No podemos, ciertamente, sentirnos ajenos a las figuras de la cultura francesa, cuyos aportes –a través de los lazos académicos de nuestros dos países–, en esa coyuntura histórica, influyeron, sin duda, en nuestra propia diacronía intelectual y artística. El siglo XVIII ha sido el cordón cronológico de nuestra conformación académica y muchas de tales obras las hemos localizado en nuestras bibliotecas históricas, durmiendo un sueño de siglos, sin que nunca antes hayan sido vertidas al castellano.
Ahí está, por ejemplo, el dato elocuente de que la Real de San Carlos de Valencia naciera y fuera acogida en los espacios que históricamente ocupaba el Estudi General de la Universidad –clases con clases, profesores con profesores, alumnos con alumnos, colaboraciones e intercambios– a caballo del XVIII y del XIX valencianos. Y así fue, hasta el traslado de la Real Academia de San Carlos al convento del Carmen, con la desamortización, viviendo conjuntamente en torno a bibliotecas, archivos, repertorios y dedicaciones didácticas e investigaciones paralelas. Se dice pronto: compartir matemáticas y geometría, botánica y biología, historia y anatomía, filosofía y retórica, literatura y teología. Toda una paideia común y un universo de preocupaciones paralelas. Sapientia congregavit .
Cuántos contactos entre especialidades distintas, algunas más próximas y coincidentes, otras más remotas y distanciadas, se dieron en esa convivencia secular. Por eso, durante décadas, nos hemos interesado personalmente por esa cultura heredada, al filo de la Ilustración y también de la Modernidad posterior, entre filósofos preocupados por el hecho artístico y artistas y académicos interesados, sin duda, por la cultura de su tiempo. Y, con esa pasión, como lletraferits convencidos, hemos propiciado la traducción –bien al castellano, bien al valenciano–y la edición de aquellas obras que, especialmente, fueron paralelas, en su génesis, al nacimiento de la institución académica de San Carlos y que además interesaron, lógicamente, a figuras internacionales como es el caso de Charles Batteux o Denis Diderot, entre otros muchos.
Nos estamos refiriendo, en concreto, a los tratados, por ejemplo, de Jean Pierre de Crousaz (1663-1750) Traité du Beau (1715), de Yves Marie André (1675-1764) Essai sur le Beau (1741), de Jean Henry S. Formey (1711-1799) Analyse de la notion du goût (1767), de Jean Baptiste Du Bos (1670-1742) Réflexions critiques sur la Poésie et sur la Peinture (1719), aparecidos todos ellos en la colección «Estètica & Crítica» de Publicacions de la Universitat de València (PUV), siempre acompañados por un amplio estudio de introducción crítica y contextualizadora, que pusiera el texto interpretado al alcance de los lectores actuales. Se trata de una colección creada y dirigida por nosotros, durante los últimos treinta años, convertida asimismo en la colección especializada de mayor relieve nacional en su materia, que cuenta ya con un amplio catálogo de títulos históricos internacionales. Justamente hemos querido incluir la edición, en castellano, de la obra de Batteux , Les Beaux-Arts réduis à un même principe (1746), cuyo contexto histórico, relaciones y contenidos estamos aquí ahora comentando. Ha sido también, hasta este momento, sin duda, una asignatura pendiente, para nosotros, que vamos a sentir, por fin, ya felizmente aprobada.
Sin duda, ha sido un esfuerzo personal de décadas, investigando, explicando y traduciendo obras, centradas en determinadas cuestiones estéticas y de teoría del arte, de este bloque de autores de la primera parte del XVIII francés, cuyo mérito explorador en un dominio emergente no siempre había sido debidamente reconocido. Obras que tuvieron su destacada incidencia en el contexto académico del momento y que también incidieron en el nuestro. Cuando hace unos años, el Ministerio de Educación Nacional de Francia nos concedió «Les Palmes Académiques», entre otros motivos, por una trayectoria dedicada a la investigación de este marco ilustrado, pensamos que la constancia ilusionada por la clarificación de la historia de nuestras ideas estéticas y académicas había valido la pena.
Pues bien, volviendo a acercarnos a los planteamientos básicos del «Sistema de las Bellas Artes» de Batteux, quizás debamos pasar estratégicamente por una contrastación diferencial entre la manera de entender el arte Denis Diderot y la forma de hacerlo Charles Batteux. Tal puntualización quedará sumamente clara si, recurriendo una vez más a l’Encyclopédie , comparamos el desarrollo de los contenidos dedicados a dos artículos en concreto, pero ambos curiosamente consagrados al término «Art» y en la misma publicación.
Por una parte nos referimos al artículo «L’Art» redactado por Denis Diderot para el Volumen I (1750), donde expone la necesidad de mantener vivas las relaciones entre las artes mecánicas y las artes liberales, es decir entre arte y técnica. Mientras que las ideas de Batteux, recogidas por Marmontel en el Volumen I de los Suplementos (1776) mantiene abierta y decididamente la separación entre técnica y arte, entre artes mecánicas y bellas artes. Dos cosmovisiones, pues, enfrentadas (Cfr. Román de la Calle (ed.), Arte, gusto y estética en la Encyclopédie , Valencia, PUV, 2009. Primera parte).
Es bien sabido que la historia de l’Encyclopédie fue sumamente compleja y difícil, por las trabas recibidas, los detenimientos y prohibiciones, tanto políticas como religiosas, presentados en diversas circunstancias. Les philosophes y les dévots tuvieron más que motivos para enfrentarse. Su edición extensiva, entre 1750 y 1780, supuso toda una aventura y acabó, incluso, formando parte del Índice oficial de libros prohibidos (condena del papa Clemente XIII).
De los tres volúmenes planificados en un principio, dos de textos y uno de planchas, hasta los 28 tomos resultantes (17 de textos y 11 de planchas), publicados por el editor Le Breton, bajo la dirección de Diderot hasta el año 1772 –ya que Jean Le Rond D’Alambert abandonó el proyecto en el volumen séptimo, en 1759, rompiendo el tándem inicial– hubo, por cierto, toda una creciente transformación. Pero hay más. Por su parte, el editor Charles Joseph Panckoucke, atraído por el éxito global de la publicación, decidió editar unos Suppléments à l’Encyclopédie , complementando la obra en siete volúmenes más (4 de textos, uno de planchas y dos de índices y tablas globales), entre 1776 y 1780, con idéntico formato e igual sistema de impresión, para que se integrara el resultado unitariamente, en la reedición total que había asumido y efectivamente realizó, en 35 volúmenes.
De hecho, ya Diderot no participó en la ampliación proyectada y bien puede decirse que las ideas diderotianas, en torno a la complementación interdisciplinar de las ciencias, las técnicas y las artes, así como los diálogos e intercambios sugeridos incluso entre las artes mecánicas y las liberales, para lograr un corpus de necesidades y usos humanos conjuntados, en el árbol universal de los conocimientos y las técnicas –que l’Encyclopédie debía encarnar– variará, por supuesto, de registros. Efectivamente, en la última aventura editora, emprendida por Ch. J. Panckoucke, en torno a la ampliación de la Encyclopédie , con suplementos anunciados, la mayoría de redactores dejaron sus funciones y fueron otros los que asumieron las nuevas responsabilidades, aunque en realidad algunos mantuvieron sus tareas, como fue el caso de los prolíficos Jean François Matmontel (1723-1799) y Louis de Jaucourt (1704-1779) que adquirieron determinados protagonismos en el reajuste del proyecto final.
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