En particular, la «Primera parte» se articula en torno a cuatro temas: se examina el contexto de formación del joven Enrique Dupuy (§§ 2-5); el principio de su carrera diplomática en Japón, donde escribió el texto que aquí se publica (§§ 6-8); sus análisis comerciales sobre la seda y el vino (§§ 9-12), y su carrera de diplomático reconocido, tanto en los acontecimientos europeos (sobre todo la Cuestión de Oriente culminada con la guerra ruso-turca) como en Estados Unidos, donde provocó un incidente diplomático que contribuyó al empeoramiento de la crisis de Cuba y que le hizo involuntariamente famoso hasta nuestros días (§§ 13-15). En cambio, la «Segunda parte» da cuenta de la visión de Japón legada por cuatro autores de lengua española (los españoles Vicente Blasco Ibáñez, Luis de Oteyza y Francisco de Reynoso y el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo) y por un autor portugués coetáneo, Wenceslau de Moraes.
I.
ENRIQUE DUPUY EN EL INQUIETO SIGLO XIX DE ESPAÑA Y JAPÓN
2. RETRATO DE UN JOVEN VALENCIANO EN EL JAPÓN DEL SIGLO XIX
El texto de Enrique Dupuy de Lôme (1851-1904) aquí publicado es uno de los raros documentos españoles escritos por un testigo ocular de la occidentalización de Japón; en efecto, el autor pasó dos años en Yokohama, de 1873 a 1875, como secretario de la legación española. Los testimonios españoles y portugueses sobre la modernización de Japón en la segunda mitad del siglo XIX son poco numerosos respecto a los de otros estados europeos, porque, como ya se ha dicho, ambos países estuvieron ausentes del archipiélago nipón en el momento de su europeización, a causa de sus respectivas crisis internas.
Los acontecimientos de España y Japón en la segunda mitad del siglo XIX no son ampliamente conocidos. Sobre todo, salvo pocas excepciones, los asuntos internos de aquella España no son conocidos por los niponistas, ni los de Japón son conocidos por los hispanistas. Por eso, en los próximos dos apartados (3 y 4) se trazará una síntesis de los sucesos históricos del tardío siglo XIX en ambos estados. Esta síntesis se propone solo como una orientación para la lectura del texto de Dupuy, en el que los eventos de su tiempo apenas se mencionan; pero esto no puede sustituir a un tratamiento histórico completo, al que se reenvía para una mayor profundización. En definitiva, estas dos semblanzas históricas dejarán igualmente insatisfechos a los niponistas y a los hispanistas respecto de la parte en la que ellos son especialistas y, probablemente, su único mérito sea satisfacer mi deseo de simetría en la exposición.
El personaje central de estas páginas es el diplomático Enrique Dupuy de Lôme, nacido en Valencia en 1851 y fallecido en París en 1904. Su primer destino fue Japón, al cual dedicó dos volúmenes en 1877 y en 1894. En este último es donde se engloba la pequeña monografía sobre el Japón Meiji aquí publicada, aunque se encontraba redactada ya a la altura de 1874. La preparación jurídica y diplomática de Dupuy, unida a sus dos años de estancia en Japón, hacen que sus palabras sobre la transformación socioeconómica de Japón durante la época Meiji sean particularmente atendibles.
Como punto de referencia al que regresar en el curso de la lectura, puede ser útil dejar constancia de una hoja de servicio de Enrique Dupuy redactada el 27 de abril de 1908, donde se sintetizan las etapas de toda su carrera diplomática hasta 1904, año de su muerte. 17
Nombramiento en Japón: 17 de abril de 1873; toma posesión el 23 de julio de 1873.
Traslado de Japón a Bruselas: 24 de mayo de 1875; toma posesión el 1 de noviembre de 1875.
Montevideo, 24 de octubre de 1877 (toma posesión el 14 de febrero de 1878).
Buenos Aires, 4 de febrero de 1880 (puesto interino por baja del titular Francisco de Otín; toma posesión el 1 de abril de 1880).
París, 2 de junio de 1881 (toma posesión el 11 de agosto).
Washington, 7 de octubre de 1882 (toma posesión el 20 de marzo de 1883) (Carta de Enrique Dupuy al Ministerio de Estado, de Nueva York, el 1 de agosto de 1883, donde entra en servicio con motivo de la muerte sobrevenida del plenipotenciario Francisco Barca, el 29 de julio de 1883).
Berlín, 12 de mayo de 1884 (toma posesión el 11 de julio de 1884).
Regreso al Ministerio de Madrid: 26 de abril de 1886 (toma posesión el 4 de abril de 1886).
10 de noviembre de 1887: parte a Londres para «tratar de la supresión de las primas concedidas a la industria azucarera».
1 de diciembre de 1887: nombramiento como cónsul general en Guatemala, Salvador, Costa Rica y Nicaragua.
17 de enero de 1886 (o 1887): en Roma para la Comisión Técnica y para el Tratado de Comercio.
14 de septiembre de 1888: ministro residente y cónsul general en Uruguay (toma posesión el 26 de diciembre de 1888).
22 de septiembre de 1890: regreso al Ministerio en Madrid (toma posesión el 1 de octubre de 1890).
22 de septiembre de 1890: se encuentra en el Ministerio como jefe de la Sección de Comercio.
Desde el 19 de enero de 1891 hasta el 16 de mayo de 1892: es nombrado «Vocal Comendador de la Suprema Asamblea de la Real y Distinguida Orden de Carlos III» (toma posesión el 20 de enero de 1891).
Cesa por Real Decreto el 22 de marzo de 1891 porque es elegido diputado de las Cortes.
12 de mayo de 1892: nombramiento como plenipotenciario de la legación de Washington (hasta el 21 de febrero de 1893). Se encuentra en Washington como plenipotenciario desde el 25 de abril de 1895 hasta el 11 de febrero de 1898, cuando presenta su dimisión ( cf . § 15).
Desde el 15 de abril de 1899 es subsecretario de Estado.
En Roma, como embajador: nombrado el 3 de mayo de 1900 (toma posesión el 23 de junio de 1901 y cesa el 13 de mayo de 1902).
Embajador en Italia: nombrado el 7 de julio de 1903, toma posesión el 20 de julio de 1903 y permanece en el cargo hasta el 1 de julio de 1904, fecha de su muerte en el curso de un viaje a París.
Ya se ha mencionado la crisis que atravesaba el mundo ibérico en el siglo XIX y las transformaciones radicales de Japón durante el mismo periodo. Ahora ha llegado el momento de aportar las dos semblanzas históricas prometidas.
Aunque la estancia japonesa de Dupuy tuvo lugar en el bienio 1873-75, conviene examinar un lapso de tiempo mayor, que en el caso de España abarcará todo un extenso siglo XIX, desde 1808 a 1923 –es decir, desde la invasión napoleónica hasta la dictadura de Primo de Rivera–, y en el caso de Japón un siglo más reducido, desde 1868 a 1914, es decir, desde el inicio oficial de la occidentalización hasta su entrada en la Primera Guerra Mundial. Con todo, en el § 4 será necesario remontarse al origen del cierre del archipiélago en el siglo XVII para comprender cómo se produjo después su apertura, inmediatamente antes de 1868.
3. EL INQUIETO SIGLO XIX ESPAÑOL
A finales del siglo XVIII, Carlos III de Borbón (1726-1788) modernizó y reforzó España, consiguiendo conservar sus propias colonias tras la guerra de los Siete Años, transcurrida entre 1756 y 1763, y tras la independencia de las colonias inglesas de Norteamérica. Las turbulencias del siglo XIX comenzaron en 1808 con la invasión napoleónica de España, que llevó a la ocupación francesa de todo el territorio y a la sustitución de los Borbones por el hermano de Napoleón, José Bonaparte. Los españoles se sublevaron contra los invasores el 2 de mayo de 1808, apoyados por los ingleses, lo que dio lugar a la Guerra de la Independencia.
La fractura napoleónica tuvo consecuencias internas e internacionales. En el ámbito interno, las Cortes de Cádiz dictaron en 1812 una constitución inspirada en los principios de la Revolución francesa, que preveía la monarquía constitucional, así como la garantía de algunos derechos fundamentales como la libertad de prensa y la división de poderes. En el plano exterior, la invasión napoleónica creó una enorme inquietud, sobre todo en las colonias americanas, donde las noticias llegaron fragmentadas y con retraso. Dado que los leales a la Casa de Borbón estaban en declive y los «afrancesados» sí reconocían el Gobierno de José Bonaparte, los partidarios de la independencia vieron en aquella incertidumbre institucional la ocasión propicia para separarse de la madre patria y alcanzar la independencia nacional, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos. Desde 1811 hasta 1825 las colonias españolas de América se sublevaron y lograron la independencia: al final de este proceso, el imperio colonial español se reducía a Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
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