Felipe IV había salido de Madrid el primero de octubre, acompañado de su hija la infanta María Teresa, hacia el convento del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, para desde allí, llegado el momento, salir a recibirla a Navalcarnero y regresar en su compañía al Real Sitio. El 6 partió del monasterio para ver pasar a la reina «de rebozo» antes de que llegara a Navalcarnero, retornando a dormir a Brunete. Al día siguiente efectuó su entrada en la villa acompañado de los miembros más distinguidos de la corte, y se dirigió a la casa palacio de Miguel González Ollero, presbítero de Navalcarnero, donde se alojaba Mariana. Allí tuvo lugar el primer encuentro de los esposos, que fue muy breve y sin palabras, porque a continuación tenían que salir hacia la capilla preparada para recibir las bendiciones conyugales o velaciones, 78 ceremonia que celebró el arzobispo de Toledo, Baltasar de Moscoso y Sandoval, asistido por el patriarca de la Indias, Alonso Pérez de Guzmán, limosnero mayor de Felipe IV.
El lugar donde se celebró esta ratificación del matrimonio por poderes de Felipe IV y su sobrina Mariana de Austria en Navalcarnero no se indica con claridad en las fuentes. En la Noticia se dice únicamente que fue en la capilla preparada para la ocasión; en una relación específica sobre las velaciones y fiestas en Navalcarnero se narra que después del breve encuentro «llegaron al puesto , donde acompañados de raro lucimiento, estaba el eminentisimo señor don Baltasar Moscoso y Sandoval […], arzobispo de Toledo y primado de las Españas, que venerable, llorando de regocijo, dio a sus majestades las bendiciones conyugales, con la grandeza y ceremonia que en el acto igual se requieren», 79 acompañado del limosnero y capellán mayor del monarca, don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno. La reina iba vestida de noguerado y plata, y el rey de pardo con tres guarniciones de plata, mientras que los nobles lucían lujosas libreas y adornos.
Algunos autores han supuesto que se había celebrado en la capilla de la Inmaculada Concepción de la iglesia parroquial, 80 lo cual parece poco probable cuando el autor anónimo de la relación lo omite, mientras que, al referirse a la mañana de la partida de los reyes, escribe: «salieron sus magestades en publico a oir misa en la iglesia Mayor del lugar, oyendola en una capilla celeberrima, labrada a imitación del Sagrario de Toledo, es de notar que es también de nuestra señora una imagen milagrosa y debotisima […]». 81 El hecho de que en las tapias de la antigua casa del presbítero Miguel González Ollero, situada en la calle de la Cadena, hoy de Felipe IV, se conserven cuatro inscripciones esculpidas en piedra berroqueña aludiendo a las bodas [« sic »] reales allí celebradas, 82 ha llevado a otros autores a afirmar que la ceremonia se celebró allí. Otra posibilidad sería que en la plaza del pueblo se hubiera levantado un tablado para la celebración, como un altar o capilla al aire libre, donde tanto el acompañamiento oficial de ambos cónyuges como los habitantes de Navalcarnero pudieran asistir a la ceremonia.
El concejo de Navalcarnero, pequeña localidad cercana a Madrid, celebró este acontecimiento extraordinario en la historia de la villa con danzas de cascabel y de cuenta, y por la tarde se representó una comedia para los reyes en la casa palacio, cuyo título no se indica en las relaciones; al día siguiente se corrieron toros en la plaza mayor, donde toreó a caballo Francisco Montes de Oca, caballero de Santiago, y ayuda de Cámara del monarca, uno de los más conocidos rejoneadores de la corte por su valentía y destreza. Caída la noche hubo luminarias y castillos de fuegos artificiales, que ardieron durante gran parte de las dos noches que el nuevo matrimonio y su séquito pasaron en este municipio, durante las cuales tanto la nobleza que venía acompañando a Mariana como la de Felipe IV tuvieron oportunidad de lucir sus lujosas galas, que, como era habitual, el autor de la relación se recrea en su descripción. El 9 de octubre, fecha de la partida hacia El Escorial, los reyes oyeron misa en la capilla de la Inmaculada Concepción de la parroquia de la villa, Nuestra Señora de la Asunción.
La capilla, que se supone inaugurada en 1644, fecha que figura en la inscripción de su portada [fig. 19], no alcanzó su aspecto actual hasta años después. 83 De época posterior es también el bello y suntuoso enmarque de la portada, una moldura de madera dorada decorada con hojarasca y doce espejos pintados con los símbolos lauretanos, que suelen acompañar a la representación de la Inmaculada. 84 Un águila bicéfala con corona imperial y un espejo en su pecho con el anagrama de la Virgen, corona imperial y dos palmas cruzadas, se yergue sobre la clave del arco, ocultando parte de las inscripciones de fecha anterior.
Fig. 19. Capilla de la Inmaculada Concepción . Navalcarnero (Madrid), iglesia parroquial.
Por la presencia del escudo de los Habsburgo en lugar eminente, es decir de la familia imperial de Mariana, parece razonable suponer que esta decoración se añadiera como homenaje a la reina, en recuerdo de las velaciones celebradas en la villa y la misa a la que los reyes asistieron después en esta capilla. Desde el punto de vista iconográfico, con este bello enmarque se querría manifestar también el apoyo de Mariana, del imperio, a la proclamación del dogma de la Inmaculada, en cuya consecución Felipe IV estaba empeñado. 85
De camino hacia El Escorial, pararon a comer en Valdemorillo y se detuvieron en el palacio de La Granja, donde les esperaba la infanta María Teresa con sus damas, quien les obsequió con una merienda en el claustro. A continuación, partieron todos hacia el monasterio. Anochecido llegaron a la villa, donde encontraron el camino hasta el monasterio alumbrado por numerosas luminarias, «que pudo andarse sin embarazo». Más luminarias se repartían por los pretiles de la lonja y por los chapiteles que coronaban sus altas torres, lo mismo que el pórtico de la iglesia, de las que las fuentes dicen que eran 1.230 luminarias.
Del interior de la iglesia sobresalían los 24 candelabros de plata, repartidos a uno y otro lado de la nave central, con cincuenta luces cada uno en disminución dibujando una pirámide de fuego, coronados por un vaso de bronce con un ramo de flores. Un número «casi infinito de luces» destacaba la parte principal de la iglesia: el altar mayor, el retablo y el tabernáculo, en particular éste último, iluminado mediante un arco de 16 pies de altura [4,88 m.], que superaba su altura, 86 con numerosas luces, apoyado sobre dos pilastras, que a su vez descansaban sobre un pedestal formado por ocho gradas, dispuestas sobre la mesa del altar, con 50 luces cada una, más seis círculos de 40 luces cada uno, desde el pedestal hasta la clave del arco. En cuanto al retablo, las luces se repartían por sus cuatro calles, basas y capiteles, lo que permitía apreciar sus pinturas. Por último, dos hileras de luces perfilaban los impresionantes monumentos funerarios de los reyes. Después de asistir a un « Tedeum Laudamus» , los reyes y la infanta se dirigieron por la sacristía al palacio.
En los días siguientes, los monarcas visitaron detenidamente las dependencias del monasterio; salieron al campo, disfrutaron con representaciones de comedias, asistieron a ceremonias religiosas y Mariana pudo contemplar las mejores reliquias que atesoraba el monasterio, que la reina aumentó con la donación del cuerpo de santa Beatriz, recibido en Milán del legado del Papa. 87 El 3 de noviembre, terminada la celebración religiosa de la fiesta de Todos los Santos, la familia real abandonó el Escorial en dirección a Madrid. Después de comer en Torre de Lodones [actual Torrelodones] y dormir en el Real Sitio del Pardo, llegaron por la tarde al Buen Retiro donde fueron aclamados por gran número de súbditos que les esperaban, pasando al palacio antes de anochecer. Aquí esperarían hasta el 15 de noviembre, día señalado para la entrada pública, cuando todo estuviera a punto para el gran recibimiento oficial.
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