La UNESCO (2008) ha seguido esta línea definiendo la educación emprendedora como el conjunto de experiencias que aportan a los alumnos la capacidad y la visión de cómo acceder y transformar todo tipo de oportunidades utilizando su creatividad, iniciativa, responsabilidad y actitud ante el riesgo. Esta competencia iría más allá de la acción económica (creación de una empresa) configurándose como una capacidad transversal que ayudaría a los alumnos a anticipar y adaptarse al cambio.
El más reciente informe de European Commission/EAECEA/Eurydice (2016: 24) en la materia arranca de la noción de iniciativa y espíritu emprendedor como una competencia clave y transversal, ya explicada, y de la filosofía del concepto de educación para el emprendimiento instaurada por las fuentes citadas, plasmada en la siguiente definición operativa común:
La educación para el emprendimiento está enfocada a que los alumnos desarrollen las destrezas y mentalidad necesarias para transformar ideas creativas en acciones emprendedoras
El informe del Grupo de Trabajo Temático sobre Educación para el Emprendimiento de la Comisión Europea (European Commission, 2014a: 6), siguiendo a la UNESCO y a la European Training Foundation (2013), define la educación emprendedora en los siguientes términos:
Todas las formas de aprendizaje, educación y formación que contribuyan al espíritu, las competencias y el comportamiento emprendedor, con o sin un objetivo comercial
Estas definiciones dejan claro que la educación para el emprendimiento se extiende a todos los niveles educativos, desde la enseñanza infantil hasta el desarrollo profesional permanente. También traslada la consideración de la educación emprendedora como el corazón del ecosistema emprendedor que incluye a individuos, educadores, instituciones, policymakers y el entorno educativo y de los negocios. Ello exige reconocer el rol de cada participante en el ecosistema, sus resultados y sus impactos.
La adopción de decisiones emprendedoras requiere la posesión de una serie de destrezas y el despliegue de unas ciertas conductas en orden a conseguir unos resultados eficaces. Educación para el emprendimiento es el concepto habitualmente manejado para designar la actividad o el proceso realizado para conseguir esos requisitos. El criterio más ampliamente aceptado distingue la educación emprendedora como proceso, de los resultados conseguidos o del producto resultante del proceso que aluden al desarrollo del sentido de la iniciativa y espíritu emprendedor. Esta dualización de conceptos diferencia pues entre educación y resultados del proceso educativo denominados como alfabetización . Esta la perspectiva adoptada por la OCDE (2010) en el marco del proyecto PISA, que expresamente busca construir un marco de evaluación de los resultados del proceso educativo que denomina alfabetización.
Esta misma aproximación de la OCDE ha sido preconizada para distinguir los conceptos de educación financiera 11y alfabetización financiera (financial literacy) . Según como la OCDE (2005b) la perfila en su Recommendation on principles and good practices for financial education and awareness , la educación financiera se concibe como “el proceso por el cual los inversores y los consumidores financieros mejoran su comprensión de los productos, conceptos y riesgos financieros y, a través de la información, la enseñanza y/o el asesoramiento objetivo, desarrollan las habilidades y confianza precisas para adquirir mayor conciencia de los riesgos y oportunidades financieros, tomar decisiones informadas, saber dónde acudir para pedir ayuda y llevar a cabo cualquier acción eficaz para mejorar su bienestar financiero”. En cambio, la alfabetización financiera se equipara con la capacidad final adquirida por las personas a consecuencia del proceso de educación financiera (Russia Trust Fund, 2013: 9). La definición dominante a nivel internacional es la acuñada en el ámbito del informe PISA en su edición de 2011: “alfabetización financiera es el conocimiento y la comprensión de los conceptos y riesgos financieros, y las habilidades, motivación y confianza para aplicar tal conocimiento y comprensión en orden a tomar decisiones efectivas a través de un rango de contextos financieros, para mejorar el bienestar financiero de los individuos y de la sociedad, y para permitir la participación en la vida económica” (OCDE, 2012: 13). El proceso de educación financiera se materializa en el conjunto de habilidades, conocimientos y actitudes que les facultan para gestionar apropiadamente las cuestiones financieras a lo largo de su vida (Hung et al., 2009) o, como dicen Lusardi & Mitchell (2014: 6), “la capacidad para procesar la información económica y adoptar decisiones informadas sobre la planificación financiera, la acumulación de riqueza, la deuda y las pensiones”. Esta es la línea adoptada también por el European Savings and Retail Banking Group (ESBG, 2017: 3) cuando define la alfabetización financiera como “tener el conocimiento, las destrezas y las habilidades para tomar decisiones y acciones económicas y financieras responsables con el nivel de competencia requerido”, siendo la educación financiera el medio para alcanzar la alfabetización financiera. Sin embargo, el proyecto PISA (OCDE, 2012: 13) es cuidadoso al precisar que la alfabetización no es una línea estática que delimita una cierta cantidad de conocimiento acumulado tras el esfuerzo instructivo, y que separa a los alfabetizados de los que no lo están. Su visión es que se trata de un “conjunto expansivo de conocimiento, habilidades y estrategias, que los individuos construyen a lo largo de su vida”.
Esta conceptualización tiene seis elementos característicos fundamentales, todos ellos derivados del enfoque establecido en el proyecto PISA de la OCDE (2010):
1. El resultado del proceso educativo se encapsula en términos de competencia - competency - o alfabetización - literacy -, que se consideran términos intercambiables. Por tanto, al igual que se hace en finanzas (OCDE, 2012: 13), alfabetización emprendedora y competencia enprendedora se interpretan como conceptos sinónimos .
2. En la interpretación de PISA, la alfabetización emprendedora alude más a la capacidad de las personas para usar sus conocimientos y habilidades para responder a retos relacionados con demandas de toma de decisiones con riesgo y creatividad en la vida cotidiana en la sociedad contemporánea, que al grado de dominio alcanzado respecto de los contenidos específicos establecidos en el curriculum académico. El foco de la educación emprendedora se coloca entonces en conseguir que los jóvenes adquieran la habilidad para transferir y aplicar lo que han aprendido sobre emprendimiento a la toma de decisiones emprendedoras efectivas, entendiendo como tales las decisiones informadas y responsables que se toman para promover la transformación de ideas creativas en acciones emprendedoras.
3. El dominio del concepto alfabetización emprendedora es el resultado de la conjunción de tres dimensiones; contenidos (áreas de conocimiento sobre emprendimiento que son necesarias), procesos (estrategias o enfoques mentales que son invocados para construir el material) y contextos (situaciones en las que los conocimientos y las habilidades son aplicados sea a nivel personal o empresarial).
4. La educación emprendedora debe facultar a los jóvenes para desempeñarse con un espíritu emprendedor tomando decisiones efectivas en todo tipo de contextos en los que puedan verse involucrados, desde los más sencillos y frecuentes en su vida cotidiana (como son tomar decisiones creativas en cualquier esfera personal) hasta otros más complejos y cuyas consecuencias se prolongarán a largo plazo en su vida adulta (como son sus decisiones sobre la creación de un nuevo negocio). En esta línea camina la diferencia entre educación sobre el emprendimiento y educación para el emprendimiento, así como la definición de educación para el emprendimiento como “aprendizaje a través de la creación de valor” (Lackeus, 2015). Desde este amplio punto de vista, la educación emprendedora trata de propulsar el espíritu emprendedor concebido como “una competencia clave para todos los alumnos, ya que contribuye al desarrollo personal, a la ciudadanía activa, la inclusión social y la empleabilidad. Asimismo, resulta relevante durante todo el proceso de aprendizaje a lo largo de la vida, para todas las disciplinas del conocimiento y en todas las modalidades de educación y formación (formal, no formal e informal) que favorecen el espíritu o las conductas emprendedoras, tenga este o no una finalidad comercial” (European Commission/EACEA/Eurydice, 2016: 24).
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