Teresa Zapata Fernández de la Hoz - La Corte de Felipe IV se viste de fiesta

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La entrada solemne de Mariana de Austria, hija del emperador Fernando III, en la Villa y Corte el 15 de noviembre de 1649 fue el acontecimiento político, social, artístico y festivo más importante de la primera mitad del siglo XVII, con el que el ayuntamiento le dio la bienvenida y le hizo entrega de las llaves de la ciudad. Monumentales arcos de triunfo, galerías con estatuas, montes parnasos, templetes, árboles genealógicos, carros triunfales se levantaron a lo largo del itinerario real, realizados por los mejores arquitectos, pintores y escultores de la Corte, que crearon fastuosas arquitecturas de materiales perecederos, decoradas con cuadros, estatuas doradas o plateadas, emblemas, inscripciones y poesías en latín y castellano, que durante unas horas transformaron la humilde Villa de Madrid en una ciudad monumental, fantástica, soñada.

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Desde un primer momento, Felipe IV no deseaba que el rey de Hungría y Bohemia acompañara a su futura esposa hasta España, por lo que, fundándose en razones de conveniencia política para ambas casas, escribió el 4 de mayo al conde de Nájera para que disuadiera al emperador de tal propósito y expusiera al rey, su sobrino, las mismas razones para que únicamente viajara hasta Trento. 12 Fernando III que por el contrario había manifestado su interés en que su hijo llegara a España y saludara a su tío, parece que hizo caso omiso del deseo del monarca español.

Mariana y su séquito atravesaron Austria, Estiria, Carintia y el condado del Tirol, hasta Trento, última de sus ciudades, donde llegaron el 20 de noviembre en jornadas de unas 30 leguas. Después de ser recibida con un arco triunfal, fiestas y agasajos, la futura reina de España pasó al palacio del príncipe Carlos Emmanuel Madruci, donde permanecería hasta el 19 de mayo de 1648, «pasando el invierno», nos informan las relaciones.

Efectivamente, Felipe IV deseaba que Mariana viajara por mar con las «brisas de enero», por lo que el emperador adelantó la fecha de la partida a Trento, lugar de las entregas, donde la casa de la reina debería estar esperándola. Sin embargo, los diferentes percances acaecidos durante el viaje de los criados de Mariana desde Madrid a ese punto, retrasaron notoriamente la fecha de su llegada, por lo que la reina tuvo que permanecer en Trento bastante más tiempo del previsto.

VIAJE DE LA CASA DE LA REINA Y DE DIEGO VELÁZQUEZ DE MADRID A TRENTO

El viaje de los criados nombrados por el rey para formar la futura casa de la reina, 13 encabezada por el duque de Nájera y Maqueda, Jaime Manuel de Cárdenas, gentilhombre de la cámara del rey, nombrado por Felipe IV superintendente de la jornada y mayordomo mayor de la reina, comenzó el 16 de noviembre desde la corte al puerto de Málaga, con la partida de mayordomos, pajes y caballerizos. Dos días después, salió el duque y los demás miembros de la casa, entre los que se encontraban Gaspar de la Cueva y Mendoza, marqués de Bedmar, gentilhombre de cámara del rey, nombrado mayordomo de Mariana; don Francisco de Buitrago, aposentador; el cardenal Alessandro Peretti di Montalto; el propio Mascareñas, como sumiller de cortina y capellán mayor; los capellanes de honor, ayo, secretarios, dos doctores y otros cargos y oficios. 14 Además, es importante recordar que, según el pintor y teórico Antonio Palomino, acompañando al duque en este viaje iba también otro miembro de la casa del rey, su pintor y ayuda de cámara,

Diego Velázquez, enviado por Felipe IV a este su segundo viaje a Italia con una embajada extraordinaria para el Papa Inocencio X, y con el encargo de comprar pinturas, estatuas antiguas y vaciados de obras clásicas para decorar el Palacio Real.

Palomino nos dice que Velázquez [fig. 10] partió de Madrid «por el mes de noviembre del dicho año de 1648», embarcándose en Málaga con el duque de Nájera, «que iba a Trento a esperar a la Reina nuestra señora Doña María Ana de Austria». 15 El 25 de dicho mes, el monarca mandó que se le entregara un coche y una acémila para que pudiera acompañar al duque en su viaje a Italia, 16 sin embargo, su nombre no figura entre los que incluye Mascareñas, seguramente porque Velázquez no formaba parte de la casa de la reina y porque, aunque ostentara el cargo de pintor de cámara y de ayuda de guardarropas y de cámara, nuestro admirado pintor oficialmente no dejaba de ser un criado menor del rey, carente de título nobiliario o de caballero y, como tal, menos interesante para el autor de la relación. Para nosotros, sin embargo, no cabe duda de que el relato de este viaje por tierra y por mar hasta Italia cobra un interés especial.

Fig 10 Diego Velázquez Autorretrato Valencia Museo de Bellas Artes La - фото 11

Fig. 10. Diego Velázquez, Autorretrato . Valencia, Museo de Bellas Artes.

La elección del puerto de Málaga se debió a que, por una parte, Cataluña todavía estaba en guerra y Barcelona en manos de los franceses; por otra, a la epidemia de peste en Valencia y Alicante. El itinerario que siguieron fue Valdemoro, Ocaña, Tembleque, Consuegra, Manzanares, Villanueva de los Infantes, Villamanrique, San Esteban del Puerto, Linares, Andujar, Castro del Río, Montilla, Roda, Antequera, Ventas de Tendilla y, por último, Málaga, viaje accidentado a causa de las intensas lluvias, que retrasó la llegada hasta el 7 de septiembre. Según Salort, el viaje se hizo por Granada, lo que apoyaría la atribución a Velázquez del dibujo de la Biblioteca Nacional, Vista de Granada , que pocos consideran suyo. Sin embargo, tanto Mascareñas como León y Xarava indican el mismo itinerario, por lo que parece que hay que descartar el paso del pintor por esa ciudad, al menos en esta ocasión.

La misma noche del 7 arribaron las galeras que, al mando de Luis Fernández de Córdoba, gentilhombre de don Juan José de Austria, nombrado gobernador de la flota, los llevaría a Génova: la patrona de España, Nuestra Señora de Guadalupe, San Genaro y San Juan de Nápoles .

Con motivo de la llegada de la casa a Málaga, el canónigo doctoral de la iglesia de la ciudad organizó un recibimiento al duque de Maqueda y sus acompañantes, del que ha quedado constancia en una relación de la época. 17 Entre los preparativos de la jornada de Italia y el mal estado de la mar, no zarparon hasta el 21 de enero de 1649, sumándose a las cuatro galeras una nave genovesa, Nuestra Señora de la Concordia , fletada por orden del rey a fin de poder acomodar a toda la gente, su ropa y la que iba destinada a su futura esposa.

Mascareñas nos informa de los criados principales que se embarcaron en cada nave, y dice que en la patrona, que hacía de capitana, además del duque, sus criados y el gobernador de las galeras, iban «otras personas particulares, que passavan a Italia, sin dependencia de la casa», 18 entre las que se encontraría Diego Velázquez.

A las cinco de la tarde zarpó la capitana seguida de las demás embarcaciones, dando principio a la travesía por el Mediterráneo, muy accidentada desde su inicio. La primera noche la fuerza del viento rompió las antenas de los trinquetes de la Guadalupe y de San Genaro, y, la segunda, divisaron un navío turco que, creyendo que se trataba de galeras de guerra, se dirigió a por ellos, hasta que se percató del error y huyó. Con vientos favorables pasaron por Cartagena, Alicante, Moraina, Javea y Denia, donde atracaron el 25 para arreglar las antenas. Continuaron el 29 por el Golfo de Valencia –Cullera, Oropesa, Peñíscola– hasta el puerto de los Alfaques, en Tortosa, donde llegaron felices el 31 por haber superado el temido golfo.

Tramontanas y nieves impidieron continuar el viaje hasta el 6 de febrero, que partieron a la ensenada de Salou y desde allí a Tarragona, lo que impidió una vez más el mal tiempo, que les obligó a regresar a la más protegida playa de Salou. Con viento maestre de tramontana, «dado los trinquetes y a poco rato las velas mayores», 19 pasaron el 10 por segunda vez delante de Tarragona, y, navegando todo el día, parte a vela y parte a remo, descubrieron Montserrat, saludando a la milagrosa imagen de la Virgen con cuatro salvas cada galera, como era acostumbrado. Fondearon en la playa al pie de la montaña de Montjuic, a la espera de la autorización para atracar al día siguiente en el muelle de Barcelona, autorización que les fue denegada por existir indicios de peste en las costas de Valencia, de donde venían, y por considerar que el pasaporte que llevaban no ordenaba que se les dejara atracar, salvo en caso de necesidad. Dado que las relaciones con los franceses no atravesaban su mejor momento político, decidieron continuar a fin de no retrasar más el viaje y porque «del enemigo se ha de seguir siempre el primer consejo». 20 Fondearon en el puerto de San Feliú, no sin dificultad por lo embravecido de la mar y los vientos en contra, y, el 14, arribaron a Palamós, también francés, cuyo gobernador reconoció el pasaporte del rey y les permitió fondear y aprovisionarse de agua, leña y cuanto necesitaban, negado por el gobernador de Barcelona.

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