1 ...8 9 10 12 13 14 ...23 Y las razones utilizadas para ello, entre otras, son que, si la Unión Soviética nunca tuvo estudiantes de posgrado en MIT, no hay razón para que China tenga casi 400.000 estudiantes universitarios en los Estados Unidos. Estos estudiantes vendrían a desarrollar habilidades y adquirir conocimiento que luego, de vuelta en China, utilizarían para competir con Estados Unidos, y dejarlo atrás. Argumento que rompe, desde luego, con todo un modelo de lo que constituye la educación universitaria y el hacer ciencia en el mundo de hoy y el propósito que cumple, algo que, por definición, no tiene fronteras. Ello ya ha llevado a un creciente número de estudiantes chinos a preferir universidades inglesas, canadienses o francesas, y que refleja que, Guerra Fría o no, el hielo en las relaciones sino-estadounidenses están afectando casi todas las áreas de la relación.
Más allá de la semántica, sin embargo, de lo que no cabe duda es que la atmósfera de confrontación entre Washington y Beijing, que quedó tan de manifiesto en la reunión de alto nivel en Anchorage, encarna peligros. Tanto así que el exsecretario de Estado Henry Kissinger, quien rara vez, si alguna, manifestó en público preocupación por el rumbo de la relación bilateral bajo Trump (quien no fue reticente en sus dichos sobre China) la ha expresado ahora, al inicio del gobierno de Biden. En palabras de Kissinger, “¿Es necesario tener una visión coherente de la gobernanza para tener un orden pacífico? ¿O es posible establecer un orden global en que los principios internos fundamentales varían…pero en que hay acuerdo en lo que se requiere para prevenir un quiebre del orden global?”.
Y luego continuó: “Y si se añade a ello el elemento de la tecnología, de...la explosión revolucionaria de la democracia, el desarrollo de la inteligencia artificial, de ciber,…Y si uno se imagina que el mundo se compromete a una competencia eterna basada en la dominación de quien tiene la superioridad en un momento dado, entonces un quiebre del orden es inevitable. Y las consecuencias de un quiebre serían catastróficas” (Brennan 2021).
El punto de Kissinger es que el crear una situación de competencia sempiterna con China, siendo que China no está “decidida a lograr la dominación mundial”, sino que a “tratar de desarrollar las máximas capacidades que pueden como sociedad”, no puede sino llevar al desastre.
Ahora bien, a diferencia de Trump, quien, en el proceso de sortear sus diferencias con China, se las arregló para antagonizar a gran parte de los aliados de los Estados Unidos, la estrategia de Biden es distinta. Ella apunta a revitalizar esas alianzas, desde la OTAN en Europa hasta el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral en el Indo-Pacífico. Lo mismo vale para el renovado compromiso con el multilateralismo. Ello se ha expresado en decisiones como el retorno de los Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud (OMS), al Tratado de París y en el llamado a una Cumbre sobre el Cambio Climático a realizarse en Washington a la que ha invitado a cuarenta jefes de Estado y de gobierno.
Christensen señala que una de las razones por las que no se puede hablar de una nueva Guerra Fría es porque, a diferencia de los Estados Unidos, China no tiene una red de alianzas, imposibilitando una confrontación entre dos superpotencias y sus respectivas alianzas. Esto es cierto, pero ello se debe a un cierto enfoque en materia de política exterior seguido por China. Este no se basa en la tradicional dualidad entre aliados y adversarios, tan propia del enfoque occidental, sino que en la cooperación con todos los países dispuestos a tener relaciones diplomáticas y lazos amistosos con la República Popular China. Y estos lazos no están cementados por pactos militares ni bases aéreas o navales en el extranjero (China estableció su primera base naval en el extranjero en Djibouti, en el Cuerno de África, en 2011), sino que en vínculos políticos y económicos de beneficio mutuo (Wang 2015). China es el mayor socio comercial de 128 países.
Es por ello que las presiones de Estados Unidos por lograr que los países no comercien ni reciban inversiones de China son contraproducentes. Ni siquiera aliados tan estrechos como Alemania y el Reino Unido han aceptado sin más la exigencia de Washington de no utilizar la tecnología de Huawei en sus redes de telecomunicaciones, llevando a fuertes diferencias entre Washington, por una parte, y Berlín y Londres por otra.
Y ha sido ese debate sobre lo que deben hacer los países europeos con Huawei, como en relación a Nord Stream 2, el proyecto de un gasoducto de la empresa rusa Gazprom a través del Báltico, (que ha generado fuerte oposición en Estados Unidos), que ha puesto sobre el tapete el tema de la autonomía estratégica europea, que ha dado lugar a extensas controversias (Fishmann 2021).
La Unión Europea y la noción de autonomía estratégica
La propuesta de una autonomía estratégica europea resurgió en el cuatrienio de Trump, por razones obvias, pero tiene sus orígenes en el gobierno de Barack Obama. Ella arranca en parte del anuncio de los Estados Unidos de un “pivote al Asia”. Obama se autodefinía como “el primer presidente del Pacífico” de su país. Dándose cuenta del papel cada vez más central del Asia-Pacífico, objetaba a la fijación de Washington con el Medio Oriente, y vio la urgencia de un giro hacia la zona más dinámica y de mayor crecimiento. En ese cuadro, la UE, percibiendo su falta de centralidad tanto para la política exterior estadounidense, como en el escenario global, se da cuenta de la necesidad de un espacio propio desde el cual proyectarse al mundo.
Como ha señalado Josep Borrell, el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y de Política de Seguridad, la expresión se acuña originalmente en el ámbito de la política de defensa, y en particular de la industria de la defensa, pero se ha ido extendiendo a otros ámbitos, incluyendo la economía, la energía y la política en materia de datos, entre otros (Borrell 2020). Se basa en parte en proyecciones a futuro, que revelan que en veinte años la UE representará solo un 11% de la economía mundial, versus un 22% de China y un 14% de los Estados Unidos. En palabras de Borrell, “si no actuamos juntos ahora, nos volveremos irrelevantes… La autonomía estratégica es, desde esta perspectiva, un proceso de supervivencia política”. A ello Borrell añade la creciente interdependencia económica en el mundo de hoy, así como el desplazamiento del mundo hacia Asia, como factores que impulsan esta propuesta de autonomía estratégica.
La noción de autonomía estratégica no suscita unanimidad, y países como Francia y España la esgrimen con mayor vigor que Alemania. Ello no significa cuestionar la alianza transatlántica que ha anclado la política de defensa de la UEdesde sus inicios. Lo que hace es subrayar lo obvio. Desde la desaparición de la Unión Soviética y del Pacto de Varsovia, la OTAN se ha mantenido vigente más como una “solución en búsqueda de un problema”, que como una respuesta a un desafío real. Y los esfuerzos de Washington por convencer a Europa que la Rusia de hoy equivale a la Unión Soviética de ayer, para efectos de promover sus propios intereses estratégicos y comerciales, ponen a la UE en situaciones cada vez más insostenibles. Lo mismo vale para lo que significa China, ya mencionado más arriba, en relación al tratado de inversiones con la UE.
Un ejemplo de ello lo constituye el caso de Nord Stream 2, un gasoducto de la empresa rusa Gazprom, destinado a transportar gas natural desde Rusia hasta Alemania a través del Mar Báltico. El mismo iría en forma paralela a Nord Stream 1, con el mismo recorrido. Estados Unidos se opone al proyecto porque aumentaría la dependencia de Alemania de fuentes de energía rusa, algo que a Washington no le parece. Por otra parte, Washington objeta el hecho que con esto las exportaciones rusas de gas natural a la UE pasarían a depender menos de los gasoductos rusos que atraviesan Ucrania, que constituyen una importante fuente de ingresos de ese país y que le dan a Ucrania capacidad de presión sobre Rusia. En 2021, el proyecto ya está completado en un 90%, pero la presión de los Estados Unidos no disminuye, y continúa aplicando sanciones a las empresas involucradas (Sauquillo y Sevillano 2021).
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