La estancia en Milán se prolongó hasta el mes de agosto, seguramente aguardando a que el viaje por mar estuviera dispuesto. Durante este tiempo, la reina visitó conventos y recibió a nobles y grandes señores, entre los que se encontraba el legado del Papa Inocencio X, cardenal Ludovico Ludovisi, arzobispo de Bolonia [fig. 12], quien la obsequió, como era acostumbrado, con la rosa de oro [fig. 13], que los Papas bendecían cada año en el cuarto domingo de Cuaresma, destinada a algún personaje importante, y con el cuerpo de Santa Beatriz en una urna de plata, que Mariana depositaría más tarde en el Monasterio de El Escorial.
Fig. 12. Cardenal Ludovico Ludovisi.
El 9 de agosto la reina y sus criados salieron del embarcadero temprano, visitaron el convento de la Cartuja, comieron en el muelle de Pavía y a las cuatro de la tarde continuaron navegando arrimados al parque de la ciudad, adonde llegaron a las 7 de la tarde, efectuando la entrada pública a continuación.
Fig. 13. Rosa de oro . París, Musée de Cluny.
ENTRADA PÚBLICA EN PAVÍA 52
Mariana entró en carroza y bajo palio, 53 por la puerta de Santa María in Portici , precedida y seguida del acompañamiento fijado para esta ceremonia, menos espectacular que en la entrada a caballo. Cerraba el desfile la compañía de lanceros de don Luis Benavides.
Después de pasar el puente levadizo sobre el río Po, al norte, antes de atravesar la puerta de Santa María, daba la bienvenida a Mariana Hércules , uno de los héroes mitológicos más querido por los Austrias, de quien se consideraban sus descendientes, representado en las pinturas que decoraban los dos grandes pilares rematadas en pirámide y revestidos de puntas de diamantes, levantados para la entrada. La de la izquierda mostraba al héroe con la clava y la piel del león de Nemea, sus atributos más representativos: la primera, su arma favorita, que el mismo se había fabricado con el tronco de un acebuche; la segunda, el trofeo de su primer trabajo, cuando logró estrangular al invulnerable León de Nemea, que asolaba el país y devoraba a sus habitantes. 54 La de la derecha representaba a Hércules con un hacha encendida, como vencedor del monstruo marino enviado por Poseidón para matar a Hesíone, la hija de Laomedonte, rey de Troya, encadenada a una roca a orillas del mar, primera de las empresas que el héroe emprendió por cuenta propia, 55 episodio nada frecuente en la iconografía del héroe, pero ajustado al contenido de las inscripciones en latín que acompañaban a las pinturas, en las que se aseguraba a Mariana que a partir de ese momento estaría siempre protegida por los descendientes del héroe, quienes habían heredado su fuerza, valor y virtud, estas dos últimas transformadas en poder y defensa de la religión. 56
A continuación se levantaba la puerta de Santa María in Portici [fig. 14], que había sido revestida con una decoración fingida, con la que se daba la bienvenida a la joven reina, sin olvidar su función defensiva, por lo que se empleo el orden dórico y el almohadillado, con los que se aludía tanto a los arcos romanos como a las modernas ciudades fortificadas. Coronaban la puerta las Armas reales , flanqueadas por las estatuas de la Paz con el olivo, y la Justicia con la balanza y una espada, los dos pilares de la monarquía, de los que gozaban los reinos sobre los que gobernaba, y en la cartela central se leía una inscripción extensa en latín dedicada a la reina, en la que se la invitaba a entrar en la ciudad, para que con su presencia extasiara a sus ciudadanos. Por último, cuatro emblemas adornaban los intercolumnios, con los que se expresaban uno de los deseos más deseados de la monarquía, el nacimiento de un heredero.
Fig. 14. Decoración fingida de la Puerta de Santa María in Portici , Mayno, La reale Maestá […] Maria Anna […] , Pavía, s.a.
Ya en la calle Nueva, que atravesaba la ciudad de un extremo al otro, enfrente de la célebre Universidad, se levantaba el primer Arco de Triunfo, Arco de la Universidad [fig.15], dedicado a ensalzar la figura de Mariana, por lo que en su arquitectura se utilizó el orden jónico, el orden femenino desde la antigüedad clásica. Sus pilastras imitaban mármoles de diferentes colores; las basas, bronce, y los capiteles –en forma de esclavos o Hermes –, y las estatuas, estuco pintado de diversos tonos. Presidía la fachada principal del arco el Águila bicéfala con corona imperial, emblema del Imperio Austriaco, flanqueada por cuatro estatuas: Nobleza y Fortaleza a un lado; Pavía y Sabiduría al otro. Las tres virtudes, cuya iconografía sigue la indicada por Césare Ripa, el autor de la célebre Iconología , se atribuían a la reina, las cuales a su vez reforzaban las mismas que desde la más remota antigüedad distinguian a los habitantes de Pavía. Más abajo, en el frontón triangular, se veían las armas de la reina coronadas igualmente con la corona del Imperio. Entre las pilastras, dos emblemas, uno a cada lado, con los que se adulaba tanto a Felipe IV como a su esposa. Se completaba esta fachada con las estatuas de España y Austria , apoyadas en los laterales del paso del arco. España, a un lado, cubierta con vestiduras reales y yelmo en la cabeza, empuñaba un cetro real en forma de antorcha, símbolo del dios del matrimonio, Himeneo , terminado en una reluciente estrella, seguramente Hesperia, lucero que se pone en España y que servía de guía a los navegantes que se dirigían a sus costas. 57 Austria, al otro lado, también bajo la apariencia de una mujer ricamente vestida y con corona imperial, sostenía un cetro con la mano derecha y un águila bicéfala con la izquierda.
Fig. 15. Arco de la Universidad , Mayno, La reale Maestá […] Maria Anna […] , Pavía, s.a.
Delante de la fachada de la iglesia episcopal se había levantado otra efímera, a modo de arco de triunfo, que imitaba el orden corintio, cuyo contenido simbólico era mostrar a Mariana que Pavía había sido una de las primeras ciudades en abrazar la verdadera fe católica. Presidían la fachada las estatuas de San Siro , primer Obispo de Pavía y patrón de la ciudad, enterrado en el interior de la iglesia, y de San Esteban , el discípulo de san Pedro que primero predicó el Evangelio en la ciudad y que murió martirizado, a quien estaba consagrado el templo, ambos representados de pie sobre la cornisa, siguiendo su iconografía más habitual. El escudo cardenalicio coronaba el arco, y dos ángeles, sentados a uno y otro lado sobre el frontón, sostenían las cintas de las que pendía el cartelón donde iba escrita la estrofa correspondiente, en la que a lo largo de sus veinte versos se jugaba con el nombre compuesto de la reina –Virgen María y Santa Ana–, así como con los de Siro y Estéfano. 58
El siguiente arco se construyó al lado de la famosa iglesia del Carmen, cerca del palacio del marqués Giorgio Beccaria, donde se alojaría Mariana. El orden compuesto –dórico y jónico– de su arquitectura aludía a la unión matrimonial de Felipe IV y su joven esposa, a quienes se dedicaba, notorio en el escudo que lo presidía, formado por las armas del rey y las de la reina, sostenido por el águila bicéfala con la corona imperial. Sobre la balaustrada que remataba la arquitectura del arco se levantaban cuatro pirámides y dos estatuas, las primeras –en realidad obeliscos, como se solían denominar– símbolos de poder y eternidad desde la más remota antigüedad, coronadas con una diadema imperial y provistas de unos motes en los que se expresaban otras tantas virtudes de Felipe IV; las segundas, alegorías de la Seguridad y de la Salud , referidas a la fe católica, protegida por el monarca y por Pavía. Otras dos estatuas se levantaban en los intercolumnios, personificaciones de la Fortaleza , en cuyo lema se expresaba lo mucho que había hecho el rey y el marqués de Caracena en la defensa de la ciudad. A la derecha, la Prontitud , con la que se expresaba que Pavía esperaba del rey, no sólo la presteza en recibir sus beneficios, sino también poder contemplar a sus sucesores. Por último, otras dos estatuas decoraban el interior del paso del arco, alegorías de otras tantas cualidades de Pavía: la Fidelidad y la Constancia . Varios emblemas repartidos por la arquitectura completaba la decoración del arco, en los que se hacían votos por la felicidad del nuevo matrimonio y por su culminación en una pronta y numerosa descendencia, que asegurase la sucesión de la monarquía.
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