A mis padres, por iniciarme desde temprano en el “vicio” de la literatura y por sostener mis pasos durante tantos años.
A Romina, por su incondicionalidad, su leal compañía y la luz de inspiración que es para mí.
A mi familia y amigos, por ser la hinchada más fiel que podría querer en todos mis proyectos.
Al equipo de Aguja Literaria por su dedicación y trabajo en este libro, primer paso en la concreción de un sueño.
A los pueblos andinos de nuestro país, herederos de las civilizaciones originarias de esta tierra; en especial al quechua, riquísima cultura depositaria del Tahuantinsuyo, fundamental en la identidad de los chilenos, pero aún poco reconocida. Y dedicado a Chile, para que nunca olvide su historia ni a la gente que la ha construido, quienes, con sus virtudes y defectos, sus aventuras y desventuras, son parte de lo que fuimos, somos y seremos.
I. Cusco, Imperio del Tahuantinsuyo. I. Cusco, Imperio del Tahuantinsuyo. 1490. Un vigoroso brazo se levantó por encima de la enorme muralla de piedra, rompiendo la quietud del mediodía con los gritos ensordecedores que se oyeron a la brevedad. La garra se aferró a uno de los grandes bloques, y tras ella emergió veloz el cuerpo de un ágil y fuerte muchacho lleno de polvo convertido en barro por efecto de la sudoración y la sangre de algunas heridas. Un par de segundos después apareció otro joven —un poco más delgado— que trepó a la cima. Un grupo de nobles sonrió con satisfacción desde una tribuna cercana, mientras los demás participantes —que venían detrás de los primeros— ganaban a su vez la cima del muro. Un funcionario real tocó su trompeta de caracola, anunciando el final de aquel rito de iniciación. —¡Warachikuy! Los sonidos cesaron y el eco dejó de retumbar en las ciclópeas murallas y torres de Sacsayhuamán, la gran fortaleza de piedra que custodiaba el sueño de los habitantes del Cusco, la capital del Tahuantinsuyo. En el gran llano cercano, se realizaban las duras pruebas que los muchachos acababan de sortear. Mientras el público vitoreaba a los vencedores, los sacerdotes quemaban especies aromáticas y los soldados de la guarnición del castillo observaban expectantes a los agotados contendientes que bajaban de los muros y volvían con sus familias. Poco a poco, los ganadores fueron reconocidos y galardonados con ricos presentes. El atlético chiquillo que se coronó vencedor de la competencia se encontró frente a frente con el segundo en triunfar en el muro. Por un momento se miraron con la ferocidad típica de los competidores, pero un instante después relajaron sus gestos y rieron como los amigos de infancia que eran. —Por un instante pensé que me ganarías —dijo el muchacho que había conseguido el primer lugar. —Bueno, Huamán, tampoco es malo perder ante el mejor —Wichaq sonrió—. ¡Vamos a comer y tomar algo, muero de sed! La columna de jóvenes fue a encontrarse con sus familias para reponer energías y así seguir con las celebraciones. Habían aprendido juntos artes militares en Sacsayhuamán, el saber en el Yachaywasi, y se profesaban una gran estima. En el Warachikuy, durante la ceremonia de iniciación de los varones de la nobleza incaica, se debía probar la valía militar, física, psíquica e intelectual. Estas dos últimas eran el fuerte de Wichaq; sin embargo, las primeras inclinaron la balanza hacia Huamán en la prueba de escalar el muro. Los resultados distinguían mucho los puestos que los jóvenes ocuparían en la sociedad: los ganadores serían de gran relevancia y optarían a cargos claves en el imperio, mientras que los de rango más bajo recibirían solo las migajas restantes; el precio de la aristocracia.
II. Cercanías de Shababula, Confederación Cañari, actual Ecuador.
III. Ollantaytambo, cercanías del Cusco.
IV. Cusco, Imperio Incaico.
V. Camino del Collasuyo hacia Chile.
VI. Valle del Aconcagua, Wamani de Chile.
VII. Valle del Mapocho, mes de Cápac Raymi.
VIII. Cercanías de la llacta de Mapocho.
IX. Alrededores de la Piedra Grande, Mapocho.
X. Valle del Mapocho. Invierno de 1503.
XI. Valle del Mapocho.
XII. Apu Wamani, actual Cerro el Plomo.
XIII. Quillota, valle del Aconcagua, wamani de Chile.
XIV. Cusco, capital del Tahuantinsuyo.
XV. Llacta de Mapocho.
XVI. Valle del Mapocho, wamani de Chile.
XVII. Quito, norte del Tahuantinsuyo.
XVIII. Valles del Maipo y Mapocho, wamani de Chile.
XIX. Valle del Mapocho, Chile.
XX. Llacta de Mapocho, Chile.
XXI. Wamani de Chile.
XXII. Valle del Mapocho, wamani de Chile.
XXIII. Llacta de Mapocho, wamani de Chile.
XXIV. Valle del Mapocho.
XXV. Santiago de Nueva Extremadura.
XXVI. Pucará del Cerro San Luis.
XXVII. Valle del Mapocho, Nueva Extremadura (Chile).
XXVIII. Pucará del cerro San Luis.
XXIX. Algún lugar de las tierras del curaca Vitacura.
XXX. Cercanías del Cerro San Luis, orilla del río Mapocho.
XXXI. Aldea del Cerro San Luis.
Cercanías del Costanera Center, Santiago de Chile.
Palabras del autor
Los sonidos cesaron y el eco dejó de retumbar en las ciclópeas murallas y torres de Sacsayhuamán, la gran fortaleza de piedra que custodiaba el sueño de los habitantes del Cusco, la capital del Tahuantinsuyo. En el gran llano cercano, se realizaban las duras pruebas que los muchachos acababan de sortear. Mientras el público vitoreaba a los vencedores, los sacerdotes quemaban especies aromáticas y los soldados de la guarnición del castillo observaban expectantes a los agotados contendientes que bajaban de los muros y volvían con sus familias. Poco a poco, los ganadores fueron reconocidos y galardonados con ricos presentes. El atlético chiquillo que se coronó vencedor de la competencia se encontró frente a frente con el segundo en triunfar en el muro. Por un momento se miraron con la ferocidad típica de los competidores, pero un instante después relajaron sus gestos y rieron como los amigos de infancia que eran.
—Por un instante pensé que me ganarías —dijo el muchacho que había conseguido el primer lugar.
—Bueno, Huamán, tampoco es malo perder ante el mejor —Wichaq sonrió—. ¡Vamos a comer y tomar algo, muero de sed!
La columna de jóvenes fue a encontrarse con sus familias para reponer energías y así seguir con las celebraciones. Habían aprendido juntos artes militares en Sacsayhuamán, el saber en el Yachaywasi, y se profesaban una gran estima. En el Warachikuy, durante la ceremonia de iniciación de los varones de la nobleza incaica, se debía probar la valía militar, física, psíquica e intelectual. Estas dos últimas eran el fuerte de Wichaq; sin embargo, las primeras inclinaron la balanza hacia Huamán en la prueba de escalar el muro. Los resultados distinguían mucho los puestos que los jóvenes ocuparían en la sociedad: los ganadores serían de gran relevancia y optarían a cargos claves en el imperio, mientras que los de rango más bajo recibirían solo las migajas restantes; el precio de la aristocracia.