1 ...6 7 8 10 11 12 ...23 En ocasión de dicha huelga, se publicó en Barcelona durante seis días consecutivo el periódico Premsa en lluita , editado por el Sindicat de Treballadors de Premsa de Barcelona, creado en febrero, paralelamente a la constitución de las secciones de prensa de los principales sindicatos reconocidos legalmente el mismo abril. Como en julio de 1975, La Vanguardia Española y los diarios deportivos no se sumaron a la huelga, lo que sí harían el 22 de septiembre de 1977 en protesta solidaria ante el atentado terrorista mortal contra la redacción de El Papus.
Por las mismas fechas, el Gobierno trataba de evitar la reaparición del diario Madrid , después que el Tribunal Supremo anulase la suspensión ordenada en 1972 por el gobierno aún presidido por el mismo Franco, y condenase a la Administración a pagar daños y perjuicios a la empresa editora, que anunció inmediatamente su propósito de reaparición a primeros de año (14-10-1976 y 27-10-1976). El recurso presentado no se vio hasta la víspera de las elecciones y fue en vano (7-6-1977 y 8-7-1977). Sin embargo, Madrid no llegó reaparecer, a pesar de los anuncios sucesivos de sus antiguos editor y director Rafael Calvo Serer y Antonio Fontán (9-10-1976; 6-2-1977).
En ese contexto contradictorio de estreno escalonado de la libertad y sujeción a vigilancias y amenazas diversas, decrecientes en número aunque no en importancia y que se prolongarían aún tras las elecciones primeras elecciones e, incluso, tras la aprobación de la Constitución, se produjo la transición de la prensa del franquismo a la democracia. Diarios y revistas tendrían un papel relevante en ese singular proceso de cambio político, al que muchos de ellos no sobrevivirían.
1. Para los hechos citados en este capítulo, se utilizan indistintamente como fuente la documentación consultada en el Archivo General de la Administración y las noticias publicadas en la sección de noticias «Prensa» del diario ABC de Madrid en las fechas referidas, que utilizamos como principalreferencia informativa. Aunque pudieran haber algunas ausencias, dicha fuente nos ha parecido la más indicada como muestra de lo acaecido durante todo el período al que nos referimos.
2. Archivo General de la Administración. Signatura 9.01.01 Grupo de Fondos Presidencia del Gobierno. Dirección General Medios de Comunicación Social. Número de Registro General 837-839. Tomos I-V.
3. AGA, Ministerio de Cultura, Dirección General de Régimen Jurídico de la Prensa, Sección de Actuaciones, Expedientes 1 y 2/1978.
4. El número total de expedientes incoados entre 1965 y 1975 fue de 1.270 (Sánchez ArandaBarrera, 1992: 415).
II.
LOS DIARIOS
1. LA APUESTA MONÁRQUICA DE LA VANGUARDIA
Marcel Mauri i de los Ríos Anna Nogué Regàs
Quizás por la perspectiva histórica de ser uno de los periódicos decanos de la prensa catalana y española con casi cien años de historia (superado, eso sí, por el también catalán Diario de Barcelona , fundado casi un siglo antes, en 1792); o quizás por su capacidad demostrada durante decenios de saberse adaptar a las circunstancias políticas de cada momento, pero lo cierto es que La Vanguardia Española afrontó los años clave de transición con la tranquilidad de ser, juntamente con el ABC , el único periódico en España que superaba los 200.000 ejemplares de venta diaria.
Fundado en 1881 por los hermanos Carlos y Bartolomé Godó, La Vanguardia había conseguido un hito ciertamente complicado: ser el periódico de más difusión en Cataluña (y uno de los principales de España) durante la Segunda República, durante el franquismo y también durante la Transición. En el verano de 1936, el comité de trabajadores (controlado por la CNT) se había apoderado de la empresa para luego (enero de 1938) convertirse en el periódico del gobierno de la República (Guillamet, 1994: 156) cuando el presidente Juan Negrín se traslade a Barcelona. Terminada la guerra, la familia Godó recuperó el control.
La capacidad del rotativo catalán de adaptarse rápidamente a las circunstancias políticas de cada momento se puso de manifiesto ya desde el inicio del franquismo. El 27 de enero de 1939, el día después a la entrada de las tropas franquistas en Barcelona, no se publicaron la mayoría de periódicos en Barcelona; 1pero sí que se puso en circulación una edición especial de La Vanguardia saludando a Franco y poniéndose a su servicio. Desde el 28 de enero de 1939, pasaba a llamarse La Vanguardia Española y recuperaba la enumeración de justo antes del inicio de la Guerra Civil, como si esos tres años no hubieran existido.
Fue el periodista Manuel Aznar el encargado de poner en marcha el nuevo proyecto, teniendo como subdirector a Josep Pla. Entre los dos intentarán mantener un cierto tono periodístico a pesar de las circunstancias políticas adversas (Fabre, 1987: 41). Aunque será el único diario que no verá interrumpida su continuidad, sólo cuatro meses más tarde el nuevo régimen ya impondrá un director cercano al falangismo y totalmente afín al régimen, Luis Martínez de Galinsoga, en disposición a la facultad del Gobierno de escoger el director tal y como establecía la ley de prensa de 1938. Con este nuevo director, el diario perderá toda independencia y se convertirá en un medio de propaganda más cercano a un boletín de partido que no a un periódico de información (Fabre, 1987: 41).
Durante todo el franquismo, La Vanguardia Española seguirá siendo el diario más vendido. Autoritario y anticatalanista, Galinsoga nunca se integrará en la sociedad catalana e incluso llegará a protagonizar un polémico episodio en el que insultó a los catalanes, un hecho que le acabará comportando su salida del diario, en 1960. El periodista Xavier de Echarri lo sustituirá e intentará una tímida apertura. Pero la apertura más significativa se producirá en 1969 con la llegada a la dirección del hasta entonces subdirector Horacio Sáenz Guerrero que dará entrada en el diario colaboradores de talante liberal como Baltasar Porcel, Ramon Trias Fargas, Joan Fuster, Terenci Moix, José Ferrater Mora y Salvador Pániker (Nogué y Barrera, 2002: 435-436).
La entrada en 1970 del hijo de Carlos Godó Valls, Javier Godó, en la empresa también conllevará aires nuevos en el diario. El actual conde de Godó verá la necesidad de presionar a su padre, de ideas conservadoras y profundamente franquista, para permitir la adecuación del medio a las nuevas realidades. A la vez que exhortará al director a no tener miedo y soltarse en sus ideas democráticas. Todo ello con la voluntad que La Vanguardia Española no quedara desfasada (Nogué y Barrera, 2002: 442-443).
Estos cambios permitirán que el diario encare los últimos años del franquismo y el inicio de la Transición con la voluntad de recuperar su identidad histórica de periódico liberal, conservador y, aunque siempre diligente con la autoridad del momento, independiente. Pero a la vez, La Vanguardia Española consolidará la apuesta por abrir sus páginas a opiniones bien distintas, a menudo alejadas de los propios postulados. Todo ello ayudará a configurar un estado de opinión que se convertirá en un referente indiscutible en la construcción del relato político del momento.
Pero ante todo, seguirá siendo un periódico monárquico. Ya en el momento de su fundación, como órgano del monárquico Partido Liberal fusionista de Sagasta, el rotativo catalán defiende la institución. Un apoyo que se verá recompensado por el rey Alfonso XIII con el título de conde otorgado en 1916 a su propietario, Ramon Godó Lallana. Y que seguirá durante el franquismo cuando el subdirector del periódico, Santiago Nadal, formará parte del Consejo Privado de don Juan de Borbón, mientras que Carlos Godó Valls, segundo conde de Godó, es procurador en Cortes por designación directa del Jefe del Estado, desde 1958. 2
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