Pero, junto a las anteriores, habían proliferado asimismo otras tres academias, muy directamente conectadas con los hechos artísticos de aquella coyuntura: La Académie Royale de Peinture et Esculpture (1648), la Académie Royale de Musique (1669) y finalmente la Académie Royale d’Architecture (1671). Todas ellas, ya en el siglo XIX (concretamente en 1816), se fusionarían oficialmente en la globalizadora Académie de Beaux-Arts . No habría que olvidar tampoco, en este panorama global, la prestigiosa existencia, por una parte, de la Académie des Sciences (1663) y, por otra, de la Académie des Sciences Morales et Politiques (1795). Todo el conjunto citado quedaría, en su momento, estructurado corporativamente, tras la revolución, en el relevante y prestigioso Institut de France (1795).
Hasta aquí, pues, un contexto explicativo –aunque solo sea meramente apuntado– que va a servir como marco escenográfico de nuestras reflexiones y, paralelamente, como lejano antecedente de la propia historia académica, desarrollada luego en el panorama cronológico español.
Pero, en realidad, nuestras reflexiones, a manera de proemio, apuntan directamente a rememorar el origen ilustrado del «sistema de las artes», convertido en uno de los fundamentos académicos que la historia ilustrada iba a proyectar sobre la modernidad, convertido dicho sistema, por una parte, en barandilla de inmediato futuro, pero por otra, asimismo –un largo siglo después– en objetivo evidente de necesaria superación, de cara al posterior desarrollo de las (aún) lejanas (y no esperadas) vanguardias. Toda una historia se abre: entre la especificidad de cada arte, dentro de su sistema global, y la postulada hibridación, mixtura e interrelación contemporánea, que implica evidentemente la fractura de todo sistema.
Fue, en ese marco, donde Charles Batteux se convierte en el histórico autor de una obra destacada, de intensa recepción en la Europa de su época. Una obra que quiso poner orden y estructurar los dominios de la cultura artística, diferenciando sectores, postulando principios comunes y enfatizando relaciones de finalidad entre las propuestas artísticas y los sujetos receptores, entre el valor patrimonial y su estimación, entre el gusto y el genio, entre la naturaleza y su representación optimizadora.
Nos referimos a Les Beaux-Arts réduits à un même principe (1746). De hecho, aquel libro tuvo diversas ediciones en Francia y fue además traducido inmediatamente en Inglaterra (1749 y 1761), en Italia (1773, 1822), en Alemania (1751, 1759 y 1770) y, como era de esperar, también en España (1797), aunque –como veremos– siguiendo y propiciando una edición muy especial.
Ahora bien, deberemos apuntar aquí, con aconsejable brevedad, determinados hechos, que ayudaron ciertamente a tal difusión. ( a ) En primer lugar, debemos de tener en cuenta la decisión posterior del propio Batteux de incluir su texto («Les Beaux-Arts») junto a otros nuevos trabajos suyos, que eran aplicaciones directas de tales supuestos teóricos a la praxis analítica y docente de la literatura. Así sucedió, por ejemplo, con su célebre Cours de Belles Lettres (1753), que fue luego a su vez recogido, de nuevo, en Principes de la Littérature (1774).
Por eso, las reediciones y traducciones de tales publicaciones escalonadas incluían siempre, a su vez, de manera reiterada y preferente, el texto paradigmático que aquí nos ocupa. Incluso, cabe hacer notar, en el caso de la versión castellana que hemos citado, el dato de que el texto que se recoge no será sin embargo el concreto trabajo de «Les Beaux-Arts réduits à un même principe» (1746) sino que curiosamente se prefiere verter el voluminoso «Principes de la Littérature» (1774). De hecho, Agustín García de Arrieta fue el traductor de Principios filosóficos de la Literatura o Curso razonado de Bellas Letras y de Bellas Artes , aparecido en IX volúmenes, en la Imprenta De Sancha, Madrid, entre los años de 1797 y 1805. Sin embargo, el texto clásico de Batteux, autónomamente, en la estricta edición original de 1746, aún no ha sido traducido ni editado, exento, en castellano. Quizás por eso mismo, hace ya algún tiempo que tal empresa se ha convertido en uno de nuestros personales objetivos.
( b ) En segundo lugar, en esa fortuna histórica del destacado libro, también tuvo mucho que ver el hecho curioso de que en diversos artículos de la Encyclopédie , por ejemplo, en la voz «La Belle Nature» redactada por Louis Jaucourt (en el volumen XI de la obra) y también en el término «Art», cuyo autor fue Jean François Marmontel (en el volumen I de los Suppléments ), se resumieran partes extensas de la obra de Batteux y que, incluso, se le citara explícitamente de forma reiterada. Sin duda, esta difusión y consagración internacional, gracias al efectivo y metafórico altavoz de la Encyclopédie , vino a ratificar, en buena medida, el destacado grado de recepción histórica que mereció nuestro autor en la segunda parte del siglo XVIII y en la primera del XIX.
Pero ¿quién era Charles Batteux? Nacido en Vouziers, región de Las Ardenas, el 6 de mayo de 1713 y fallecido en París, el 14 de julio de 1780, estudió en Reims, destacando pronto en aquella universidad, sobre todo por el resultado de sus estudios clásicos, donde además comenzó a impartir clases de retórica, a la vez que también cursaba la carrera eclesiástica, forjando así su ambicioso futuro. En 1740 es llamado a París por uno de los máximos representantes de les dévots , el abate d’Oliver, que supo ver acertadamente en él una indudable promesa, lográndole diversas encomiendas de enseñanza, en el ámbito de las humanidades clásicas, en diferentes centros de enseñanza de carácter privado dotados de prestigio.
Esa década de los años cuarenta del siglo XVIII fue fundamental para nuestro autor, ya que es, en ese concreto periodo, cuando publica precisamente dos de sus trabajos básicos: Les Beaux-Arts réduits à un même principe (1746) y Cours de Belles-Lettres distribué par exercices (1753). Tales obras le destacaran en el nuevo contexto sociocultural y político, en el que ya se mueve a sus anchas nuestro hombre. Por eso, la década siguiente será efectivamente la de su planificada consagración académica, pero también la de las abundantes polémicas sobrevenidas.
Ciertamente, Charles Batteux sabe encontrarse en el lugar adecuado y en el momento oportuno, contando para ello, además, con los respaldos pertinentes en la intensa batalla de poderes, abierta entre les philosophes y les dévots . Un dato importante: en 1750 fallece el abate Terrasson, que prestigiosamente ocupaba, en el Collège Royale , la cátedra de Filosofia Griega y Latina, a la vez que era miembro destacado de la Académie de France .
No se olvide que el prospectus anunciador de l’Encyclopédie y la aparición del primer volumen se conviertieron en un hecho intelectual y políticamente destacado, en aquel célebre bienio de 1750-1751. Nada menos que Étienne Bonnot de Condillac (1714-1780) y Denis Diderot (1713-1784), ambos ya entonces famosos pensadores y con sufientes publicaciones y prestigio a sus espaldas, aspiraban –con posibilidades reales– a suceder al desaparecido abate Terrasson, especialista en filosofía antigua, con todo lo que ello implicaba, como hermeneuta oficial de la clasicidad, en el marco académico del momento. Pero la maniobra de poderes fue evidente, rápida y muy bien planificada, desde el contexto de influencias de les dévots .
El conde d’Argenson, ministro y secretario de Estado, que había detenido y encerrado a Diderot, en 1749, en la cárcel de Vincennes, tras la publicación de su Lettre sur les aveugles , consigue que un decreto real, el 27 de octubre de 1750, nombre precisamente a Charles Batteux para ocupar la codiciada cátedra del Collège Royale. La filosofía queda así políticamente dominada desde la retórica. Pero la jugada de ajedrez seguirá, de nuevo, en un segundo movimiento de estrategias, en el año 1754, cuando el mismo Batteux ingresa como miembro numerario de la Académie Royale des Inscripcions et Belles-Lettres (la plaza soñada justamente por Diderot) y más tarde, con el respaldo de su viejo amigo el abate d’Olivet, en 1761, pasa a reforzar el frente de les dévots contra les philosophes , en el seno de la misma Académie de France . Jaque mate para las ambiciones de unos y batalla ganada, con creces, para las esperanzas satisfechas del joven abate de Vouziers.
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