Charles Batteux - Las bellas artes reducidas a un principio único

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Con 'Las Bellas Artes reducidas a un único principio' (1764), Charles Batteux se convierte en el autor de una obra que, en plena Ilustración, se propuso estructurar sistemáticamente los dominios de la cultura artística. Diferenció los sectores artísticos (las seis artes troncales), postulando un principio común (la mímesis de la belleza natural). Enfatizó las relaciones de finalidad propias de las propuestas artísticas (placer vs utilidad). Matizó entre el valor patrimonial y su estimación, entre el gusto y el genio, entre la naturaleza y su representación optimizadora. El abate Batteux incluyó, a su vez, el contenido de este texto en otras publicaciones suyas –tratando de aplicar esos principios sistemáticos–, como ocurrió en el 'Cours de Belles Lettres' (1753), recogido asimismo en 'Principes de la Littérature' (1774). Una estrategia difusora que históricamente fue eficaz.

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La obra está dividida en tres partes. En la primera se examina cuál puede ser la naturaleza de las artes, cuáles son sus partes y sus diferencias esenciales; también se muestra que, por la cualidad misma del espíritu humano, la imitación de la naturaleza debe ser su objeto común; y, además, se ve que no se diferencian más que por el medio que utilizan para llevar a cabo esa imitación [X]. Los medios de la pintura, de la música, de la danza son los colores, los sonidos, los gestos; el de la poesía es el discurso. Así, por un lado se ve la trabazón íntima y la especie de fraternidad que une a todas las artes, 1 todas hijas de la naturaleza, al proponerse el mismo fin y regularse por los mismos principios; por otro, sus diferencias particulares, lo que las separa y las distingue.

Después de haber establecido la naturaleza de las artes a partir de la naturaleza del genio de la persona que las ha producido, era natural [XI] pensar en las pruebas que se podían extraer del sentimiento, tanto más cuanto el gusto es el juez nato de todas las bellas artes y que la misma razón no establece sus reglas más que a partir de su relación con el mismo y para agradarle; y si se veía que el gusto era acorde con el genio y concurría en la prescripción de las mismas reglas para todas las artes en general y para cada una en particular, eso sería un nuevo grado de certeza y de evidencia a añadir a las primeras pruebas. Eso es la materia de una segunda parte, en la que se prueba que el buen gusto en las artes es absolutamente conforme a las ideas establecidas en la primera [XII] parte; que las reglas del gusto no son más que consecuencias del principio de imitación, pues si las artes son esencialmente imitadoras de la bella naturaleza, se sigue que el gusto de ésta debe ser esencialmente el buen gusto en las artes. Esta consecuencia se desarrolla en varios artículos, en los que se intenta exponer qué es el gusto, de qué depende, cómo se pierde, etc. Y todos estos artículos se convierten siempre en pruebas del principio general de la imitación, que lo abarca todo. Estas dos partes contienen las pruebas de razonamiento.

Hemos añadido una tercera, que incluye las que se extraen [XIII] del ejemplo y de la conducta misma de los artistas: es la teoría verificada por la práctica. El principio general es aplicado a las especies particulares y la mayoría de reglas conocidas quedan referidas a la imitación y forman una especie de cadena, por la que el espíritu capta, a la vez, las consecuencias y el principio, como un todo perfectamente ligado y cuyas partes, todas, se sostienen mutuamente.

Así, al buscar una única definición de la poesía, es como esta obra se ha formado casi sin proponérselo y mediante una progresión de ideas, la primera de las cuales ha sido el germen de todas las demás.

1. Etenim omnes Artes quae ad humanitatem pertinente, habent quodam commune vinculum, et quasi cognatione inter se continentur . Cicerón, Pro Archia Poeta.

PARTE 1

EN LA QUE SE ESTABLECE

LA NATURALEZA DE LAS ARTES A PARTIR

DE LA NATURALEZA DEL GENIO QUE LAS PRODUCE

Poco es el orden que reina en la manera de tratar las bellas artes. Veámoslo por medio de la poesía. Se [2] cree dar una idea adecuada de la misma diciendo que abarca todas las artes: es un compuesto de pintura, de música y de elocuencia.

Como la elocuencia, habla, prueba, narra. Como la música, tiene un curso regulado, tonos y cadencias, cuya mezcla forma una especie de concierto. Como la pintura, dibuja objetos: expande colores, mezcla todos los matices de la naturaleza. En una palabra, utiliza los colores y el pincel, emplea la melodía y los acordes, muestra la verdad y sabe hacerla amable.

La poesía abarca todo tipo de materias: se encarga de lo más brillante que hay en la historia, entra en los campos de la filosofía, se eleva hasta el cielo para admirar la marcha de los astros, se sumerge en los abismos [3] para examinar los secretos de la naturaleza, se introduce entre los muertos para ver las recompensas de los justos y los suplicios de los impíos: comprende todo el universo. Si este mundo no le basta, crea mundos nuevos, que embellece con moradas encantadas, pobladas por mil habitantes diversos. Ahí compone seres a su gusto; no engendra nada que no sea perfecto, sobrepasa todas las producciones de la naturaleza; es una especie de magia: ofrece ilusión a los ojos, a la imaginación, al mismo espíritu; y consigue darles a las personas placeres reales mediante invenciones quiméricas. Así es como la mayoría de autores han hablado de la poesía; y, más o menos, han dicho lo mismo de las demás artes.

Poseídos por la valía de las artes a las que se habían dedicado, nos han ofrecido descripciones [4] pomposas de ellas, pero ni una sola definición precisa como se les pedía; o bien, cuando han tratado de definírnoslas, como la naturaleza es de por sí muy complicada, a veces han tomado lo accesorio por lo esencial y lo esencial por lo accesorio. Otras veces incluso, arrastrados por cierto interés de autor, han aprovechado la oscuridad de la materia y nos han ofrecido ideas, formadas a partir del modelo de sus propias obras.

No nos vamos a detener aquí para refutar las diferentes opiniones que hay sobre la esencia de las artes y, sobre todo, de la poesía: empezaremos por establecer nuestro principio y, una vez bien probado, con las pruebas que lo han establecido se convertirán en la refutación de las demás opiniones.

1.

División y origen de las artes

No es necesario empezar aquí por el elogio de las artes en general; sus bondades son suficientemente patentes por si mismas: llenan todo el universo. Las artes son las que han construido las ciudades, han unido a las personas dispersas, las han refinado, templado, hecho capaces de vivir en sociedad. Destinadas unas a servirnos, otras a hacernos agradables y otras a ambas cosas a la vez, en cierto modo se han convertido para nosotros en un segundo orden de elementos, cuya creación había reservado la naturaleza a nuestra industria.

Se pueden dividir en tres especies de acuerdo con los fines que se proponen.

[6] Unas tienen por objeto las necesidades de la persona, a la que la naturaleza parece abandonar a sí misma en cuanto nace; expuesta al frío, al hambre, a mil males, la naturaleza ha querido que los remedios y prevenciones necesarias fueran el premio de su industria y trabajo: de ahí han surgido las artes mecánicas.

Otras tienen por objeto el placer; éstas no han podido nacer más que en el seno de la alegría y de los sentimientos que producen la abundancia y la tranquilidad; son las llamadas bellas artes por excelencia: la música, la poesía, la pintura, la escultura y el arte del gesto o danza.

La tercera especie incluye la artes que tienen por objeto la utilidad y el recreo a la vez; tales son la elocuencia y la arquitectura; lo que las hace salir a la luz es la necesidad y el gusto las ha perfeccionado; son [7] una suerte de término medio entre las otras dos especies, pues comparte el recreo y la utilidad.

Las artes de la primera especie utilizan la naturaleza tal como es, únicamente para el uso. Las de la tercera, la utilizan refinándola, para el uso y el recreo. Las bellas artes no la utilizan en absoluto: no hacen más que imitarla, cada una a su manera, cosa que necesita una explicación, que se dará en el siguiente capítulo. Así que la naturaleza es el objeto de todas las artes: contiene todas nuestras necesidades y placeres y las artes mecánicas y liberales no están hechas más que para extraerlas de ella.

Aquí no hablaremos más que de las bellas artes, es decir, de aquellas cuyo primer objeto es agradar; y para conocerlas mejor, nos remontaremos a la causa que las ha producido.

Son las personas las que han hecho las artes [8]; y las han hecho para sí mismas. Aburridas de un disfrute demasiado uniforme de los objetos que les ofrecía la pura naturaleza y encontrándose, además, en una situación propicia para recibir el placer, recurrieron a su genio para procurarse un nuevo orden de ideas y de sentimientos que despertara su espíritu y reanimara su gusto. Ahora bien, ¿qué podía hacer este genio limitado en su fecundidad y en sus perspectivas, de forma que no podía ir más allá que la naturaleza y, además, teniendo que trabajar para las personas cuyas facultades estaban encerradas en las mismas limitaciones? Necesariamente todos sus esfuerzos tuvieron que reducirse a elegir las partes más bellas de la naturaleza para configurar un todo exquisito, que fuera más perfecto que la misma naturaleza, pero sin que dejara de ser natural. He aquí el principio sobre el que, necesariamente, ha tenido que [9] erigirse el plan fundamental de las artes y que los grandes artistas han seguido en todos los siglos.

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