Mª Ángeles Durán Heras - La riqueza invisible del cuidado

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Esta obra constituye un hito histórico en la visión académica y científica del trabajo del cuidado. En su dilatada trayectoria académica, M. Ángeles Durán, doctora honoris causa por la Universitat de València, se ha preocupado por la inserción del trabajo no remunerado en el análisis de la estructura social y por los vínculos entre las relaciones de poder y los procesos de producción de conocimiento científico. El cuidado se presenta, así, como una formidable fuente de recursos invisibles no incorporados al análisis económico micro ni macro, que también debe verse como un coste para los hogares y para las personas sobre quienes recae, mayoritariamente mujeres. Más allá de su dimensión científica, la autora plantea el reconocimiento social del cuidado, un trabajo no remunerado que no se distribuye por libre acuerdo, por un pacto social e intergeneracional explícito, sino que es el resultado de fuerzas coercitivas históricas que lo han asignado a las mujeres.

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b) Si se integran en el concepto de cuidatoriado tanto a los productores como a los receptores del cuidado, el conjunto es más numeroso y gana visibilidad social. Previamente hay que optar entre una definición de cuidado restringida (que incluya solamente los cuidados personales directos) o amplia (también los indirectos). En este caso, el cuidatoriado se asimilaría a un sector económico que reúne a productores y consumidores, a empresarios, trabajadores y usuarios; pero perdería similitud con el concepto de clase social activista. El término común para definirles sería el de afectados, o el de interesados, que ya se aplica para otras situaciones sociales. El interés teórico se centraría en las relaciones internas dentro del sector y en la relación de este sector con otros sectores.

c) Si solo se incluye a los cuidadores no remunerados, se referiría a un colectivo más homogéneo y tendría mayor consistencia lógica. Y si el cuidatoriado solo se refiriese a los cuidadores remunerados, también sería más homogéneo y fácil de identificar, aunque es un colectivo que tiende a trasladarse a otros sectores laborales mejor remunerados. Habría que optar entre incluir a todos los trabajadores del cuidado o solo a los que prestan cuidado personal directo, con bajo nivel de cualificación. Además, habría que optar entre incluir solamente a los que prestan cuidados domiciliariamente o también a los que lo hacen en instituciones. La ventaja de reunir a ambos grupos sociales bajo un mismo concepto responde a criterios lógicos (ya que desempeñan una función social similar) y estratégicos. La vitalidad reivindicativa y la visibilización de las condiciones de trabajo de los cuidadores remunerados aportan dinamismo y eco social al grupo relativamente átono de los cuidadores no remunerados. Pero no puede olvidarse que entre ambos colectivos hay relaciones de potencial antagonismo, además de complementariedad y cooperación. La integración en un mismo concepto no anularía el interés por las relaciones internas entre los dos subgrupos, pero haría más fácil el estudio de sus relaciones con otros grupos o fuerzas sociales, y muy especialmente con las administraciones públicas o representaciones del Estado.

d) Los cuidadores a tiempo completo son en algunos aspectos similares a los trabajadores de cualquier otro sector. Sin embargo, la proporción de cuidadores a tiempo completo no remunerados es pequeña en relación con el número total de cuidadores no remunerados. Los instrumentos de observación del trabajo remunerado tropiezan con este mismo problema aunque con menor magnitud; por ejemplo, definen como activos a los que no tienen empleo pero lo buscan, o a los que han trabajado remuneradamente un exiguo número de horas la semana anterior. El problema teórico radica en que la mayoría de los trabajadores remunerados dedican muchas horas diarias a su empleo, mientras que los cuidadores son mucho más numerosos y su ciclo como cuidadores es más largo que el laboral, pero la mayoría solo le dedica pocas horas diariamente. Si se incluyen en el cuidatoriado solamente los cuidadores a tiempo completo, el concepto gana en claridad y consistencia, pero su fuerza numérica y el peso de su función en la estructura social y política se reducen tanto que resulta muy debilitado.

e) La consciencia de pertenecer a un grupo social no es automática, requiere una experiencia cognitiva y afectiva. Puede modificarse, favorecerse o luchar contra su nacimiento. Actualmente existe conciencia de pertenecer al colectivo de cuidadores en los asalariados de bajo nivel de cualificación, especialmente entre los cuidadores a domicilio. Hay conciencia de pertenencia entre algunos cuidadores no remunerados de enfermos gravemente discapacitados y larga duración, e igualmente entre algunas amas de casa y cuidadores a tiempo parcial de niños y adultos sanos, pero no es mayoritario. Es una consciencia a menudo ligera, difusa, compartida o superpuesta con la consciencia de pertenencia a otros grupos sociales. Todos los grupos sociales que pretenden acciones colectivas desarrollan mecanismos para fortalecer la consciencia de grupo, pero el cuidatoriado todavía no ha desarrollado estos mecanismos aunque podría hacerlo. Tampoco ha desarrollado fuertes y eficaces instrumentos de acción política en cuanto colectivo, como asociaciones, sindicatos, medios de expresión o partidos políticos.

El sujeto que se siente de una clase determinada en gran medida lo es, aunque contradiga indicadores materiales más objetivos como el nivel educativo, el nivel de renta o las expectativas de ascenso social. ¿Puede crearse o favorecerse el sentimiento de identificación con una clase social, en este caso el cuidatoriado? O, a la inversa: ¿existen estrategias para que no aparezca una identidad y un sentimiento de pertenencia al cuidatoriado, como medio para evitar que inicie acciones reivindicativas y exija cambios sociales profundos?

f) Los grupos sociales no son ordinales, las clases sociales sí. Los esquemas más simplificadores (por ejemplo, el utilizado por la Encuesta Nacional de Salud, basado en ocupaciones) se limitan a clasificar las clases como si fueran percentiles o sextiles (clase I, II, etc.). Los esquemas más ideológicos y combativos tienden a establecer un esquema aún más simplificado, con solo dos clases o grupos protagonistas y antagónicos. ¿Qué ubicación obtendría el cuidatoriado en estos esquemas de interpretación de la estructura social y económica? ¿En qué lugar de la escala de poder y prestigio se colocaría? ¿Se fundiría en alguno de los grupos ya existentes, se repartiría entre varios o daría lugar a un nuevo grupo? La respuesta, evidentemente, depende de la imagen previa de la estructura social por la que se haya optado.

4.3 ¿En qué posición se ubica el cuidatoriado en la estructura social?

Actualmente, los cuidadores remunerados que forman parte del cuidatoriado son en su inmensa mayoría cuidadores asalariados de baja cualificación que comparten origen social y étnico, aspiraciones, condiciones de trabajo y normas reguladoras con los trabajadores asalariados de otros sectores. Pueden subdividirse en categorías por múltiples criterios. Uno de los más claros es que su salario lo paguen quienes reciben sus servicios, o lo hagan otras entidades, como el Estado o las empresas suministradoras. En este aspecto se aproximan al proletariado, aunque no al proletariado industrial sino al del sector servicios, ahora llamado por algunos analistas «el nuevo proletariado». A diferencia de los cuidadores asalariados, la mayoría de los cuidadores no remunerados no tienen conciencia de pertenecer a un grupo social ni de cuál es su lugar en la estructura productiva. Son los cuidadores de enfermos discapacitados gravemente y de larga duración, por ejemplo los de enfermos con síndrome de Down o de Alzheimer, quienes más desarrollan movimientos asociativos que crean conciencia de grupo y una visión general de su situación. Su vinculación con el trabajo del cuidado es principalmente moral, y no esperan una contraprestación monetaria de las personas que reciben sus servicios, al menos no directa ni inmediatamente. Sí esperan, en cambio, que el Estado asuma mayor responsabilidad respecto a estos enfermos.

Por la relación con el cuidado, los cuidadores pueden clasificarse en múltiples subgrupos; entre otros, según el grado de responsabilización y voluntariedad respecto a la situación que origina el cuidado. Actualmente el cuidado de los propios hijos es un trabajo elegible y salvo en caso de violencia puede ser planificado, al menos en los países en que la tecnología y la legislación han favorecido la parentalidad responsable. El cuidado de enfermos, ancianos y dependientes no tiene el mismo rango de planificación ni voluntariedad que el cuidado de niños. Son circunstancias no elegidas ni perfectamente previsibles las que determinan el momento e intensidad con que aparece la necesidad de cuidado. Se conoce de antemano el riesgo de que acontezca el infortunio de la enfermedad, pero no puede anticiparse sobre quién recaerá, ni cuándo, ni durante cuánto tiempo.

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