Para cuando a finales de mes el Gobierno Civil levantó la clausura a las sedes monárquicas, las que se reunieron, lo hicieron para confirmar su disolución. Así lo hizo, por ejemplo, la UMN de Gracia o el Círculo Católico Tradicionalista de la calle Boria.
El Comité de Acción Española desapareció, los grupúsculos que habían nacido de la eclosión de la Unión Patriótica lo mismo, la UMN, el Grupo Alfonso, la Juventud Monárquica, Acción Nacional, el PNE y el Centro Maurista se disolvieron, al igual que los mellistas. Los carlistas se replegaron a sus casales. La Peña Ibérica pasó a la clandestinidad y aconsejó a los suyos hacerse «socios de alguna entidad, ya sea política, cultural o de recreo, al objeto de extender nuestro radio de acción». Así lo hicieron, encontraremos ibéricos en casi todos los grupos ultras que se creen.
La extrema derecha está en una situación tal de debilidad que no es capaz ni de instrumentalizar la campaña que se había iniciado en defensa del castellano en la escuela, un tema en principio propicio para hacer proselitismo desde el españolismo ultra. Fue la Juventud Socialista de Barcelona la que impulsó la Comisión Escolar Pro Enseñanza en Castellano, que realizó una activa campaña entre octubre de 1931 y febrero de 1932, con actos públicos ruidosos donde eran frecuentes los incidentes con grupos catalanistas.
También fueron los socialistas los que impulsaron la Casa de España en octubre de 1931, para «estrechar vínculos que unan a todas las regiones españolas, en el mutuo apoyo, conocimiento y estimación». Se trataba de una plataforma contra la autonomía catalana que trataba de movilizar a los barceloneses nacidos fuera de Cataluña. Además de socialistas, había radicales y algún ultra. Dieron apoyo a la campaña pro enseñanza en castellano y llegaron a crear una Agrupación Escolar y una Sección Femenina. En enero de 1932 eran cuatrocientos socios. Pronto decayó. Un informe policial de octubre de 1932 afirma que «principalmente se dedicaron a desarrollar una activa campaña contra el Estatuto; una vez aprobado éste, la Casa de España entró en período de descomposición, desapareciendo de sus cargos los dirigentes primitivos». La entidad quedó en manos de españolistas de derechas, pero duró poco, ya que en diciembre de 1932 desapareció.
El último presidente de la Casa de España fue José Osés Larumbe, un maestro nacional destinado en Barcelona desde 1901. José Osés, aragonés de nacimiento, pero criado en el País Vasco, siempre había destacado por su oposición al bilingüismo en la enseñanza, como él escribía, contra la absurda «convivencia del idioma español en las escuelas con los idiomas y dialectos regionales». En los años veinte fue conferenciante habitual en centros republicanos y socialistas y era un laicista militante. Fue representante de los maestros en la Comisión Escolar Pro Enseñanza en Castellano y activo publicista de sus fines. Conoceremos más cosas de él y de su hijo. Al secretario de la última junta, Vicente Sainz-Calderón Arizmendi, lo reencontraremos como jonsista.
Solo alguna protesta aislada demostró que el españolismo ultra seguía existiendo. El primero de octubre un grupo de estudiantes dio gritos a favor de una Cataluña española cuando Macià salía de la Universidad tras inaugurar el curso académico. El grupo acabó siendo perseguido por otros estudiantes y se vieron obligados a refugiarse en dependencias policiales. También hubo manifestaciones estudiantiles a raíz de la ley de órdenes religiosas, convocadas por Federación Catalana de Estudiantes Católicos, que organizaron en noviembre un mitin con José María Gil Robles y José Antonio Aguirre como estrellas invitadas. Poco más se dejaron ver en 1931. Fueron los carlistas los que pronto reaparecerían con su habitual perfil bronco.
El 16 de octubre se celebra en la Catedral de Barcelona, organizado por la Junta Regional Tradicionalista, el funeral en recuerdo del recientemente fallecido Jaime de Borbón, el pretendiente carlista. Hay rumores de que grupos contrarios pretenden perturbar el acto. La jefatura tradicionalista organiza un servicio de orden. Grupos de requetés, distinguidos con boinas azules, se distribuyen por dentro y fuera del templo. Andan muy excitados ante una posible agresión.
Ya durante el acto, los requetés habían obligado a salir del templo, de malas maneras, a quien consideraban que no mostraba el suficiente respeto. Cuando estaba por acabar el funeral, se originó una trifulca en el exterior. Algunos requetés se lían a golpes con unos jóvenes que hacían chanza del acto. En medio de la reyerta, suena un disparo. Cae mortalmente herido al suelo Antoni Borrell Amich, un empleado de seguros de 26 años. Acuden policías que disuelven el grupo y practican una detención, la del requeté Luis Bellés Colom, conocido entre los suyos como El Tit , de 30 años. Han hallado a sus pies una pistola automática con señales de haber sido disparada. La prensa habló de represalias políticas. En realidad, el grupo de jóvenes que se burlaba del acto, aunque eran de ideas catalanistas, no estaba organizado políticamente. El muerto no militaba en ninguna organización. Como decía La Vanguardia «El ambiente, por lo que puede verse, estaba cargado de pasión». Seguramente esto es lo que llevó al fatal desenlace. 2
Serían también los carlistas los primeros en regresar a la calle y lo harían con motivo de la fiesta de la Inmaculada.
CELEBRANDO LA INMACULADA Y PASEANDO LA ROJIGUALDA 3
Es 8 de diciembre de 1931 y el mundo católico conmemora la Concepción Inmaculada de María. Tradicionalmente era un día no laborable, pero la República, en su política de laicización, lo había eliminado del calendario de festivos. A pesar de ello, hubo balcones que aparecieron adornados, algunas tiendas y talleres cerraron y se celebraron actos religiosos en la Catedral y la parroquia de la Concepción. Los sectores católicos, enardecidos por las protestas contra las nuevas leyes laicas, lo plantearon como un reto.
Los carlistas convocaron una «fiesta magna españolista» en la iglesia de San Agustín a las 12:30 h. Se trataba de una misa que venía a sustituir la que antes de la República celebraban los militares de Infantería, cuerpo del que esta virgen era patrona. A la celebración eucarística asisten algunos militares retirados, aristócratas alfonsinos y, sobre todo, tradicionalistas. Las banderas del Requeté, la Juventud Tradicionalista y la AET son sostenidas por militantes carlistas en el altar mayor. En el atrio de la iglesia aparece una bandera rojigualda. Tras el oficio religioso, numerosos jóvenes se congregan en la plaza cubiertos con sus boinas rojas. Y es que la Purísima era además la patrona de la Juventud Tradicionalista.
Cuando más gente estaba congregada en la plaza se levantan dos pancartas. En una se lee «Contra l’ateisme de l’Estat», en la otra «Els escolars tradicionalistes amb la Inmaculada [sic]», rematada con una flor de lis a cada lado. Se decide marchar en manifestación desde San Agustín hacia las Ramblas y subir hasta Puertaferrisa, donde se ubicaba el Círculo Tradicionalista de Barcelona. Además de las pancartas, los jóvenes carlistas ondean la bandera monárquica que han lucido en el templo. A los lados del cortejo, algunos requetés armados vigilan. Son dirigentes de las juventudes y la AET, entre ellos Lauro Clariana, al que conoceremos más adelante como jonsista, o Carlos Trías Bertrán, que veremos como falangista. La AET se había reorganizado hacía un mes. En febrero de 1932 se constituirán como entidad independiente del Círculo Tradicionalista. En ese mes son treinta socios, en marzo de 1932 han doblado; según la policía son ya sesenta.
Los incidentes con transeúntes republicanos no se hacen esperar. Imprecaciones, amenazas, alguna bofetada. Del lado carlista gritos de Mori la República, Viva Cristo Rey, Visca el Papa; del lado republicano Visca la República. A la altura de la calle del Carmen se ha formado una contramanifestación republicana. El choque es inevitable. Más golpes. Aparecen guardias de Seguridad que, sable en mano, cargan violentamente y disuelven el tumulto. A pesar de todo, el cortejo carlista consigue llegar a su local de Puertaferrisa. Pronto se congrega delante del local una multitud que los increpa. Mientras, desde el balcón de la sede tradicionalista, algunos jóvenes tararean la Marcha Real y enarbolan de nuevo la bandera rojigualda. Los guardias de Seguridad han de intervenir para evitar que se asalte el centro. Siguen llegando republicanos a protestar. Aparece entonces una sección de guardias de Asalto que penetra en el Círculo. Se realiza un registro y se cachea a los carlistas. No se encuentran armas, pero se confisca la bandera monárquica. Además, se carga en Puertaferrisa para disolver a los republicanos. Hacia las tres se consigue calmar la calle. Es entonces cuando salen detenidos del local carlista el jefe regional, el abogado, exsenador y exteniente de alcalde Miquel Junyent Rovira, y el presidente del Círculo Tradicionalista, Pere Roma Campí, acusados de organizar una manifestación monárquica. El Círculo Tradicionalista queda clausurado por orden gubernativa.
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