Enrique Cruselles Gómez - Fortuna y expolio de una banca medieval

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El presente libro rescata del olvido la historia del banco más importante de la Valencia de finales del siglo XV, que mantuvo relaciones financieras con las grandes ciudades europeas y con empresas como el banco de los Medici. El estudio se organiza en dos épocas, articuladas en tres capítulos: 1) la instalación en Valencia del padre, Martí Ruiz, a principios de siglo (1417), una época en que la capital ejercía su influencia sobre un extenso territorio peninsular; 2) la internacionalización y reconversión empresarial del negocio familiar durante la dirección de los «hereus d'en Martí Roís», sus tres hijos varones, que llegaron a disfrutar de la condición aristocrática, y 3) el hundimiento, con la huida (1487) y la persecución inquisitorial, como resultado de su condición conversa, que permitió al Patrimonio Regio apropiarse de una parte significativa de sus activos financieros y su patrimonio.

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Cuando estibaran el cargamento en destino, los Roís les entregarían los metales preciosos o el dinero obtenido de su venta hasta cubrir la deuda. Y se especificaba la credibilidad del banquero: «[...] del provehit del qual or e argent vosaltres dits compradors hajau a star o stigau a raó del dit en Goçalbo Roiz, lo qual haia a ésser cregut per sa sola e simple paraula». 99

Otros extranjeros de variada extracción social recurrían asimismo a depositar dinero en el banco, indicio de la fiabilidad y confianza que despertaban estos banqueros. En 1480, Lluís Despuig, maestre de la Orden de Montesa, y Nicolò di Campis, clérigo pisano, familiar, doméstico y procurador constituido del abad del monasterio de San Bernardo, en la huerta de Valencia, el cual a su vez había recibido una procuración en Roma de Marc Falcó, reconocían que los hermanos Roís les habían pagado lo acordado de una cantidad de dinero «in vestra tabula depositis per venerabilem Felip Aliaga, quondam priorem templi professum». 100En 1485, Vincenzo Bono, un mercader veneciano procurador de Andrea Basadona, comerciante compatriota suyo, confirmaba que los hermanos les habían pagado cierta cantidad «quas dictus principalis meis dimisit in vestra tabula». 101

Por supuesto, también los clientes locales recurrían a la banca. En 1482, Galceran de Soler, caballero de la Orden de Santiago, designaba procurador a su yerno, Joan Marrades, doncel, para recuperar de los herederos del magnífico Martí Roís, quondam , doncel, «vel ab eorum tabula cambii», 8.500 sueldos «in dicta tabula depositas» por el caballero Pere Castellví des tinados a la redención de un censal. 102

Estos ejemplos demuestran que el recurso al depósito bancario estaba completamente extendido en esta época, independientemente de la posición social, del perfil profesional o del origen geográfico. Lo habitual era que a aquellos clientes que con más asiduidad recurrían a los servicios del banco se les abriera una cuenta corriente, donde se les iban apuntando créditos y débitos. Cuentas personales tenían los mercaderes que habitualmente negociaban con los Roís en Valencia o desde el extranjero. El día 5 de noviembre de 1468 comenzó a confeccionarse el inventario de bienes del difunto Daniel Sànchez, un comerciante de reconocido prestigio, tratante de lanas y muy relacionado con las empresas italianas. El inventario aún se estaba elaborando el día 7, consecuencia del volumen de sus negocios. Entonces, comenzaron a incluirse en el listado las deudas asumidas por cambistas locales y comerciantes venecianos. Entre los primeros, se cita a la familia Belluga y a Lluís Serra, pero antes que a nadie, a los Roís: «Item los dits hereus e marmessors continuen en lo present inventari com han trobat en la taula dels hereus del honorable en Martí Royz que per aquella són degudes al dit deffunt docentes lliures de la dita moneda». 103Es decir, se habían saldado las cuentas de los negocios que Sànchez mantenía con los Roís, tal y como estaban recogidas en la contabilidad del banco, con el resultado de la deuda contraída por los banqueros. En 1484, Antonio Berti, mercader florentino residente en Valencia, procurador de Gabriele Condulmer, arcediano de Alarcón, sobrino y hermano de pontífices, reconocía que los hermanos Roís le habían pagado 10 castellanos de oro y 158 maravedís por el finiquito de las cuentas de su principal. 104

A lo largo de esas cuentas personales se sucedían ingresos y reembolsos realizados por los mismos Roís y se recogían los servicios prestados a sus clientes. En 1471, los procuradores del mercader Martí Sancho reconocieron que los herederos de Martí Roís, cumpliendo una sentencia del Justicia Civil de la ciudad, habían pagado 132 libras y 4 dineros en su tabula. 105En 1473, un comerciante vizcaíno, Ochoa Fogasa, patrón de una nave anclada en la playa, convino que el ciudadano de Valencia Pere Gil había satisfecho «per tabulam honorabilium heredum Martini Roiz, quondam domicelli», 347 libras y 2 sueldos como flete de 534 salmas de trigo cargadas en Termini y desembarcadas en Valencia. 106Por tanto, apertura de cuentas corrientes en la contabilidad de la empresa a cada cliente y compensación entre ellas. Incluso instituciones públicas valencianas recurrían al servicio del banco para realizar la gestión financiera de sus actividades. En 1485, el procurador del noble Francesc Joan de Calataiud extendía un ápoca al justicia, los jurados y demás autoridades de La Vila Joiosa en la que reconocía haber cobrado a través de los herederos de Martí Roís 20 libras en concepto de la pensión restante de un censal municipal. Una década antes, la misma universidad había satisfecho una deuda de 400 libras con el pariente de los Roís, Francí Bertran, «per tabulam honorabilium heredum honorabilis Martini Royz», banco donde el representante de aquella universidad había hecho una dita. 107

Caso similar al de Francesc Rubert, un caballero como tantos otros que, como se ha visto anteriormente, vendían censales a los Roís para obtener crédito. En 1481, Rubert admitía a los banqueros «quod retinuistis et tornastis et dedistis michi 260 libras per me in tabula vestri dictorum heredum depositas, de quibus fecistis michi albaranum manu vestri dicti Martini Roiz scriptum quod presentis notario et testium subscriptorum restituhi». La devolución del depósito estaba relacionada con la reducción de la pensión de un censal, según recoge el contrato notarial siguiente: los Roís convenían que, para hacer la aminoración del censal de 600 sueldos de pensión y precio de 315 libras, Rubert les había pagado 210 libras «pro sorte principali» de la pensión de 600 sueldos, 45 libras por los plazos impagados más cinco libras por la prorrata desde el día del vencimiento del último plazo hasta el momento de la redacción del contrato. Así, la pensión del censal se reducía de los 600 sueldos a la mitad y los Roís se embolsaban el valor del depósito rescindido anteriormente. 108

Como ha sido mencionado con anterioridad, la práctica notarial había desarrollado un modelo de contrato que acogía la transferencia de deudas entre particulares, la dita . Un tipo contractual de enorme éxito en la sociedad valenciana de la época. En sí, no recogía más que por escrito la admisión de la cesión de la deuda que, entregada al banquero, se convertía en una orden de pago, el talón o cheque bancario, que venía a sustituir la instrucción oral de la operación y, por tanto, no exigía la presencia del cliente. 109Por ejemplo, en 1474, la hija del noble Joan de Flors admitía que los hermanos Roís le habían pagado 25.595 sueldos y medio de los que el caballero Antoni Lluís de Flors, de la Orden de Montesa, «michi in vestra tabula fecit ditam». 110Sin embargo, había un procedimiento más sencillo, cotidiano y de coste económico más bajo. Se trataba de una orden de pago apuntada en un albarán escrito por el mismo cliente, es decir, algo similar a las lettere scritte que los comerciantes toscanos entregaban a sus banqueros y que evolucionaron hacia el assegno bancario. 111

Por de pronto, estos albaranes podían sustituir completamente al contrato notarial. En 1473, el mercader Nicolau Pujades firmaba un ápoca al notario Jaume Rodríguez donde admitía deberle 30 libras y 18 sueldos restantes de una cantidad mayor que le había prestado, «de quaquidem quantitatem dicto Nicholao Pujades fecit tria albarana in tabula dels Rohiços». 112En 1481, Martí Roís aceptaba haber cobrado una deuda por Nicolau de Santa Pau, mercader, y Jaume Gambau, deuda que estos habían reconocido a través de un albarán con fecha de 29 de agosto de 1479. 113En 1485, Martí Roís, como procurador de Jofré de Riusec, un comerciante valenciano, admitía que Joan Macip, otro mercader, le había satisfecho 156 libras y 18 sueldos que Francesc d’Acre había confesado adeudar a Riusec a través de un albarán en el que Macip figuraba como avalista de la deuda, albarán que ahora le devolvía. Al mismo tiempo, Roís hacía una dita a favor de Macip para que recuperase la deuda de Francesc d’Acre. 114Desde el momento que estos albaranes confeccionados por particulares tenían valor probatorio, servían asimismo para mantener cualquier tipo de relación financiera. Así, en 1482, Gonçal Roís, en representación del banco, confirmaba que otros banqueros, los hermanos Bernat y Ausiàs Pintor, le habían entregado 200 libras en virtud de un albarán que decía así:

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