Los principales proveedores de trabajo de cuidado son distintos para la población infantil y la anciana o enferma, aunque en ambos casos sean sobre todo mujeres. Para la población infantil son mujeres de edad joven e intermedia, en tanto que las mujeres de edad intermedia y avanzada son las principales proveedoras de trabajo de cuidado para la población enferma o anciana. ¿Cómo se mantienen los/as cuidadores?
La cobertura de las necesidades económicas de la población dedicada al cuidado se realiza por tres vías, cada una de ellas con su propio punto débil:
a) Son cubiertas por otros miembros del propio hogar o de la familia inmediata como manifestación de un proceso de división del trabajo dentro de los hogares y familias. Este tipo de soporte económico está condicionado por la pervivencia de unidades familiares, que sin embargo se disuelven fácilmente mediante divorcios, fallecimientos o traslados laborales.
b) Cubren sus necesidades consumiendo sus propios recursos:
b.1. Los ingresos que obtienen de su trabajo personal en el mercado de trabajo, simultaneándolo con las actividades de cuidado. Su punto débil es que la acumulación de funciones conlleva el cansancio, la sobrecarga, pero frecuentemente el cuidador no dispone de otra opción.
b.2. Consumen los ahorros obtenidos anteriormente a título personal por trabajo, herencia u otras vías. El patrimonio es una protección muy débil frente a la demanda continuada de dedicación; tras un periodo largo, el cuidador queda económicamente exhausto y desconectado del mundo laboral, al que no le será fácil retornar.
c) Son financiadas con fondos gestionados por la Administración Pública que compensan su trabajo del cuidado, generalmente complementando la cobertura económica que le proporcionan quienes reciben el cuidado. La legislación laboral reconoce algunos derechos al cuidado a los asalariados, sobre todo con motivo de los nacimientos de hijos, que financian parcialmente las empresas. Pero el cuidado de los dependientes o personas de edad avanzada apenas está cubierto, el número de plazas de atención es reducido y las subvenciones directas para el cuidado son en su mayoría de escasa cuantía.
Los fenómenos nuevos no pueden identificarse claramente mientras no existan palabras que los definan, y por ello se acuñó el término cuidatoriado . Se utilizó por primera vez en 2013 durante una sesión monográfica dedicada a la dependencia, en el XI Congreso de la Federación Española de Sociología, en una ponencia titulada «La emergencia de una nueva clase social en los países desarrollados» (Durán, 2013).
Es un concepto creado por paralelismo con campesinado y proletariado, con el objetivo de terminar con la consideración de «los cuidadores» como un conglomerado disperso de individuos que cuidan. Trataba de favorecer la conversión de este conglomerado poco activo en un verdadero agente social, consciente de su papel en la estructura productiva. El estímulo inmediato a la creación del concepto fue la retirada del derecho a recibir gratuitamente la inscripción en la Seguridad Social por derecho propio a los cuidadores no remunerados de dependientes, que desde algunos años antes habían estado recibiendo en aplicación de la Ley de Dependencia de 2006. Aquello evidenció la desprotección de este colectivo y su situación de exclusión de los beneficios del estado de bienestar. Los cuidadores cumplían la importante función económica de atender a los expulsados del proceso productivo, trabajaban más y en peores condiciones que ningún otro tipo de trabajadores, pero solo tenían obligaciones. Reunían todas las condiciones que teóricamente debe reunir una clase social para convertirse en un agente social revolucionario, excepto la conciencia de serlo. Ni siquiera disponían de un nombre que los identificase.
Se tomó como referencia histórica el término campesinado , que describe al conjunto de trabajadores que viven del cultivo de la tierra y acoge tanto a los jornaleros agrarios como a los pequeños propietarios. A diferencia de «los campesinos», que solo son una agregación estadística de sujetos individuales, el campesinado es un conjunto con entidad propia. Su entidad puede apoyarse en el auto-reconocimiento, una consistencia que le sirve de base para entablar acciones colectivas o, por el contrario, provenir solamente del observador externo que lo percibe como una unidad real. La mayor dificultad para que el campesinado se reconociese como clase social fue la heterogeneidad entre pequeños propietarios y jornaleros, así como su dispersión espacial. Desde el punto de vista ideológico, la extendida creencia en la naturalidad de su relación respecto a la tierra y su relación con los grandes propietarios de la tierra y otros grupos sociales con mayor poder dificultó el cambio social.
Al cuidatoriado, igual que al campesinado, le debilita su dispersión espacial, que no existan lugares ni tiempos de encuentro obligados en los que conocerse y reconocerse para poder actual después conjuntamente. También como el campesinado, el cuidatoriado contiene dos grandes subclases: la de quienes no reciben remuneración directa por el trabajo de cuidar y la de quienes sí la reciben. Los intereses de estos dos grandes grupos son a veces coincidentes y a veces opuestos, lo que acrecienta el riesgo de fracturas internas. Pero incluso cuando los intereses coinciden, los motivos y la ideología que vincula a unos y otros con el cuidado son muy diferentes.
En cuanto al término proletariado, de antiguo origen latino, designó en el siglo XIX a los trabajadores industriales que no poseían otro medio de producción que su propio trabajo, ni otro patrimonio que su prole, sus propios hijos, convertibles a corto plazo en mano de obra o fuerza de trabajo. La concentración espacio-temporal en las fábricas favoreció la consciencia de pertenecer a un mismo grupo social y la reclamación del derecho a participar en los beneficios que generaba la industria. Así como el campesinado acumuló siglos de cultura adaptativa y de instituciones creadas para garantizar la estabilidad de sus funciones, el proletariado se formó en un periodo relativamente breve en términos históricos, no hubo de enfrentarse a una cultura de la resignación ni de la pertenencia al lugar. El alto valor añadido por la tecnología a la producción industrial y la organización temprana de grandes sindicatos con ramificaciones internacionales y vinculados con los partidos políticos facilitó la movilización social y propició el éxito de muchas de sus reivindicaciones sociales, no sin arrastrar grandes conflictos que con movieron todas las instituciones sociales durante el siglo XIX y buena parte del siglo xx. La formación histórica de los grupos sociales que pueden integrarse en el cuidatoriado ha sido muy rápida por comparación con otros grupos sociales, está vinculada con el envejecimiento, el desarrollo y la vigencia de los estados de bienestar.
Igual que el proletariado, los cuidadores a tiempo completo no tienen medios de producción. Su propia fuerza de trabajo, en la mayoría de los casos, no pueden incorporarla al mercado laboral porque la absorbe el cuidado de los ancestros y otros familiares dependientes. Su organización del tiempo viene dada por las demandas de quienes reciben el cuidado. No disponen de descansos garantizados semanales ni anuales ni nocturnos. Su jornada de trabajo (la disponibilidad y la atención activa o intermitente) es mucho más larga que la de los asalariados. Carecen de Seguridad Social y otros derechos inherentes al trabajo remunerado (sanidad, jubilación), especialmente si se comparan con los derechos de los asalariados en la economía formal.
El cuidatoriado no tiene posibilidad de movilidad geográfica para acceder a mejores condiciones de vida porque le ata la permanencia de quien recibe su cuidado a un lugar y una residencia administrativa. Tampoco tiene posibilidades de ascenso económico o social. Debido a su falta de tiempo para sí mismo, frecuentemente los pertenecientes al cuidatoriado tienen mermadas sus posibilidades de acceso a la vida de ocio, educación, cultura, sexualidad o participación política.
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