Alex Fernández de Castro - La masía, un Miró para Mrs. Hemingway

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La masía, un Miró para Mrs. Hemingway: краткое содержание, описание и аннотация

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En 1925, Ernest Hemingway regaló a su primera esposa, Hadley, un cuadro de Joan Miró. Se llamaba 'La masía' y mostraba las dependencias de servicio de la casa de verano de Miró en Mont-roig del Camp, Tarragona. Cuando el novelista abandonó a Hadley renunció a 'La masía', pero recuperó la tela en 1934, y ya nunca se separó de ella. A su muerte, el lienzo fue donado por su viuda, Mary Welsh, a la National Gallery de Washington DC. ¿Cómo fue la relación entre ambos artistas? ¿Por qué se sentía tan atraído Hemingway por el cuadro? ¿Qué importancia tuvo para Miró 'La masía' o la casa que lo inspiró? ¿Qué otros pintores interesaron a Hemingway? A éstas y a otras muchas preguntas trata de responder este libro, que también describe el largo periplo del cuadro, desde Mont-roig a Barcelona, pasando por París, Chicago, Florida o La Habana, hasta su destino definitivo en los Estados Unidos.

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En una carta enviada a sus padres el 15 de noviembre, anunciaba que trabajaría en el City Star unos siete meses, y que después se alistaría: «No podría mantenerme al margen por más tiempo, bajo ninguna circunstancia. Hacerlo hasta entonces ya habrá sido lo bastante difícil» 2. En el periódico había conocido a Theodore Brumback, que después de estudiar en Cornell había conducido ambulancias del American Field Service en Francia. Hemingway, además, leyó la novela de Hugh Walpole, The Dark Forest , cuyo héroe, un inglés, había ido a la guerra como camillero de la Cruz Roja rusa. Todo ello le llevó a enviar una solicitud como conductor de ambulancias a la Cruz Roja americana. En mayo de 1918, mientras estaba de pesca en Horton Bay, recibió un telegrama. Debería presentarse a una revisión médica en Nueva York el día 8 de ese mismo mes.

Hemingway aseguró en más de una ocasión que inicialmente había querido alistarse como soldado de infantería, pero que sus problemas oculares lo habían impedido. Kenneth S. Lynn, en cambio, asegura en su biografía del novelista que no hay documentos que demuestren que Hemingway se hubiera presentado como voluntario en las oficinas del ejército, y que de haberlo hecho, seguramente habría sido aceptado. Al parecer, Harry S. Truman también tenía problemas de visión y había sido reclutado sin mayores problemas 3.

A finales de mayo de 1918 viajó por primera vez a Europa a bordo del transatlántico Chicago . Después de desembarcar en Bordeaux pasó algunas horas en París, donde con su amigo Ted Brumback convenció al conductor de un taxi para que les llevara a alguna parte de la ciudad que estuviera siendo bombardeada. En la plaza de la Madeleine, ávido de experiencias, vio cómo explotaba un proyectil al hacer impacto contra la fachada de la iglesia. Pocos días después fue a Milan con otros voluntarios de la Cruz Roja americana, y allí tuvo que retirar los cadáveres y cuerpos mutilados de los trabajadores de una fábrica de municiones. En Schio, al norte de Vicenza, transportó heridos a bordo de rudimentarias ambulancias por las escarpadas carreteras de Monte Pasubio, y en junio se ofreció como voluntario para distribuir café, tabaco, sopa, caramelos y cigarrillos entre las tropas italianas posicionadas en el valle del río Piave.

En la noche del 8 de julio, en Fossalta de Piave, estaba distribuyendo chocolate entre los ocupantes de una trinchera cuando un proyectil austríaco explotó a escasa distancia. La onda expansiva y los fragmentos de metralla lo hirieron gravemente en ambas piernas. El soldado que tenía más cerca había perdido una pierna. La otra apenas pendía de algunos tendones. Hemingway intentó ponerse en pie, pero no lo consiguió. Arrastrándose, le aplicó un torniquete al otro herido, pero al terminar comprobó que había muerto. Cuando unos camilleros fueron a recoger a Hemingway, éste les dijo que se ocuparan de los que hubieran sufrido heridas más graves que la suya, a pesar de lo cual se lo llevaron inmediatamente a la retaguardia. Por su generoso comportamiento, el gobierno italiano le condecoraría con la Medalla de Plata al Valor Militar 4.

En ambulancia fue transportado a Fornaci, donde un doctor le extrajo algunos de los fragmentos de metralla de las piernas, y el 17 de julio, después de un largo viaje en tren, fue admitido en el Hospital Croce Rossa Americana de Milán. Cuando llegó en camilla al hospital a mediados de 1917 ya no era el ingenuo estudiante de bachillerato que había salido de Chicago hacía escasas semanas, sino un hombre de imponente presencia física, reafirmado y atractivo, bien educado y predispuesto a los cuidados de las enfermeras, que podía presumir de haber sido herido en combate y de haberse comportado con entereza. Durante su convalecencia se enamoró de una de las enfermeras, Agnes von Kurowsky, y durante casi tres meses mantuvo con ella una relación cada vez más abiertamente amorosa. Nunca dispusieron de la intimidad suficiente para consumarla, pero cuando el 15 de noviembre Agnes tuvo que abandonar Milán y acudir a su nuevo destino, Hemingway estaba decidido a casarse con ella. En 1978, en el transcurso de una entrevista, la propia Agnes von Kurkowsky le diría a Bernice Kert que Hemingway «era el tipo de hombre que sólo es capaz de estar con una mujer al mismo tiempo. Coquetear no era su estilo» 5. El testimonio de la enfermera es tan sólo una de las muchas evidencias que echan por tierra la imagen de mujeriego que algunos puedan tener de Hemingway, y que el propio escritor trató de alimentar en más de una ocasión. Don Stewart y Harold Loeb, que lo conocieron en París, lo veían como un puritano que nunca perseguía a las mujeres, que era presa de los remordimientos si miraba demasiado fijamente a las chicas de Montmartre 6. En las siguientes semanas, Agnes fue despachada a Florencia, y desde allí, a Treviso. Hem intentó volver a reagruparse con su cuerpo de ambulancias en Bassano, pero enfermó de ictericia y tuvo que ser hospitalizado una vez más. Mientras, la guerra llegaba a su fin. Trieste cayó en manos de los italianos, y el 3 de noviembre de 1918, Italia y Austria cesaron las hostilidades.

Lejos de su amada, Hemingway empezaba a dar muestras evidentes de disipación. Aunque no sabía qué haría una vez terminara la guerra, aborrecía la idea de volver a los Estados Unidos. Jim Gamble, su superior en Fossalta, le invitó a quedarse un año viajando con él por Europa. Gamble estaba dispuesto a asumir todos los gastos, pero Agnes, que seguía escribiéndose con Hemingway, le quitó la idea de la cabeza. «Mi intención –diría años más tarde la enfermera– era hacerle volver a los Estados Unidos, porque los hombres mayores lo encontraban fascinante. Todos lo encontraban muy interesante… le dije que nunca sería más que un gandul si se aprovechaba de alguien de aquella manera… estoy segura de que habría llegado a ser un vago. Parecía abocado a ello» 7.

A principios de diciembre Hemingway vio a Agnes por última vez en Treviso, donde se presentó de improviso, cojeando y lleno de medallas, y volvió a casa en enero de 1919. Desde la soledad de su habitación en Oak Park escribió constantemente a Agnes, pero ésta empezó a mostrarse cada vez más fría en sus respuestas. En una misiva el 1 de marzo le pedía que no le escribiera cartas tan largas, y le advertía que no era todo lo perfecta que él creía. A mediados de mes, por fin, le escribió para anunciarle que había aceptado casarse con un teniente italiano de sangre azul al que había conocido en enero. Hemingway se quedó días enteros en la cama, contrajo fiebre, dejó de comer, y tan sólo informó de lo ocurrido a su hermana Marcelline. A sus amigos, en cambio, les hizo creer que estaba consiguiendo enterrar el recuerdo de Agnes bajo un manto de alcohol y promiscuidad. En junio, la propia enfermera le informó por carta de que el militar italiano había roto su compromiso. En una carta a un amigo, Hemingway afirmaba que lo sentía por ella, pero que no había nada que pudiera hacer. La había querido en una ocasión y ella lo había dejado por otro. Ahora todo eso quedaba ya muy lejos, tanto en el tiempo como en el espacio 8.

A pesar de la fortaleza que mostró en un primer momento, Hemingway seguiría escribiéndose con Agnes una vez casado, y se referiría a lo ocurrido una y otra vez en sus cuentos y novelas, diez años después en Adiós a las armas (1929) y una vez más en 1936, en «Las nieves del Kilimanjaro». En «A very short story», uno de los cuentos recogidos en In Our Time (1925) ya daba cuenta detallada de todo lo sucedido, falseando a duras penas alguna fecha, nombre o lugar 9.

Hemingway estaba entrando en una fase peligrosa, dominada por sus primeros tanteos literarios, pero también por la apatía y la falta de rumbo. Cuando el tiempo lo permitía, se paseaba en canoa con una chica de Oak Park llamada Kathryn Long-well. Con un bravucón italoamericano que había luchado heroicamente durante la guerra iba a beber Chianti a un restaurante de Chicago, y así rememoraba sus días de gloria en Italia. También escribía relatos cortos, que enviaba sin éxito a publicaciones como Redbook o Saturday Evening Post . La tensión en el hogar de los Hemingway, mientras tanto, iba en aumento. Su madre había recibido con evidente orgullo las noticias de su condecoración, y se había mostrado muy solícita durante los primeros días de convalecencia en Oak Park. Pero a medida que las semanas pasaban crecía su alarma ante la pasividad de su hijo, que tan sólo escribía historias que nadie publicaba, no limpiaba ni ordenaba su habitación, ni daba la menor muestra de querer buscar un trabajo 10.

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