José Fernando Mota Muñoz - ¡Viva Cataluña española!

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Con la proclamación de la República, la extrema derecha españolista de Barcelona es borrada del mapa. En pocos días, los ultraespañolistas pasan de vivir en una Dictadura, a tener que actuar en una República que ataca tres de sus pilares: la monarquía, la religión y el Estado unitario. Ni el RCD Español tendrá ya la importancia que había tenido como vehículo de expresión política. Ya no levantarán cabeza hasta 1939. Esta obra estudia el devenir de esos colectivos reaccionarios, fascistizados y fascistas de la ciudad de Barcelona entre dos fracasos, el del 14 de abril de 1931 y su derrota en las urnas, y el del 19 de julio de 1936 y su derrota en las calles. Por sus páginas transitan alfonsinos, carlistas, albiñanistas, jonsistas, falangistas y un largo etcétera de militantes de la extrema derecha. Se analiza ese microcosmos ultra barcelonés, lo que permite conocer las trayectorias vitales de algunos de sus componentes, la historia de la miríada de grupos y grupúsculos españolistas que se hacen y deshacen alrededor de algún líder efímero y cómo actuaba esa minoría marginal en un contexto político y social adverso. Estamos, pues, ante una aproximación desde la historia al mundo de la ultraderecha barcelonesa durante la Segunda República.

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Además, en 1927 Claret había sido nombrado presidente de la comisión encargada de organizar el Homenaje a los Mártires de la Independencia Española. Esta comisión se había puesto en marcha en 1909, coincidiendo con el centenario del fusilamiento de ocho patriotas barceloneses por las tropas francesas. A partir de entonces se institucionalizó un homenaje cada 3 de junio, fecha del ajusticiamiento. En 1911 se trasladaron los restos de los inmolados a la capilla de San Gabriel, en los claustros de la Catedral. Poco a poco el acto fue tomado tintes españolistas, sobre todo a partir de 1924, cuando se encarga de la organización la «domesticada» Liga Patriótica Española y la Junta Fe y Patria, que preside el coronel y reconocido anticatalanista Pío Berzosa Tablares. En 1927 toma el relevo en la dirección Pompeyo Claret.

Como ya hemos visto con la Fiesta de la Raza, la Dictadura había fomentado la celebración de fiestas y conmemoraciones patrióticas como forma de difundir el nacionalismo español entre la población, de construir «memoria colectiva nacional basada en mitos históricos». El fusilamiento de los patriotas barceloneses era un hito que no podían dejar pasar; «las fiestas, ceremonias y monumentos son utilizados para consolidar los mitos y símbolos nacionales en la conciencia de los ciudadanos y tienen como objetivo hacer que las masas se sientan parte de la nación» (Quiroga, 2009: 240). El impulso que se da a este homenaje tiene ese fin.

Desde los inicios, la comisión organizadora demanda la construcción de un monumento que recuerde a los patriotas. La oportunidad llegará en 1929. En 1928 el concejal Andrés Garriga Bachs compró dos casas en la calle del Obispo situadas frente a los claustros de la catedral para derribarlas. En su lugar se construyó una plaza –que llevará el nombre del concejal–con la idea de dar visibilidad a los claustros, a la iglesia de San Severo y al Palacio Episcopal. Fue entonces cuando se inició la construcción de un monumento a los Mártires de la Independencia. Se le encargó al escultor Josep Llimona, pero no la finalizó a tiempo. La plaza fue inaugurada por la reina en noviembre de 1929, con el pedestal, pero sin el conjunto escultórico. De hecho, este no se instalará hasta 1941. Como veremos, el homenaje decaerá en los primeros tiempos republicanos para ser recuperado a partir de 1935 como acto unitario de la extrema derecha españolista.

Con este bagaje, a partir de enero de 1931, Pompeyo Claret se convertirá en la cabeza visible del Comité de Acción Española, que fijará su sede en el local de la calle Boria.

La actividad del Comité es frenética porque se prevé la convocatoria de elecciones generales para marzo. A finales del mes de enero se reúne el Comité Político de la Peña Ibérica «para formar la candidatura que luchará en Barcelona en las próximas elecciones, con una tendencia exclusivamente españolista». El PNE anuncia que la apoyará. Son los últimos coletazos del pacto que les unía. Los ibéricos no olvidan su componente social y, a pesar de la situación política, no dejan de programar, como en los últimos años, bailes de carnaval en la Sala Capsir. Pero frivolidades aparte, siguen enfrascados en tratar de formar una candidatura electoral españolista que se enfrente a la Lliga y Acció Catalana.

Finalmente, renuncian a la suya propia y participan en las reuniones que, durante las primeras semanas de febrero, mantienen españolistas de la ciudad para fraguar una propuesta unitaria. En el local de la UMN se encuentran miembros de la entidad monárquica, mauristas de Derecha Nacional, integristas del Centro de Defensa Social, albiñanistas, socialistasmonárquicos, la Juventud Monárquica, el Comité de Acción Española y los ibéricos . Acuerdan una candidatura que no se presentaría como monárquica, sino como españolista y de orden. Como sabemos, tras la dimisión de Berenguer, estas elecciones no se celebrarán.

A pesar de ello, los del Comité de Acción Española continuarán su actividad proselitista. En las siguientes semanas programarán diferentes actos de «acción españolista». Los ponentes acostumbran a ser dirigentes del Comité, como Claret, Vives, Guiamet, Ponz o Llanas de Niubó, a los que se unen otros publicistas, como el abogado y periodista de origen segoviano Pablo Sáenz de Barés, autor de novelitas patrióticas y católicas, exdirector de la Gaceta de Cataluña y miembro del Secretariado de la Confederación Nacional Católico-Agraria, que había pasado por la UMN para acabar recalando en el PNE; Pablo Bayle, administrador del Banco Comercial de Tarrasa, que ejerce de presidente de la Comisión de Estudios Económicos del Comité; Alberto de Avilés, maurista y miembro del Grupo Alfonso, o Juan Vidal Salvó, exupetista y miembro de la Juventud Monárquica, un abogado al que conoceremos a fondo. Las conferencias sirven para enaltecer «el amor a España» y exponer los principios del Comité, que, sin elecciones a la vista, no esconden que han «nacido al calor de los tres grandes amores: Religión, Patria y Monarquía».

También pondrán el énfasis en defender a los maestros, muchos destinados a Barcelona desde otras provincias españolas. Los maestros nacionales serán uno de los colectivos proclives a escuchar los cantos de sirena del españolismo.

Los ibéricos , rotos sus acuerdos con los albiñanistas, se vuelcan en el Comité de Acción Española, pero sin renunciar a su autonomía política. A pesar del apoyo a la retórica reaccionaria del Comité, el discurso de la Peña Ibérica es diferente.

HABLAN LOS HOMBRES

La Sala Emporium, en la calle Muntaner, esa mañana del 5 de abril de 1931 no ofrece su habitual aspecto. Lo que acostumbra a ser una sala de baile se ha transformado en un auditorio. Está programado un acto de afirmación nacionalista, en este caso española. En La Protesta lo han anunciado como «Interesantísimo. La simpática entidad Peña Ibérica celebra un mitin el próximo domingo en que van a hablar los hombres. Ya era hora. Porque hasta ahora solo han cacareado gallinas y graznado grullas. ¡Interesante, interesantísimo!». 48 Efectivamente, el acto lleva por título, de forma algo petulante, «Hablan los hombres».

Preside el acto Francisco Palau. La sala presenta bastantes claros. No han llenado. Abre el mitin José María Poblador. Explica que el acto tiene por objeto contrarrestar las campañas separatistas que están realizando las fuerzas políticas catalanistas de cara a las elecciones municipales. Critica el pacto de San Sebastián, que solo busca constituir una República separatista, y que al amparo del fuero universitario se haga política antipatriótica. Llama a la masa obrera a oponerse a estos manejos y acaba apelando a la valentía para luchar contra esta situación; se «precisa que vivamos un cuarto de hora como leones, para no ser toda la vida borregos», dice.

Seguidamente toma la palabra Domingo Batet. Comienza atacando a separatistas y comunistas y afirma que la «Peña Ibérica no está con nadie, ni con Monarquía, ni con República, pero estará siempre al lado de quien haga España grande». Pide protección para la clase obrera y ataca vehementemente a Macià, «el problema catalán no existe», afirma con contundencia. Tampoco se salvan de su diatriba los viejos políticos de la Monarquía. Realiza una apología de la Dictadura y acaba con un estruendoso ¡Viva España!, ¡Viva la Peña Ibérica!

Después sube al estrado Juan Sabadell. Se queja de que, en Barcelona, donde tantas veces se derramó sangre por la patria, se tengan que hacer actos de afirmación españolista. Critica duramente la campaña separatista y les advierte de que si quieren triunfar «habrán de hacerlo con sangre, no con votos».

Le sigue Enrique Catalá de Bezzi, que aclara el lema del acto. Afirma que en él hablan los hombres de la Peña Ibérica, que es española y democrática, pues en ella caben todos. Se extiende en críticas al alcalde de Barcelona y a Cambó y su nefasta política monetaria. Realiza una encendida defensa del marqués de Foronda y finaliza gritando ¡Todo por España y para España! ¡Viva España!

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