La Teoría del Comportamiento Planificado TCP(del inglés Theory of Planned Behavior ) (figura 2.2) se ha convertido en el marco de referencia más común en la literatura sobre la intención emprendedora. La TCP fue desarrollada por Ajzen en una serie de trabajos aparecidos desde 1985 (Ajzen, 1985, 1987, 1991, 2001, 2002, 2005) y es un desarrollo natural de la Teoría de la Acción Razonada (del inglés Theory of Reasoned Action ) (TAR) que el mismo Ajzen construyó con Fishbein unos años atrás (Fishbein & Ajzen, 1975, Ajzen & Fishbein, 1980) para aplicarla a situaciones en las que el individuo tiene un control limitado. La principal diferencia entre ambas aproximaciones es que la TAR, a la hora de explicar la intención, no toma en cuenta el control de comportamiento percibido (Madden, Ellen & Ajzen, 1992). El manejo de más variables en su marco explicativo ha hecho que la TCP se demuestre superior a la TAR en la predicción de la intención y del comportamiento.
Figura 2.2. Teoría del comportamiento planificado.
Fuente: Ajzen (1991).
La TCP propugna que el comportamiento viene determinado por la intención. La intención de un individuo para ejecutar determinada conducta es esencial para explicar por qué la hace, dado que dicha propensión trasluce el nivel de esfuerzo que piensa invertir en realizar tal comportamiento. La intención a su vez depende de la actitud, de la norma subjetiva o norma social percibida y del control sobre el comportamiento percibido por el actor. La intención es una función de tres tipos de creencias: actitud, norma subjetiva y control del comportamiento percibido.
— La actitud está integrada por las creencias de comportamiento, definidas por las creencias del actor en los probables resultados de una acción, por la percepción de la conveniencia personal o deseabilidad de la misma y por las expectativas sobre el impacto positivo o negativo que tiene sobre el decisor los resultados de su conducta. Luego dependiendo de cómo evalúe una persona un comportamiento, su intención se formará de un modo distinto (Ajzen, 1991).
— La norma social percibida o norma subjetiva constituye la percepción del individuo sobre los valores, normas y creencias de las figuras que le merecen respeto y admiración, así como de su deseo de respetarlas y seguirlas; viene pues influida por las creencias normativas de otros individuos. Esto equivale a creer que cuando personas del contexto del decisor que son importantes para él esperan que el individuo emprenda, su decisión tenderá a seguirles. Las variables contextuales (valores de la sociedad, la familia y otros contextos personales) adquieren así un papel relevante a la hora de explicar la intención emprendedora al influir sobre las propìas creencias personales (Liñán et al., 2013).
— Por último, el control sobre el comportamiento percibido viene determinado por las creencias de control real que una persona ejerce en cierta situación para ejecutar un comportamiento específico (Bird, 2015: 154). Esta creencia tiene que ver con la facilidad o dificultad percibida en la ejecución de la acción (auto-eficacia) basada en la evaluación de la habilidad intelectual y de la destreza para superar dificultades de forma efectiva; y por las expectativas de costes y resultados que lleva asociadas (elemento de controlabilidad o de anticipación de las facilidades y problemas que se encontrará al realizar la actividad). La premisa de un control voluntario sobre el comportamiento percibido (Madden, Ellen & Ajzen,1992) implica asumir que, antes de decidir un curso de acción, las personas piensan en las consecuencias de sus acciones; y cuando alcanzan un alto nivel de control percibido de la conducta su intención de ejecutarla se fortalece al aumentar su motivación para el esfuerzo y la perseverancia (Ajzen, 2002: 667).
Por tanto, la forma en que valoramos un cierto comportamiento (tanto por nuestro propio juicio personal como por la influencia del contexto -entorno educativo, grupo étnico, edad, familia, amigos, etc.) y la conclusión favorable o desfavorable que extraigamos (en términos de su repercusión favorable o desfavorable) dictaminará en buen grado nuestra intención.
Aplicado al ámbito profesional, la TCP propone un modelo aplicable a la selección de carrera en general y a la intención emprendedora en particular. La actitud personal hacia el emprendimiento está asociada con los atributos que el sujeto identifica con el comportamiento emprendedor. La valoración positiva o negativa que de dichos atributos personales se realice está determinada por las creencias de comportamiento que se tengan, y no tanto por el carácter del rasgo en sí mismo. Así, un mismo atributo como es ser el propio jefe puede dar lugar a una actitud favorable al emprendimiento si el estudiante valora su independencia, pero podría juzgarse negativamente si ello le supone un sobreesfuerzo personal que penalice su vida familiar o le aleje de su círculo social de referencia (Ajzen, 2001). La norma subjetiva mide la presión que el alumno sufre a la hora de decidir emprender procedente de su entorno inmediato (familia, amigos y compañeros). En cuanto al control percibido del comportamiento, refleja la percepción que el actor tiene de la viabilidad de los resultados asociados a la acción, o en otros términos su convicción en que puede organizar y ejecutar eficazmente la acción (Ajzen, 2002). El control percibido comprende tanto la seguridad de sentirse capaz de emprender como la percepción que se tenga de controlar el comportamiento para emprender (Liñán & Chen, 2009). Según perciba que reúne las capacidades y los requisitos necesarios para hacer viable la tarea, aumentará su tenacidad y el esfuerzo realizado para desarrollarla (Waung, 1995). La relación entre autoeficacia e intención emprendedora se justifica por la lógica de las personas de eludir aquellas opciones profesionales que sobrepasan sus capacidades (Krueger & Dickson, 1994), apostando en cambio por otras en las que se consideran competentes.
El Modelo del Potencial Emprendedor(figura 2.3) de Krueger & Brazeal (1994) arranca de considerar la intención emprendedora como un compromiso con el desarrollo de alguna conductora emprendedora futura (Krueger, 1993). Las intenciones representan pues elementos motivacionales para emprender una conducta dada. Sus autores elaboraron esta teoría como un intento de fusionar el Modelo del Suceso Empresarial de Shapero (1982) y la Teoría del Comportamiento Planificado de Ajzen (1991). La iniciativa emprendedora y la explotación de oportunidades siguen siendo fijadas como un proceso intencional que afecta a las actitudes y al comportamiento. La diferencia con el modelo del comportamiento planificado es que la percepción de deseabilidad y de viabilidad no son antecedentes directos de la intención, mediando entre ellas dos fases: la credibilidad (entendida como la forma en que el comportamiento es percibido frente a otras alternativas), el potencial (resultante de la preparación previa en términos de cualificación formal y de experiencia práctica) y un suceso “desencadenante” que dispara el salto desde la intención a la acción.
Figura 2.3. Teoría del Potencial Emprendedor.
Fuente: Krueger & Brazeal (1994).
Por último, el Modelo de Determinantes en las Intenciones Emprendedorasobra de Davidsson (1995) es un marco de inspiración económico-psicológica que explica la intención emprendedora de las personas a partir de dos variables: la convicción (autonomía, logro, competitividad, conocimiento, orientación monetaria) y la situación presente en empleo. El dominio de estas variables se corresponde bien con el de la autoeficacia de la TCP.
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