De este modo, Berlín generó una profunda transformación. La anterior ´cultura informal´ de los freudianos en cuanto a entrenamiento fue reemplazada por un proceso institucionalizado de formación en el cual los fuertes debates ideológicos del pasado se diluían y apaciguaban, sin silenciarse, en estructuras colectivas más amplias. El plan de M. Eitingon fue presentado en 1925 en el Congreso de la IPA en Bad Homburg y aprobado para su implementación en todos los Institutos de Psicoanálisis, creados o por crear. Vale la pena repasar algunos de los conceptos vertidos por Eitingon ( Int J. Psych., 1925 ):
…La formación analítica no debe quedar más en la iniciativa privada de los individuos…La Sociedad Psicoanalítica de cada país se debe hacer colectivamente responsable por su formación…Los diferentes Institutos de cada país deben cumplir los mismos lineamientos…Para nosotros lo mejor es que la IPA autoritativamente (sic) establezca las regulaciones para la formación…Solo aquellos que han completado esta formación pueden ser miembros de la IPA…Los planes para la formación solo puede emprenderse colectivamente…Cada Instituto debe nombrar Comités de Formación integrados solo por analistas didactas, e investidos de plena autoridad…La IPA deberá, en la medida de lo posible, establecer estándares de principios uniformes y determinar las mismas cualificaciones para la formación de candidatos, respetando peculiaridades locales…El análisis de formación es simplemente psicoanálisis y hay solamente una técnica psicoanalítica, es decir la correcta.
Eitingon era partidario de una formación analítica plena y profunda. Y “había solamente una técnica analítica”. Como Director de la ITC estableció que en cada región o país los analistas se agruparan en Sociedades Psicoanalíticas, que crearan Institutos a cargo de la formación, que las condiciones de admisión debían ser universales y que la culminación de la formación era el requisito para ser miembro de la IPA: El modelo Eitingon fue bienvenido y se difundió en todas las Asociaciones Psicoanalíticas que existían en ese momento y en las que rápidamente fueron apareciendo (Wallerstein, 1998). El propio Freud lo felicitó por la Clínica y por el Instituto de Formación y deseo “que pronto se instalaran en otros sitios, hombres o asociaciones que, siguiendo el ejemplo de Eitingon, creen Institutos parecidos” 10.
Por supuesto brotaron resistencias: cuando se quiso en 1927 proponer que la IPA estableciera las condiciones de admisión por sobre las sociedades locales. Se generaron fuertes polémicas: es que el trasfondo de la discusión era el llamado “análisis profano” y la vuelta de una pregunta recurrente: ¿Cuáles serían las credenciales que acreditarían para aspirar a la carrera analítica? El numeroso contingente norteamericano amenazó con retirarse de la IPA porque no aceptaban analistas “profanos” (no médicos). Freud publicó un trabajo clave sobre el Análisis profano donde se declaró partidario del ingreso de no-médicos a la formación. Pero en aquel tiempo y por muchos años, el ingreso a la formación analítica bajo el patrocinio de la IPA estuvo exclusivamente abierto a los médicos 11.
Con la aprobación final del trípode de formación, se agregó una sugerencia: incluir programas de investigación en Psicoanálisis pero se fue diluyendo en el tiempo, salvo en algunos lugares como el Instituto Psicoanalítico de Chicago.
Finalmente, en 1938 se hizo la noche en Europa. Berlín, que había liderado una época gloriosa del Psicoanálisis vio como todo se derrumbaba mientras sus líderes se expatriaban. El propio Freud debió abandonar Viena con su familia e instalarse en Londres. Sus miembros en el exilio ayudaron a fundar nuevas asociaciones psicoanalíticas en otros países de Europa y América. Un grupo de ellos llegó al Rio de la Plata.
Con todo, la segunda guerra mundial pasó y el trípode de Eitingon mantuvo su presencia hasta nuestros días. Su prolongada vigencia es una señal de que su eficacia, como modelo formativo, no ha sido superada. Los Comités Didácticos de cada Asociación Psicoanalítica y la IPA conservaron el poder de vigilar sus requisitos. Inicialmente cuestionados de autoritarismo, los Comités Didácticos llevaron a cabo en las últimas décadas una profunda democratización de sus funcionamientos.
Mirado a la distancia, Berlín comenzó y llevo a cabo una necesaria profesionalización de la formación analítica. Por medio del prestigio del grupo y de los cargos que tenían en la IPA, impusieron las reformas con ese grado de “coerción externa” que según Freud, necesita un grupo para instalarse como institución. Dialogaban con Freud para discutir sus proyectos pero como generación más joven (de hermanos) se creó un dispositivo donde el poder de decisión iba a ser asumido colectivamente por una parte institucional llamada Comité Didáctico. Se dieron a la tarea de universalizar la formación para identificarla con el saber científico. A esta altura de la historia, a Freud lo consultaban pero no siempre lo seguían. Se le oyó decir: “ Soy un comandante en Jefe sin ejércitos” . Es interesante mirar esos momentos en el espejo de Tótem y Tabú.
4. Freud opina sobre la formación analítica
En 1918 Freud escribió un breve y bello trabajo leído en Budapest y publicado al año siguiente en idioma húngaro: en el título se preguntaba, “¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?” 12(Freud 1919). En él propuso un programa de formación en psicoanálisis donde debería enseñarse mucho de lo que se aprende en medicina, junto a la psicología de lo profundo, para asociarlo al resto de las ciencias humanas, como filosofía, arte, mitología, historia de las religiones, etc. Lamentablemente, esta propuesta de Freud, de una formación analítica definida como universitas literarum , nunca llegó a implementarse ni en Budapest ni en Viena ni en ninguna universidad del mundo. En realidad, comenta E. Roudinesco: 13
…en las altas esferas de la enseñanza universitaria [el psicoanálisis] solo pudo implantarse como vector de otras disciplinas: psiquiatría y psicología por un lado, humanidades por el otro. Por eso quedo escindido en dos ramas: una clínica, asociada al ideal médico de la asistencia, y otra cultural, vinculada a la filosofía, la historia, la literatura, la antropología.
El proceso de formación analítica que se estaba gestando en Berlín supuso elegir algunas metas sobre otras. “El lazo entre la formación y la membrecía fue más o menos transformada y pasó de ser una organización científica a un cuerpo profesional de terapeutas psicoanalíticos” (Schröter , 2002) . El programa, tal como salió de Berlín, puso el psicoanálisis más en la línea de la clínica, la terapéutica y de la ciencia y menos en las Humanidades, desde siempre un área de disciplinas consideradas por Freud como esenciales para la formación.
Curiosamente, en 1926, momento culminante cuando Berlín organizaba la formación analítica, Freud en el trabajo sobre Análisis Profano 14reconoce y valoriza los intentos realizados por los Institutos de Berlín, Viena y Londres, pero en otra parte manifiesta sus temores que el psicoanálisis quede reducido solamente a una terapéutica (p. 232). Más adelante expone sus preferencias:
Si algún día se fundara una escuela superior psicoanalítica —cosa que hoy puede sonar fantástica— debería enseñarse en ella mucho de lo que se aprende en la facultad de medicina: junto a la psicología de lo profundo, siempre lo esencial, una introducción a la biología, los conocimientos de la vida sexual con la máxima extensión posible, una familiarización con los cuadros de la psiquiatría. Pero, por otro lado, la enseñanza analítica abarcaría disciplinas ajenas al médico y con las que él no tiene trato en su actividad: historia de la cultura, mitología, psicología de la religión y ciencia de la literatura. Sin una buena orientación en estos campos el analista quedaría inerme frente a gran parte de su material.
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