¿Qué pasa cuando nuestro elemento infantil, o estado traumatizado, controla nuestra mente, y el estado no-traumatizado o parte adulta, no interviene para rescatarnos, sino que permanece pasivo y particularmente indiferente? Bion ha reafirmado a menudo que las proyecciones de los “pensamientos no pensados” o elementos beta, son proyectados junto con la parte de la mente capaz de contenerlos; por ejemplo, si alguien expresa su miedo a subirse en un ascensor, algún otro que no teme a esto, dirá que no hay por qué temer, que un elevador es un modo adecuado para acceder a pisos altos. Esta explicación, capaz de contener una amenaza poco razonable, está ausente en la persona fóbica y esta forma de razonamiento –más el posible añadido de los significados inconscientes– es lo que proporcionamos en el consultorio a manera de interpretación. Sin embargo, podríamos preguntarnos ¿qué hace a la persona fóbica, incapaz de usar su propio juicio de razonamiento, –estado no-traumatizado– y lograr así apaciguar la parte interna infantil atemorizada o elemento traumatizado? Podríamos considerar tres posibilidades:
I) Miedo a la agresión extrema de la infancia : Una condición que permanece reprimida y podría inducir una negación de la parte adulta, o estado no-traumatizado, por el temor al deseo infantil de “matar los padres”, algo que no pudieron hacer cuando niños, por su indefensión, pero que podría ser llevado a cabo ahora, cuando se es adulto. Este aspecto será analizado en detalle en el Capítulo X, con material clínico incluido.
II) La auto-envidia: Una condición a la cual me he referido anteriormente (López-Corvo, 1992, 1995, 1999), como el ataque al pensamiento lógico o función alfa, propia de los adultos, de los padres, la cual los niños suelen atacar envidiosamente y una vez que han crecido que se han convertido en adultos, podrían, mediante la auto-envidia, atacar en ellos mismos su propio “pensamiento adulto”, de la misma manera que atacaron envidiosamente esa capacidad de razonar de sus “padres externos” cuando eran niños. Sobre este punto, Bion (1962) dijo lo siguiente:
El intento de evadir la experiencia de contacto con objetos vivos, mediante la destrucción de la función alfa [estado no-traumatizado], deja a la persona incapacitada para tener una relación con algún aspecto de si mismo que no semeje a un autómata. Sólo los elementos beta [estado traumatizado], están disponibles para cualquier actividad que tenga lugar en el pensamiento; a su vez, estos elementos beta son adecuados sólo para ser evacuados -quizás, a través de la identificación proyectiva. [p.13]
También agregó:
El ataque a la función alfa estimulado por el odio y la envidia [auto-envidia 4], destruye la posibilidad de un contacto consciente por parte del paciente, consigo mismo o con cualquier otro objeto vivo. [Ibid, p. 9]
III) Pensamiento mágico : Todos los niños usan defensas mágicas y omnipotentes como forma de protección debido a la discrepancia entre la indefensión del niño versus el poder y control ejercido por sus padres. Será muy difícil renunciar a estas defensas que han sido inconscientemente utilizadas por tiempo prolongado en nuestras vidas, las cuales, a los ojos del niño vulnerable, fueron siempre experimentadas como única protección. El conflicto implícito en este tipo de defensa infantil es que una vez que nos hacemos adultos y la infancia ya no existe, en lugar de deshacernos para siempre de estas defensas infantiles y apoyarnos en nuestra lógica de adulto, continuamos en forma inconsciente, haciendo uso de ellas en virtud que el elemento infantil interno, que normalmente habita en nuestra mente, continúa inconscientemente recreando la misma necesidad de utilizar tales defensas infantiles. Esta condición, en su totalidad, se transforma en una trampa mental en cuanto a repetir infinita y poderosamente tales defensas y, al mismo tiempo, paralizar la capacidad de razonar lógicamente; en otras palabras, no usar la función alfa presente en el estado no-traumatizado, induciendo la necesidad de un “rescatador externo”, que sea capaz de “prestarnos” su propia lógica, sentido común o función alfa; es una situación que con frecuencia vemos en personas fóbicas.
Vivir en el presente una vez que somos adultos, mientras nuestra mente está continuamente regida por la lógica del niño del pasado, sin acceso a nuestro pensamiento lógico, siempre resultará en un estado de indefensión, ansiedad y sufrimiento que algunas veces compromete hasta nuestra propia vida.
Otro aspecto a contemplar es la dificultad que tienen algunos terapeutas y analistas en seguir la lógica presente en la psicopatología del paciente adulto, similar a la dificultad que tienen los mayores para conceptualizar el pensamiento infantil, basado en el hecho de que usualmente el sufrimiento mental es una consecuencia de las confusiones emocionales que fueron estructuradas en la infancia. Este aspecto se discutirá en el próximo capítulo.
Cambio catastrófico como una forma de defensa utilizada por el estado traumatizado
Bion (1965) hace referencia a dos formas de cambio catastrófico: i) aquel cuyas consecuencias implica a personas fuera del consultorio; ii) el otro, permanece como un “quiebre emocional controlado” dentro de la díada analítica (p. 8). Considero que la diferencia entre estas dos formas recae sobre la seriedad de la psicopatología presente. También me referiré a una tercera forma de cambio catastrófico, el cual tiene lugar intra-psíquicamente entre elementos internos, como acontece entre los estados traumatizado y no-traumatizado. Sin embargo, antes de continuar con este tema me gustaría hacer una sinopsis de la descripción sobre el concepto de “cambio catastrófico” descrito por Bion.
Bion tomó prestado de Thom 5el concepto sobre la “teoría de la catástrofe”, para desarrollar su propia disertación sobre los cambios catastróficos. Siguiendo este modelo, podemos inferir que la interpretación, al integrar mediante la transformación de los objetos-parciales bivalentes y dialécticos, en objetos totales y univalentes, es capaz de producir cambios en las diferentes clases de equilibrio interno, 6creando como resultado un intervalo o discontinuidad en la estructura mental. En otras palabras, lo catastrófico podría ser creado por la interpretación, al introducir aspectos tales como el tiempo, el espacio y la simbolización, dentro de un estado de equilibrio estable y nivelado, el cual había estado hasta entonces, mantenido y estructurado acorde a la circularidad repetitiva de “la repetición compulsiva” del trauma pre-conceptual infantil. En el Capítulo I he hecho alusión a cómo los traumas pre-conceptuales, eventualmente, organizan la existencia de cada ser humano, deviniendo en un hecho seleccionado, que progresivamente determina la idiosincrasia específica de cada individuo en particular. La acción continua de la interpretación (función alfa), erosiona el equilibrio patológico narcisista que estructura al estado traumatizado de la personalidad, trabajando a su modo, hasta un punto en el cual algunas de las estructuras podrían colapsar, produciendo una “turbulencia” 7y dando lugar a un nuevo estado de equilibrio, el cual tiene como consecuencia un cambio catastrófico. Con frecuencia, la discontinuidad de la terapia puede ser inducida por cambios catastróficos no contenidos.
El cambio catastrófico puede ser ilustrado con numerosos ejemplos clínicos. De esta manera (López-Corvo, 2006), pacientes que sufren patologías de falso self , se sienten atrapados entre falsos self que son opuestos: uno complaciente, visible, inicialmente presente en la transferencia y vinculado a fijaciones orales; y el otro, negativista, oculto, presente en la contratransferencia y vinculado a fijaciones anales. A medida que el análisis progresa y el falso self negativista se hace visible y presente, existe la posibilidad de un cambio catastrófico y de una interrupción prematura del análisis.
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