Rafael E. López-Corvo
PENSAMIENTOS SALVAJES EN BUSCA DE UN PENSADOR
Una aplicación clínica de las teorías de Wilfred Bion
PRIMERA EDICIÓN
Mi más sincero agradecimiento para mi esposa, Anamilagros López-Corvo, por su incondicional ayuda en la traducción de este libro; así como a Norma Cerrudo, mi editora en Ediciones Biebel, siempre amable y dispuesta en el proceso de la publicación de mis libros.
Miami, septiembre de 2021
El hombre es la medida de todas las cosas,
de las cosas que son por lo que son,
y de las cosas que no son, por lo que no son.
Protágoras
Y esta araña lenta que se arrastra en una noche de luna, y esta luna, y yo y tú en el portal […] ¿deberíamos todos nosotros haber debido estar allí antes? ¿Y regresar… no deberíamos eternamente regresar?
Nietzsche, 1892,
Así hablaba Zaratustra
No te precipites, echa una ojeada al libro de Heráclito; “es un camino duro, por cuanto la niebla está allí y la oscuridad es difícil de penetrar, pero si tienes la verdad como referencia, entonces todo sería más claro que el sol”.
Heráclito
Diógenes Laertius, Vidas de Filósofos Eminentes:
Vol. IX, Parte XII
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En 1997, Bion dijo lo siguiente:
Si aparece un pensamiento sin un pensador, podría ser un “pensamiento extraviado” o un pensamiento con el nombre y dirección de su dueño estampados, o podría ser un pensamiento salvaje. El problema sería, en caso de que un pensamiento como tal aparezca, qué hacer con él. Claro, si es salvaje, se podría tratar de domesticarle […] Si tiene el nombre y la dirección de su dueño, podría devolvérselo, o decirle que usted lo tiene y que podría entregárselo en el momento en que él lo desee. También podría usted robarlo y esperar que el dueño lo olvide o que él no note el robo y que usted pudiese conservar la idea para sí. [p. 27]
Podríamos añadir, sobre lo que se conoce como los “descubrimientos múltiples”, también conocidos como “invenciones simultáneas”; un ejemplo notorio fue el de Charles Darwin y Alfred Russel en el siglo XIX, en su investigación simultánea sobre la teoría de la evolución de las especies; también aconteció con el descubrimiento al unísono del oxígeno, tanto por Scheele como por Priestley y Lavoisier en el siglo XVIII. En esta forma y por cuanto la verdad no necesita de un pensador, no podríamos saber, por ejemplo, si los llamados “mundos beta, alfa y sigma” fueron producto de un “descubrimiento simultáneo” o tomados por Bion del libro sobre Ética de Baruch Espinoza, cuando éste en 1677, escribió lo siguiente:
Las percepciones sensoriales llamadas “conocimiento de primera clase” son enteramente imprecisas, por cuanto reflejan cómo funciona nuestro cuerpo más que cómo son las cosas [mundo beta]. Podemos tener también un conocimiento más preciso que podemos llamar “conocimiento de segunda clase” o “razonamiento”. Éste encierra conocimiento de todas las características comunes a todas las cosas, e incluye principios de física y geometría [mundo alfa]. También podemos llamar “conocimiento de tercera clase” o “conocimiento intuitivo” [mundo sigma].
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Este libro no intenta una exposición de la obra de Bion, sino más bien la interpretación que he dado libremente a muchos de sus aportes, aunque usando además algunas de sus contribuciones con el propósito de evaluar mecanismos clásicos ya conocidos, como son, por ejemplo: el narcisismo, la contratransferencia y la interpretación; después de todo, la verdad siempre estará disponible para quien desee accesarla.
En la medida que he ido leyendo a Bion, he ido experimentando el desafío de encontrar una continuidad clínica entre el psicoanálisis clásico y las nuevas concepciones introducidas por él. Para ello también he revisado otros conceptos relacionados con el falso y verdadero self de Winnicott, además de evaluar algunos aportes ya discutidos anteriormente por Bion, como por ejemplo, lo “animado y lo inanimado”, el “terror sin nombre” o su bien conocida Tabla. He considerado otros aspectos que imagino importantes, y que no fueron referidos por Bion, como por ejemplo los aportes de Jean Piaget y ciertas construcciones argumentadas por la filosofía del budismo Zen. Por último, un tema que he discutido anteriormente, la “auto-envidia”, el cual ha sido también implícitamente señalado por Bion numerosas veces.
Nacemos incapacitados para entender el lenguaje complejo del inconsciente, como lo observamos por ejemplo en los sueños, requiriendo de un traductor, como lo es el psicoanalista, a fin de que sea revelado el críptico significado de la verdad que nos manifiesta el inconsciente, como lo vemos en los sueños. Particularmente, pienso que este analfabetismo revelado por el inconsciente representa una protección en contra de la violencia implícita en la verdad, la cual es continuamente revelada por el inconsciente y utilizada por la consciencia solamente cuando existe una preparación para lidiar con tal verdad. Por ejemplo, Bion sugiere que la insistencia de Edipo por saber la verdad a cualquier precio por boca de Tiresias, cuando aún no estaba preparado para ello, reveló la existencia, en su carácter, de una combinación de “arrogancia, curiosidad y estupidez”. El psicoanálisis como método entrena a la conciencia para contener la verdad liberada por el inconsciente, de manera tal que pueda inducir crecimiento en lugar de tragedia.
La “comunicación” como tal, en todo su amplio sentido, constituye un asunto central dentro de la psicología de Bion, como por ejemplo la comunicación entre dos personas, la cual se encuentra siempre amenazada por el riesgo de una “reversión de la perspectiva”, en una forma parecida a como lo resume la vieja expresión de “una cosa piensa el mulo y otra quien lo va arreando”. Bion sugiere que la verdadera separación no estaría representada por el espacio que nos separa de las galaxias, sino más bien por la distancia que separa la comprensión de la incomprensión.
El paciente puede utilizar, para comunicarse consigo mismo y con su entorno, una lógica que se aproxima a un “sistema científico deductivo”, basado en la identificación proyectiva, el cual aun cuando siendo obvio, podría no ser verdad, similar a lo observado en la vieja teoría del geocentrismo, la que habiendo dominado al mundo hasta los tiempos de Copérnico, establecía que “el Sol giraba alrededor de la Tierra”. El analista, por otra parte, utiliza otro sistema científico deductivo basado en una lógica del funcionamiento mental, que aunque siendo verdad no es obvio, semejante a la teoría del “heliocentrismo”, la cual domina el pensamiento moderno y establece que es la Tierra la que gira y no el Sol. La consecuencia inmediata de este dilema es el peligro de un deslizamiento sucesivo que inexorablemente lleve a una reversión de la perspectiva, donde el paciente puede estar mirando el árbol y el analista al bosque, como un diálogo entre sordos. Una paciente cuestionaba, en algún momento, si el matiz del color de un objeto, descrito al mismo tiempo por una persona de ojos claros y otra de ojos oscuros, sería el mismo.
Unamuno aconsejaba “romper las palabras” para extraerle sus verdaderos secretos. Tomemos por ejemplo la palabra “sospecha”, si la fraccionamos sabremos que está compuesta por la partícula sub o sos que significa “debajo” y el vocablo
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