La evidencia surge luego de muchísimas investigaciones: existe un procesamiento de las emociones previo a la conciencia que se tiene sobre éstas.
Las emociones se expresan en patrones que recorren varias regiones del cerebro, pero la amígdala actúa como principal receptor de los estímulos relacionados. La información le llega desde el tálamo y la dirige hacia la corteza.
Las vías neuronales implicadas en ese tránsito son aproximadamente diez veces más ricas en cantidad de neuronas que las que actúan en sentido contrario.
La reacción inmediata de la “vía rápida” puede jugarnos alguna mala pasada, ya que involucra reacciones primitivas y poco elaboradas, como gritar o pegar.
¿Cuántas veces debimos arrepentirnos de algo que dijimos?
¿En cuántas ocasiones nos lamentamos por lo que hicimos?
¿En cuántas oportunidades no nos reconocimos a nosotros mismos?
En todos los casos, la respuesta será similar: más de las que hubiésemos deseado. Es una característica que nos iguala a todos los seres humanos.
Si bien hay personas más vehementes que otras, nuestras palabras y nuestra conducta suelen dispararse de forma sorprendente, como si corrieran (y de hecho, lo hacen) más rápido que nosotros, que nuestra propia consciencia.
Levantar la voz, golpear un escritorio o romper una raqueta de tenis durante un partido son actitudes que dejan a un individuo mal parado y normalmente le traen problemas, sobre todo en ámbitos familiares o de trabajo.
Las reacciones basadas en respuestas viscerales normalmente provocan rechazo en los demás.
En conclusión:
Las decisiones basadas únicamente en respuestas emocionales (reactivas), sin participación de los mecanismos cerebrales superiores, como el razonamiento, pueden llevarnos hacer cosas de las cuales luego nos arrepentiremos.
La pieza clave
La amígdala, mencionada a repetición en los párrafos precedentes, es la estructura más importante en el procesamiento cerebral de las emociones.
Se encuentra en las profundidades del cerebro, prácticamente dentro del lóbulo temporal. En realidad, tenemos dos amígdalas, la izquierda y la derecha, una en cada hemisferio.
La forman varios núcleos que controlan gran parte de los estímulos emocionales que recibe el sistema nervioso.
Está involucrada en los mecanismos de cognición social y empatía, en el sistema olfatorio (participa activamente en la conducta sexual y en la fijación de la memoria de los olores) y en otros procesos cerebrales muy importantes.
Entre ellos, se destacan:
• Fijación de la memoria emocional
La mayoría de las personas puede recordar qué estaba haciendo en el momento exacto en que se produjo el atentado a las Torres Gemelas.
Aún hoy, cuando han pasado más de quince años de ese desgraciado suceso, son muchos los que pueden efectuar una descripción pormenorizada de dónde estaban, con quién y hasta detalles ínfimos de lo sucedidos aquel día.
Este tipo de recuerdos, especialmente fuertes, nítidos y permanentes debido a la intensidad de la experiencia, se enmarcan en un tipo de memoria emocional denominada flashbulb memory (memoria de destello).
Con el correr de los años, es posible que el relato de los protagonistas se modifique, pero jamás olvidarán ni el acontecimiento ni las emociones asociadas a éste.
Lo mismo ocurre con experiencias propias muy importantes.
Por ejemplo, difícilmente olvidemos lo que ocurrió el día que obtuvimos nuestro primer diploma de grado, el del nacimiento de nuestros hijos o algunos sustos que te provocaron situaciones extremas o inesperadas.
En todos los casos, especialmente en la memoria del miedo, la amígdala tiene un rol decisivo.
• Aprendizaje emocional
Relacionado con lo anterior, cuanto más intensa es la activación de la amígdala, más imborrable es la información que ingresa en el cerebro, sea positiva o negativa.
• Desencadenamiento de respuestas automáticas ante estímulos de tipo emocional
La vida cotidiana está repleta de estos sucesos.
Personas que salen corriendo cuando ven un caniche porque alguna vez las mordió un perro.
Otras que tiemblan apenas ven el mar porque estuvieron a punto de ahogarse de pequeñas.
Unas cuantas que bajo ningún punto de vista se subirían a un avión y que ni siquiera pueden explicar cuál es el origen de ese temor.
La mayor parte de los recuerdos emocionales son no conscientes e influyen en nuestra conducta durante toda la vida.
Por ejemplo, durante un experimento realizado en el Hospital Pitié-Salpêtrière, en Francia, se aplicó una técnica de presentación subliminal que consistió en una serie de flashes con palabras cuya duración no permitía que los participantes tuvieran tiempo de leer en forma consciente.
Los significados eran de tres tipos: amenazantes, neutros y alegres. Mientras recibían los mencionados flashes se observó actividad eléctrica en la amígdala.
En los tres casos se detectó una respuesta relacionada con el valor emocional de las palabras que había sido percibido en forma no consciente.
Con el fin de validar sus resultados, realizaron otra experiencia con el tiempo suficiente como para que los participantes pudieran leerlas.
Se observó que se activaba la misma región del cerebro que se había iluminado cuando estas les habían llegado en forma subliminal.
• Rol clave en las respuestas agresivas
Algunas investigaciones revelan que la amígdala es más grande en el cerebro de personas agresivas.
Durante un estudio sobre adolescentes, el psicólogo Nicholas Allen, de la Universidad de Melbourne, Australia, descubrió que los participantes que discutían con más ímpetu y excitación con sus padres poseían amígdalas más grandes que aquellos que no lo hacían.
También se extirparon amígdalas con fines terapeúticos. En estos casos se comprobó que la cirugía reducía el número de episodios en pacientes que padecían una agresividad que no era posible tratar mediante fármacos.
• Participación activa en la toma de decisiones
La mayor parte de las decisiones que tomamos en la vida (más del 80 por ciento) tiene un origen emocional.
Antoine Bechara propone dos sistemas diferentes que intervienen en la toma de decisiones e interactúan entre sí:
• El impulsivo, comandado por la amígdala.
• El reflexivo, liderado por la corteza prefrontal ventromedial.
Antonio Damasio llegó a conclusiones similares.
Sostiene que las dos amígdalas se encargan de la respuesta emocional instantánea mientras que lóbulos frontales se ocupan de las reacciones emocionales basadas en un análisis racional y cognitivo.
Bechara y Damasio son autores de reconocimiento internacional por sus trabajos sobre el cerebro emocional, un tema que ocupó la mayor parte de sus investigaciones.
• Participación activa en los mecanismos de cognición social y empatía
La amígdala juega un papel clave en la capacidad de ponerse en el lugar del otro, percibir lo que está sintiendo y sintonizar con sus emociones.
Durante estos procesos, su principal función consiste en convertir las percepciones en conceptos, para lo cual le asigna contenidos emocionales a los estímulos que van ingresando por los sistemas sensoriales.
También ha sido comprobada su participación en el reconocimiento facial de emociones.
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