El principal reto de los modelos intencionales es mostrar que las relaciones entre creencias, actitudes, intenciones y comportamientos siguen la senda marcada teóricamente (Kim & Hunter, 1993). Los modelos intencionales, y sobre todo el TCP, han sido objeto de contraste empírico principalmente entre poblaciones de estudiantes universitarios, al considerar que se trata de universos con una amplia variedad de actitudes, experiencias, competencias, intenciones y comportamientos en relación al emprendimiento (Krueger, 1993, Krueger, Reilly & Carsrud, 2000, Franke & Lüthje, 2004). 2Existe incluso un proyecto de investigación internacional titulado Global University Entrepreneurship Spirit Students’ Survey (GUESS) cuyo objetivo es comprender y explicar la intención y la actividad emprendedora de los estudiantes universitarios. Su primera encuesta se hizo en 2003 y acumula ya siete oleadas (cada dos-tres años aproximadamente) siendo la última en el verano de 2016. Se trata probablemente del proyecto de investigación en el campo de mayor dimensión mundial, pues participan 50 países, más de 1.000 universidades y más de 122.000 alumnos (Sieger et al., 2016). Esta literatura ha facilitado una comprensión más completa del proceso emprendedor, aunque persisten ciertas brechas de conocimiento.
Los factores psicológicos y no psicológicos (demográficos, formación y experiencia) se han mostrado relevantes para explicar las motivaciones emprendedoras (Baum & Locke, 2004), aunque no existe una lista de estas variables antecedentes que sea comúnmente aceptada (Chandler & Lyon, 2001, Liñán & Chen, 2009), permaneciendo el debate sobre el poder explicativo de las variables de personalidad y del entorno (Sesen, 2013). Las validaciones empíricas del modelo TCO avalan la influencia directa sobre la intención de emprender de la actitud hacia la conducta y el control percibido (Kolvereid, 1996, Krueger et al., 2000, Autio et al., 2001, Veciana et al., 2005, Soutaris et al., 2007, Toledano & Urbano, 2008, Liñán et al., 2011, Díaz-Casero et al., 2012).
— La existencia de una relación positiva entre la actitud ante el comportamiento emprendedor y la propensión emprendedora ha sido validada con éxito en un buen número de trabajos (Lortie & Castogiovanni, 2015). Así, la propensión al riesgo y una actitud positiva se asocian con una alta intención emprendedora (Shepherd & Douglas, 1997), al influir sobre algunas variables predecesoras de la misma como es la autoeficacia (Zhao et al., 2005). El perfilado de una identidad personal bien construida también colabora en fortalecer otros componentes de la personalidad como la imaginación y la creatividad (Bernal, 2014).
— Por otro lado, la autoeficacia se defiende como el principal predictor personal de la intención emprendedora (Bandura, 1986) ante la evidencia empírica de su fuerte influencia (Scherer et al., 1989) tanto directa como asociada con otras variables (Zhao et al., 2005).
— También han reportado evidencias confirmatorias algunos trabajos basados en el modelo del potencial emprendedor (Krueger, 1993, 2000, Krueger & Carsrud, 1993, Krueger & Brazeal, 1994, Krueger et al., 2000, Guerrero et al., 2008), que identifican la factibilidad (equiparable al control percibido) y la deseabilidad (asimilable a la actitud ante la conducta) como los dos principales determinantes de la intención emprendedora. 3
— En cambio, aunque el modelo TCO presupone un efecto positivo de las normas subjetivas percibidas sobre la intención emprendedora, la investigación empírica reporta resultados contradictorios a favor (Kolvereid & Isaksen, 2006, Liñán & Chen, 2009) y en contra (Krueger et al., 2000, Miralles et al., 2017). La norma subjetiva constituye pues el predictor de la intención emprendedora más débil del modelo TCO (Liñán et al., 2013).
Sin embargo, estos antecedentes no se han manifestado como determinantes directos del comportamiento emprendedor. La relación principal es entre la intención (disposición para asumir cierto comportamiento) y la conducta pues la primera se considera como el antecedente inmediato de la segunda. A pesar de la importancia de esta relación, la gran mayoría de estudios basados en los modelos clásicos intencionales se han enfocado en el vínculo entre actitudes e intenciones y no en el proceso por el cual éstas se transforman en la creación de nuevas empresas (Kolvereid, 1996, Soutaris et al., 2007, Schlaegel & Koenig, 2014). El fuerte carácter predictor de la intención emprendedora sobre el comportamiento directivo futuro, que se pronostica teóricamente (Katz, 1988, Reynolds, 1995, Sutton, 1998, Krueger, Reilly & Carsrud, 2000, Armitage & Conner, 2001), sólo se ha intentado corroborar empíricamente en ciertas investigaciones recientes (Kolvereid & Isaksen, 2006, Kautonen et al., 2013a,b, 2015, Rauch & Hulsink, 2014, 2015, Gielnik et al., 2014, 2015, Van Gelderen et al., 2015, Obschonka et al., 2015, Reuel Jonmark et al., 2016). Esta literatura apunta de forma consistente hacia el hecho que una parte significativa de la población que expresa la intención de emprender no la concreta en acciones de emprendimiento consecuentes. La laguna que apenas ha sido abordada es la de determinar cuáles son los factores que inciden favorablemente para traducir la intención en acción de forma exitosa, aunque algunos recientes estudios como los de Gielnik et al. (2014), Van Gelderen et al. (2015, 2017) y Lanero et al. (2015) están empezando a perfilar este mecanismo.
2.4. ¿Los empresarios nacen o se hacen?
La gran importancia concedida a la comprensión de la génesis del proceso emprendedor que arranca en la intención de emprender, y que según los modelos intencionales reside en las variables desencadenantes de la intención emprendedora, obliga a fijar la atención en aquellos aspectos que condicionan el proceso de transformación por el emprendedor de las oportunidades percibidas en ideas de negocio viables. Es decir, el estado en competencia emprendedora estará condicionado por el entorno educativo en cierta medida.
Dos son las cuestiones cruciales que mayor polémica encierran:
a. ¿Los rasgos de la personalidad del emprendedor pueden ser desarrollados tras el nacimiento, es decir, pueden alterarse como consecuencia del entorno familiar o socioeconómico en el que el individuo se desenvuelve y de las acciones de formación orientadas a tal efecto?
b. ¿Cuál es la influencia que ejercen los rasgos personales innatos al emprendedor sobre la eficacia de los programas de capacitación orientados a completar el aprendizaje emprendedor con la adquisición de conocimientos y el desarrollo de otras capacidades?
El debate sobre estas cuestiones está abierto entre los mismos emprendedores. 4Ignacio Ramírez, el fundador de SaveMeeting, es de la opinión que “hay una serie de personas que poseen habilidades que se adaptan mejor al perfil tipo del emprendedor energía, empuje, valentía, cierto carácter, capacidad para comunicar, capacidad para trabajar muy sólo, toma de decisiones. No se trata de un talento especial, sino que cualquiera puede emprender. Practicando y ejercitando podemos convertir en fortalezas habilidades que eran claras debilidades de nuestro perfil personal o profesional, ahora bien, lo tendrán más fácil aquellas personas que encuentren como fortalezas de su carácter estas habilidades”. Esta posición equivale a pensar que se puede enseñar a ser emprendedor, pero si no tienes madera de emprendedor, es probable que nunca encuentres la oportunidad. En cambio, Enrique Dubois, el fundador de Mola.com, vota por que todos nacemos emprendedores: “Todos nacemos emprendedores y prueba de ello es que los niños lo son, ya que se cuestionan constantemente el porqué de las cosas y nos sorprenden constantemente. Lo que sucede es que algunos niños limitan su creatividad y aceptan el status quo y otros nunca lo hacemos”.
Читать дальше