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El 15 de abril de 1931 Barcelona amanece republicana. Han pasado pocas horas desde que Francesc Macià haya proclamado «la República Catalana com Estat integrant de la Federació ibèrica».
Esa mañana, a las diez, transeúntes que pasan por la calle Fernando ven volar paquetes de periódicos, papeles y cuadros desde una ventana del entresuelo del número 57. Se trata de la redacción del semanario La Protesta , una publicación que era vehículo de expresión de carlistas disidentes ligados a los Sindicatos Libres. El semanario se había destacado por su virulencia españolista y su agresividad hacia la izquierda y los políticos catalanistas. La calle pronto queda cubierta de ejemplares del diario. La mayoría de los asaltantes son jóvenes.
El grupo se dirige después hacia la Rambla de los Estudios. Penetra en el número 8. Se trata de la sede de la Unión Monárquica Nacional, el antiguo Círculo Central de la Unión Patriótica. Los paseantes ven salir por el balcón documentos, retratos del rey depuesto, de Martínez Anido y del dictador Primo de Rivera. En la calle se hace una hoguera con lo lanzado, todo en medio del entusiasmo de los que se han arremolinado en el exterior. Dentro del local se ha destrozado un busto del rey que presidía la sala principal y han sido saqueados los ficheros. Los asaltantes colocan una bandera republicana en su balcón y se dirigen hacia la calle Pelayo. Allí asaltan el local de la Juventud Monárquica, en el número 11, quemando toda la documentación que encuentran en sus archivos.
El grupo avanza por la calle Pelayo dando gritos en favor de la República. También gritan contra los monárquicos, contra los fascistas. Se dirigen a la plaza Universidad. En la cabeza del grupo destaca el capitán José García Miranda, conocido como el Capitán Rojo, conspirador contra la Dictadura y reciente candidato del Bloc Obrer i Camperol. Al llegar al número 1 de la plaza se abren paso hasta el segundo primera. Abaten la puerta y entran en tropel en el piso. No encuentran a nadie. Repiten el ritual. Destrozan el mobiliario y lo arrojan por la ventana a la calle, donde otro grupo le prende fuego. La sede de la Peña Ibérica queda arrasada.
Lluís Companys, el nuevo gobernador civil, ha ordenado esa misma mañana la clausura de las entidades monárquicas alfonsinas y carlistas. Por orden de la Capitanía General, se han iniciado registros en algunas de ellas. Una de las primeras en recibir la visita policial es el Círculo Católico Tradicionalista de calle Boria. No se encuentra nada reseñable. Se decide dejar un retén de guardia para evitar que el local sea saqueado.
Un piquete de militares de artillería se ha personado a las seis de la mañana en la sede de los Sindicatos Libres, en la calle Unión, pues había rumores de que se habían descargado explosivos y armas. Todavía el día anterior se había celebrado en el local un acto con el sacerdote José Gafo, promotor de los sindicatos católicos que se habían fusionado en su día con el Libre. Nadie les abre. Llaman a un cerrajero y ocupan el local. A las doce llega policía para practicar un registro. Se hallan bombas y un centenar de pistolas Parabellum. La noticia se difunde por el barrio y la gente se congrega indignada a las puertas. Las fuerzas del orden no pueden frenar a la muchedumbre, que penetra en el edificio. La sede queda devastada.
Más grave fue el tiroteo entre miembros del Sindicato Libre y de la CNT, que se saldó con dos muertos del Único y cinco heridos. Ya el día anterior se había disparado en Sarrià contra una manifestación republicana. Unos decían que había sido un legionario de Albiñana, otros que el hijo del barón de Viver. Casi lo linchan.
Son episodios de violencia que se ceban en las entidades que días antes habían sido señaladas por la prensa como promotoras de un supuesto fascio local y en las monárquicas más cercanas a la Dictadura. Pero, en general, el día ha tenido un tono festivo y pacífico, con calles inundadas de gente agitando banderas republicanas y catalanas, cantando La Marsellesa y el Himno de Riego , celebrando la proclamación de la República.
El españolismo derechista, que hasta pocos meses antes se presentaba unido en un sólido bloque, la Unión Patriótica, y detentaba el poder municipal, provincial y estatal, es borrado del mapa político en dos días. Ya no levantarán cabeza hasta 1939. Se convertirán en marginales, ruidosos y vociferantes, pero irrelevantes políticamente. Vamos a estudiar su fracaso, conocer sus acciones, las biografías de algunos de sus militantes, la historia de sus organizaciones, de las provenientes de la Dictadura y de los nuevos proyectos que surgen desde la extrema derecha barcelonesa en el tiempo de la República. Vamos a saber quiénes eran esos ultras, esos reaccionarios y esos fascistas.
I. ORÍGENES
DISIDENCIA Y ECLOSIÓN DE LA UNIÓN PATRIÓTICA 1
La República fue la puntilla a un proceso de desintegración del españolismo barcelonés que venía de unos meses atrás. La renuncia de Miguel Primo de Rivera hizo eclosionar a la Unión Patriótica que, al fin y al cabo, era un proyecto personal del dictador. Las diferentes corrientes que lo habían conformado rompieron con el hasta entonces partido único para lanzar sus propios proyectos políticos. Se preveía un cambio de régimen, quizás el retorno al turnismo. El anuncio del general Dámaso Berenguer, sustituto del dimitido Primo de Rivera, de una convocatoria de elecciones generales para marzo de 1931 hizo que las diferentes facciones empezaran a marcar terreno. Las elecciones finalmente se pospusieron tras la dimisión de Berenguer en febrero de 1931 y su sustitución por el almirante Juan Bautista Aznar, pero el fin del upetismo ya no tenía marcha atrás.
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