Charles Batteux - Las bellas artes reducidas a un principio único

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Con 'Las Bellas Artes reducidas a un único principio' (1764), Charles Batteux se convierte en el autor de una obra que, en plena Ilustración, se propuso estructurar sistemáticamente los dominios de la cultura artística. Diferenció los sectores artísticos (las seis artes troncales), postulando un principio común (la mímesis de la belleza natural). Enfatizó las relaciones de finalidad propias de las propuestas artísticas (placer vs utilidad). Matizó entre el valor patrimonial y su estimación, entre el gusto y el genio, entre la naturaleza y su representación optimizadora. El abate Batteux incluyó, a su vez, el contenido de este texto en otras publicaciones suyas –tratando de aplicar esos principios sistemáticos–, como ocurrió en el 'Cours de Belles Lettres' (1753), recogido asimismo en 'Principes de la Littérature' (1774). Una estrategia difusora que históricamente fue eficaz.

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Fueron justamente Marmontel y Jaucourt quienes introdujeron partes del libro de Charles Batteux, repartidas en voces para l’Encyclopédie , propiamente dicha, o para Les Suppléments , según el caso, tales como la voz «L’Art», ya comentada, (Volumen I Suppléments , 1776) o como el término «La Belle Nature» (Volumen XI Encyclopédie , 1772). En ellos se hicieron eco de algunas de las claves del «Sistema de las Artes», denominadas desde entonces, en su conjunto, Beaux Arts , diferenciadas, por una parte, de las ciencias y, por otra, de las artes mecánicas y las técnicas. Era, pues, la herencia del abate Batteux ampliamente reconsiderada por los ilustrados, lo que así se consagraba.

Como resultado de todo ello, la belleza y el arte se daban la mano plenamente, conectados entre sí por principios categoriales de unidad, variedad, orden y proporcionalidad (como Crousaz había apuntado) y se atendía a sus relaciones con el sujeto, por las claves de los sentimientos de placer propios y fundamentales de las experiencias estéticas contra l’ennui. El arte como distracción frente al aburrimiento. Todo un aporte a la modernidad, de raíz pascaliana (tal como Du Bos insistía).

Pero, básicamente, se trataba de buscar el principio común y regulador del funcionamiento del sistema: la imitación de la naturaleza , aunque no de una naturaleza empírica y sometida a concretos imperativos de reproducción mimética, sino que la fórmula se intensificaba, más bien, en la estrategia de imitar la «belle nature», es decir, rastrear modelos en una naturaleza ideal e idealizada por el sujeto humano, en su capacidad transformadora, en cuanto artista singularizado. Es así como le génie intercambia sus poderes con le goût , dando lugar a un eje determinante, creador y descubridor de valores, siempre, eso sí, vinculados al placer artístico, que implica el desvelamiento de la imitación, rememorando, con ello, la alargada herencia aristotélica.

Llegados a este punto nos gustaría formular, explicativamente, algunas observaciones generales respecto a las claves metodológicas que Batteux aplicó a su tarea constructiva, centrada en la elaboración del «Sistema de las Artes» que propuso.

En primer lugar, recordemos que Charles Batteux es esencialmente un estudioso de la actividad retórica, bien fundamentada, eso sí, en la cultura clásica. Pero no tiene propiamente aspiraciones filosóficas en lo que podríamos entender como elaboración de su corpus estético ( avant la lettre ). No actúa, pues, como filósofo, de ahí que, por ejemplo, la noción de belleza la dé por fundada y asumida al entenderla correlacionada, en su sistema, como «belle nature», como belleza natural idealizada, presentada como modelo normativo tanto de la acción artística como de su valoración crítica y/o de su estimación fruitiva, es decir frente al genio y ante el gusto.

En segundo lugar, Batteux pretende rigurosamente elaborar un tratado que estructure y ponga orden definitivamente, en un espacio cultural asumido con habitual frecuencia como una especie de tierra de nadie, como un conjunto abierto y plural donde las artes, su contexto, su génesis y su persistente desarrollo se mueven, careciendo de una cosmovisión regulada, sistemática y unitaria. Así, si por una parte, desea separar drásticamente el dominio de las artes del de las ciencias y las técnicas, por otro lado, no dejará ilusionadamente de aspirar a implantar, en su propia investigación, pautas analógicas y de rigor con las metodologías que el quehacer científico, de por sí, aplica en sus construcciones analíticas y explicativas. Es decir, quiere mantener en su estudio sobre las artes la constante observación de los hechos, el rastreo riguroso de posibles principios comunes, que puedan generalizarse, reforzar la estructura de esa viable construcción teórica, con el fin directo y decidido de elaborar un «Sistema de las Artes», ordenador efectivo del universo sociocultural, que desea fijar la síntesis coherente del encuentro entre la experiencia, la teoría y la práctica crítica.

Queda así establecido, en esta historia de la Ilustración, que Batteux actúa básicamente como un crítico literario, arrancando siempre de la observación y seguimiento de las artes, propiciando con ello, en consecuencia, la validación de los principios teóricos que rastrea, en su operatividad, inseparablemente siempre de las pruebas conseguidas del propio quehacer artístico.

¿Sería posible elaborar un sistema explicativo de las artes, una teoría general, que fuera mucho más allá de las poéticas concretas, de las modalidades artísticas pertinentes y que les diera definición, sentido y valor, en su constitución y despliegue general? Tal fue, sin duda, el ambicioso objetivo, resumidamente aquí planteado, del esfuerzo sostenido por Charles Batteux en el París académico de 1746, con la publicación de su célebre Les Beaux-Arts réduits à un même principe. Que, de algún modo corría en paralelo, en esta historia común, con la ambición mostrada por Baumgarten en su Aesthetica , en 1750, en el contexto universitario alemán, deseando poner orden sociocultural e incluso político, al contexto de las artes, postulando una ciencia reguladora de tales enigmáticas y sugerentes actividades humanas.

Si Baumgarten abordó dicha sistematización desde la filosofía, desde la Estética, ampliándola, en la misma obra –Aesthetica– hacia la posterior Teoría de las Artes, Batteux se lanzó directamente sobre la Teoría de las Artes, recurriendo metodológicamente a cuantas estrategias poéticas, críticas y teóricas le fueron imprescindibles, en sus generalizaciones y estructuraciones pertinentes.

Sin duda, comenzó por el estudio de la poesía, entendida como la llave interdisciplinar de todas las artes. Podemos afirmar, pues, que desde «la poética» se atrevió a formular «una estética». Era algo que estaba en el ambiente de aquella época con decidida capacidad de ordenamiento, con habilidad casi profética y con apetencias de cambio e intensificación de futuro.

Pero, al intentar sistematizar los dominios de la poesía se dio cuenta, de inmediato, que era imprescindible interrelacionar también los dominios literarios con los de las demás artes ( les Beaux-Arts ), siendo éstas, a su vez, correlacionadas con el contexto plural de la cultura en general. El programa estaba, al menos, concebido en sus líneas básicas.

Como en un simbólico puñado de cerezas, las preguntas debieron acumulársele amenazadoras y exigentes: ¿Cómo podemos definir la naturaleza de las artes? ¿Necesitaremos arbitrar algún o algunos principios para ello? ¿Cómo fundar el valor de las artes? ¿Radicará acaso en el feliz encuentro entre el arte y la belleza? ¿Existe una facultad humana específica para las Bellas Artes? ¿Cómo lograr el criterio del juicio del gusto? ¿Será viable establecer un sistema para las Bellas Artes? ¿Cuál sería su estructura ? Y, a partir de ahí, Batteux desgranará toda una serie de observaciones sociales, pedagógicas y morales en torno al nuevo dominio cultural trazado.

Imposible, pues, responder estratégicamente –ahora– a ese alubión de interrogantes, que a su vez exigiría clarificar su respectiva ubicación en las tendencias del momento. De hecho, en la historia de las ideas estéticas, suele hablarse –entre el clasicismo francés del XVII y el desarrollo del Siglo de las Luces– de la existencia de dos fuertes tendencias, que bien podrían denominarse respectivamente «Estéticas Cartesianas o de la preponderancia de la ratio» versus «Estéticas del Sentimiento».

Si entre los pensadores ubicados en el primer grupo podemos incluir, por ejemplo, a Nicholas Boileau (1636-1711), a Jean Pierre de Crousaz (1663-1750) y a Yves Marie André (1675-1764) en el segundo deberían figurar Dominique Bouhours (1628-1702), Jean Battiste Du Bos (1670-1742) y también el propio Charles Batteux, aunque ciertamente hay que reconocer que supo moverse, en la selección de influencias recibidas, al socaire de sus propios intereses focalizados hacia la sistematización y la síntesis.

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