Las personas con determinados daños en esta estructura no registran expresiones de miedo, asco, rabia o tristeza en el rostro de otras.
Junto a otras estructuras, como algunas regiones del lóbulo temporal, la corteza órbitofrontal y la corteza somatosensorial derecha, la amígdala desempeña un rol fundamental en las relaciones que una persona establece con las demás.
Archivo de malos tragos
Las emociones involucran no solo aspectos cognitivos, sino también, y fundamentalmente, fisiológicos y conductuales.
Cada aparición de una señal de peligro, sea un perro enorme que se nos acerca mientras retozamos en el césped o un auto que avanza más de la cuenta cuando estamos atravesando una senda peatonal, se archivará en la memoria.
No importa que no haya habido daño o que éste sea mínimo: la angustia provocada por el hecho quedará asociada con un estado orgánico que, a su vez, podría implicar un patrón de respuesta fisiológica o conductual.
Las personas con miedo a volar, por ejemplo, suelen sentir palpitaciones o las manos sudorosas no solo cuando se suben al avión, sino incluso desde varios días antes.
¿Necesitan haber atravesado un accidente aéreo para llegar hasta allí? No.
Simplemente, un vuelo con una turbulencia que despertó “fantasmas”, el relato de un familiar o una noticia aparecida en los diarios sobre un avión que se estrelló pueden ser suficientes para desencadenar ese archivo en la memoria.
Este patrón conductual o fisiológico, a su vez, pueden dar origen a un marcador somático que afecte las decisiones futuras de manera no consciente.
Reforcemos el concepto:
Una emoción y los cambios fisiológicos que se generan en el momento de experimentarla quedan asociados en el cerebro a la situación que se ha vivido, lo que crea una especie de patrón que resurgirá cuando se produzca una experiencia similar.
Ahora, adentrémonos en el mundo de los marcadores somáticos.
Como se indicó, el cerebro genera respuestas emocionales no conscientes que se reflejan en cambios corporales. Estas guían el proceso de toma de decisiones.
En línea con lo explicado y con las investigaciones de LeDoux, Antonio Damasio dice que “en una situación de peligro, el miedo llega primero en forma de calor, palpitaciones, temblores. Después, se afirma la conciencia real del miedo y su causa”.
Los marcadores somáticos, concepto acuñado por el propio Damasio, son experiencias emocionales que el cerebro asocia y archiva junto al estado fisiológico que se experimentó en ese momento.
Por ejemplo, miedo asociado a un temblor corporal provocado por un susto, enorme excitación asociada a la generación de adrenalina o enamoramiento vinculado a un aumento de la frecuencia cardíaca.
Gran parte de la conducta humana se desencadena por estos disparadores no conscientes que llevan a actuar de una u otra manera.
Se trata de un fenómeno de orden psíquico que involucra al cuerpo y deja huellas sinápticas en el cerebro. Por esa razón tienen una enorme influencia en la toma de decisiones.
Cabe destacar que en el siglo XIX, cuando no existía la moderna tecnología de exploración cerebral actual, William James había anticipado que la percepción está asociada con estados somáticos y lo explicó de manera sencilla.
Dijo: “el recuerdo del estado somático asociado con una percepción contribuye a producir dicha la emoción”.
A lo largo de la vida, una persona acumula marcadores somáticos en función de experiencias tanto negativas como positivas asociadas a emociones.
Son tan potentes que influyen no solo en su conducta, sino también en sus proyectos, en la forma en que se relaciona con los demás, en la simpatía o aversión que siente por algunos lugares, en el placer que le provocan algunos aromas y sabores y en el displacer que le provocan otros…
La lista puede ser tan extensa como experiencias emocionales haya tenido.
Como las redes neuronales permanecen abiertas al cambio debido al fenómeno de la neuroplasticidad, todos podemos desactivar los marcadores negativos.
Para lograrlo, son necesarios un entrenamiento adecuado, voluntad y constancia.
Algunas emociones, como el miedo, son difíciles de controlar porque dependen de procesos muy complejos.
Una vez que se crean determinados neurocircuitos, las reacciones ante sucesos que han marcado emocionalmente tienden a perpetuarse de manera automática.
Si bien reprogramarlos no es una tarea sencilla, es posible, porque la neurociencia avanza a pasos agigantados y día a día se generan herramientas más eficaces que las anteriores.
Piedra libre para las emociones
El artículo Identifying Emotions on the Basis of Neural Activation, escrito por científicos de la Universidad Carnegie Mellon, en los Estados Unidos, apunta a ver si es posible adivinar lo que siente una persona observando su actividad cerebral.
Para llegar a alguna conclusión, se combinó resonancia magnética funcional por imágenes (fMRI) con un equipo capaz de interpretar las señales cerebrales y vincularlas a determinadas emociones.
Así, se logró interpretar si los participantes experimentaban cualquier tipo de emoción mientras se observaba su actividad cerebral. ¿Alegría? Entonces surgía un determinado patrón de actividad.
¿Tristeza? El patrón de actividad se volvía claramente distinto.
Por otra parte, también se descubrió que diferentes sentimientos dejan huellas distintas y que éstas, a su vez, son muy parecidas si se analizan los patrones en personas diferentes.
Uno de los logros más relevantes de la investigación fue haber desarrollado una técnica para medir las emociones en tiempo real, es decir, en el mismo instante en que se producían.
Para eso, una de sus etapas consistió en “generarlas” de forma natural, mientras los participantes observaban imágenes que desencadenaban diferentes sentimientos.
Fotos de catástrofes humanitarias entremezcladas con bellas imágenes de niños jugando en una plaza.
Se comprobó de esta manera que era posible identificar las emociones que iban experimentando los participantes expuestos a esas visualizaciones con un alto grado de exactitud.
También, que las denominadas “huellas emocionales” no se generan únicamente en regiones específicas del cerebro, como la amígdala (una estructura sin la cual no podríamos sentir miedo), por ejemplo.
Por el contrario, se expresan en patrones que recorren otras regiones.
La conclusión de esta investigación es que existen tres factores principales de organización de las huellas neuronales de la emoción:
1. El valor positivo o negativo de los sentimientos.
2. La intensidad de los sentimientos.
3. El componente social de los sentimientos.
Por otro lado, se determinó, como se anticipó hace algunos párrafos, que a nivel neuronal los humanos codificamos cada emoción de manera similar a nuestros pares.
Las aplicaciones de este trabajo en diversas disciplinas son extraordinarias. Algunos ejemplos:
1. En neuromarketing
¿Qué genera una determinada marca a los ojos de un cliente? ¿Alegría, indiferencia, rechazo? (esto mismo puede extrapolarse a cualquier variable de negocios, desde la ubicación de un punto de venta hasta el precio de un producto, pasando por un etcétera tan amplio como la creatividad lo permita).
2. En espiritualidad de las organizaciones
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