Los capítulos siguientes se centran, en su mayoría, en las aplicaciones y los análisis de casos o temas, siempre desde la óptica de la calidad periodística, relacionados con los medios, desde la prensa en soporte de papel hasta la digital, pasando por la televisión. También abordan el proceso informativo, desde las fuentes a los periodistas, a través de las agencias de prensa o mediante la participación ciudadana en el denominado «periodismo 2.0». En la mayoría de dichos textos se parte de planteamientos teóricos sólidos para estudiar y analizar, con metodologías internacionalmente aceptadas, el porqué de cada cuestión planteada, deduciéndose a menudo los procedimientos oportunos o los protocolos positivos que podrían utilizarse para superar los déficits observados.
El Valor Agregado Periodístico (VAP), en tanto que método para comprobar la calidad periodística, desarrollado en Chile y Argentina pero aplicado también en otros países suramericanos, es explicado con sumo detalle por M.ª del Mar García, Ofa Bezunartea e Inés Rodríguez. Esta última, por su parte, lo empleará en otro capítulo para evaluar la información sobre el medio ambiente. El vap pretende medir la capacidad del periodista para procesar información sin distorsionar la realidad, partiendo por un lado de la selección de la noticia (gatekeeping) y, por otro, de la creación de esta (newsmaking). De los resultados obtenidos de distintas investigaciones, aplicando el VAP, estas investigadoras se detienen en algunas nuevas vías para constatar indicios de calidad con respecto a: la independencia y objetividad de los medios, las fuentes, las temáticas, los medios o los profesionales.
Desde otro planteamiento, Roberto de Miguel y Rosa Berganza investigan el influjo de la prensa gratuita sobre la denominada prensa de referencia dominante, yendo mucho más allá de los aspectos técnicos relativamente tópicos (como son el diseño y la extensión de las informaciones) y analizando minuciosamente un conjunto de parámetros morfológicos y de contenido. De este modo, comparan una muestra de los diarios de pago y gratuitos de mayor difusión, lo que les permite revelar que, si bien la prensa gratuita presenta unas características contrarias a los estándares de calidad tradicionalmente reconocidos, «cada vez es más complicado localizar medios de comunicación de masas a los que designar, por su pulcritud y precisión, “prensa de referencia”».
Sin fuentes y sin agencias de información, que para muchísimos medios y muchos temas son las grandes suministradoras de noticias, apenas se podría informar de tantos hechos. Por tanto, no hay duda de su centralidad en el proceso periodístico y de su valor estratégico. De la importancia de la gestión de las fuentes se ocupan Andreu Casero y Pablo López, dado que estas no son solo abastecedoras de información, sino que en muchos casos influyen en la cobertura periodística. Como advierten estos investigadores, «el empleo de unas u otras fuentes actúa como un control de calidad de la actividad profesional desarrollada por los periodistas». Y para ello, establecen unos indicadores vinculados al uso de las fuentes, interconectando el nivel interno (estatus profesional, verificación, transparencia, relevancia y reducción de la incertidumbre) y el externo (credibilidad, influencia, pluralismo y participación), y los aplican a la evolución de estas de 1980 al 2010.
Por su parte, Enric Marín, Pablo Santcovsky y Adrián Crespo, tras una lúcida explicación de las transformaciones que en las dos últimas décadas han afectado al sistema periodístico, las cuales están alterando los recursos, los dispositivos y las rutinas de la producción informativa, analizan cómo esta polimutación está provocando un cierto cambio de paradigma en las agencias informativas. En consecuencia, se cuestionan si la cultura digital está condenando a las agencias de noticias a la obsolescencia. A partir de un estudio en el que aplican un prototipo de índice de calidad a la citación de informaciones suministradas por agencias, afirman que «el nuevo paradigma digital requiere que la fiabilidad de las informaciones se base en un sello de calidad y en ello las agencias pueden jugar un papel determinante», si su intermediación habitual –de suministrar noticias a los medios– va también directa a las audiencias sin pasar por ellos.
Una vez delimitado el campo periodístico en el sentido «bourdieuano», en la actual coyuntura mediático-comunicativa, cabe preguntarse qué piensan los profesionales de la información sobre la calidad periodística. Al respecto, se trata de desentrañar las creencias de los periodistas («consciencia discursiva») enfrentándolas a sus rutinas («consciencia práctica»), porque ambas se suelen justificar con argumentos más o menos razonados, tales como la precariedad profesional, crisis económica, adaptación a las TIC, brecha generacional, inmediatez, pérdida de valores, etc. Para abordar esos planteamientos, Mónica Parreño explica los resultados de una muestra sociológicamente significativa de entrevistas en profundidad con los actores de la información bajo el prisma de la teoría de la argumentación y aplicando la pragmadialéctica a sus opiniones en relación con el campo periodístico.
El periodismo de la era digital permite no solo un mayor contacto entre periodistas y ciudadanos, sino también que estos participen en los procesos de producción de contenidos. Averiguar cuáles son los parámetros que determinan que unos contenidos publicados en la Red puedan considerarse periodísticos y asimismo cuáles resultan identificables con el periodismo de calidad son los objetivos que abordan Concepción Pérez, Inés Méndez y José Luis Rojas en su capítulo. Echando mano nuevamente del VAP, estos investigadores encaran el «periodismo ciudadano» o «periodismo participativo» y muestran cómo los estudios realizados al respecto confirman que las unidades desarrolladas por los ciudadanos no cumplen con los criterios o parámetros de calidad de dicha metodología. Admitiendo que
... la Red puede ser una herramienta que facilite la comunicación y la información ciudadana, esta nunca debería suplir el papel del profesional [...] [porque] la calidad exige no solo informar sino contrastar, señalar antecedentes, buscar, explicar y analizar las causas, proponer, diseñar una perspectiva de futuro...
Ahondando en el tema recién expuesto, el equipo destacado en ciberperiodismo, formado por Carlos Ruiz, Pere Masip, David Domingo, Javier Díaz y Josep Lluís Micó, reflexiona sobre el valor y el alcance de la participación de la audiencia en el llamado «periodismo 2.0». Aceptan la premisa de que la democracia es una conversación; sin embargo, estos investigadores advierten de que en una democracia no todas las ideas son respetables, lo que supone –según Claudio Magris– que existen unas fronteras del diálogo y que la ética discursiva –en palabras de Jürgen Habermas– no puede estar al margen de la conversación democrática. Para subsanar esas derivas, de forma parecida al anterior capítulo citado, los manuales de buenas prácticas y los protocolos de actuación y comportamiento adecuados son imprescindibles para asegurar la necesaria calidad periodística, demostrando –a través de estudios comparativos– que «las conversaciones del Nytimes.com y de Guardian.co.uk son las más respetuosas, las de mayor calidad y las más plurales».
«El pluralismo interno informativo, entendido como la presencia de diversidad de valores, intereses y presencia de actores políticos y sociales» en el seno de un medio o empresa periodística, «es un indicador de la calidad periodística, al mismo nivel –según María Luisa Humanes y M.ª Dolores Montero– que la objetividad o la imparcialidad, que incide en la credibilidad social del periodismo». Para estudiarlo en el caso de las televisiones digitales terrestres, dichas investigadoras parten de la tipología de los sistemas de medios en relación con los sistemas políticos propuestos por Hallin y Mancini. Y a tenor de los resultados, las autoras proponen «un protocolo de análisis de contenido de la información como un instrumento de verificación del grado de pluralismo existente en televisiones generalistas».
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