes cambiantes del entorno, por lo que las nuevas tecnologías de la información desempeñan un papel crucial no sólo como medio de conocimiento y pago de viajes y estancias sino también como modo de interactuar los turistas con los recursos y con la comunidad local.
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