El primer Dialogus de Llanos 52 y este Coloquio de Cigorondo comparten elementos y estructuras. Ante todo, comparten expresiones características de la bucólica. Los elementos formales, por lo demás universales en este tipo de teatro, son comunes en ambas obras: bucólica virgiliana, hexámetros, uso de epítetos. Coinciden también en el recurso y cita de los mismos versos de los Lusus de Navagero o Naugerius, como se podrá ver en la anotación del texto ( PP , vv. 36. 152-156 / CP , vv. 269. 348-354). Significativa igualmente es la casi coincidencia en número y nombres de los pastores protagonistas (Thirsis, Palemon, Alphesiboeus, Mopsus, Tityrus, Menalcas, Lycidas, Damon; Cigorondo sustituye a Thirsis con Corydon y añade Meliboeus, y resultan nueve). Y en el uso de estribillos con función de énfasis y realce del discurso. Con uno de ellos, « donec adesse velis ... ergo ades ...», que ciñe los lamentos pastoriles o « questus » por la ausencia de Dafnis, abre Llanos su PP (vv. 1-49); 53 con otro (« huc ades , o ovium pastorum et gloria , Alexi ...»), también construido sobre el elemento « ades » (‘ven’ – PP , v. 30 s), 54 ciñe Cigorondo una amplia sección, con cierre, de su Colloquio (vv. 62-82 y 113s), y sobre el concepto de la ausencia, destacada por Llanos, expresa Cigorondo la afanosa y angustiosa búsqueda del « exoptatus , quaesitus ...» Alexis (vv. 43. 47. 50) de los pastores peruanos en toda la égloga 1.ª, y aun en la 3.ª (de las cinco que estructuran la obra). Además de eso, Cigorondo montará su Colloquio sobre otros conceptos fundamentales que presenta Llanos: el de la llegada vivificante de Dafnis (v. 105ss) y el de los pastores gemelos (vv. 59s. 331): « ductores ovium geminos » (v. 366), pues, realmente gemelos y pares en mérito y virtudes, en cargos y hasta en el nombre son Páez y Báez / Váez en el Colloquio . A todo lo cual se añade la circunstancia del homenaje a un Provincial en la Égloga ( PP ) de Llanos; a dos, en el Colloquio de Cigorondo. Demasiados elementos compartidos como para que se deban a mera coincidencia por el uso del mismo género, en ese cultivo, desde 1574, de la égloga en México, que a unos parecía excesivo, 55 y característica, para otros, del teatro escolar de los jesuitas en Nueva España. 56 Cigorondo asistió de seguro al estreno del Diálogo ( DInq ) de Llanos en 1589 57 , y aun pudo leerlo posteriormente: la cercanía del Colloquio a ese Dialogus es muy notable. De él aprovecha Cigorondo los vv. 51s. 55: CP , vv. 61. 65. 79. En lugar de la lucha de los pastores (v. 135ss) y de sus juegos (v. 169ss) en la representación de Llanos, en Cigorondo, como guiño, encontramos el relato de lo que suelen ser tales entretenimientos ( CP , vv. 345-354). Es lógico que Cigorondo innove, como hace, poniendo a sus pastores a tejer guirnaldas y coronas y a cazar pájaros, como regalos para Alexis ( «Pulchrum tibi munus , Alexi» –v. 208). Pero es aún más llamativa aquí la coincidencia en las circunstancias de celebración. En ese Diálogo de Llanos, se festeja a tres inquisidores, dos de ellos relacionados con el Perú: sirve de despedida y homenaje, por su promoción, a uno de ellos, Alonso Hernández (o Fernández) de Bonilla, fiscal mayor del Tribunal de la Inquisición de México, que partía como Visitador al Perú . Y en Lima murió 58 . Justamente como el P. Páez, que, también Visitador del Perú, pasará a Provincial de Perú (1604-1609) y morirá en Lima como Rector del Colegio de San Pablo (1613). El lugar de aquel inquisidor de Llanos lo ocupará Bartolomé Lobo Guerrero, Rector de la Universidad de Sevilla en 1580, que, después de ser arzobispo de Bogotá, lo fue de Lima hasta su muerte en 1622 59 . Estas circunstancias de los Diálogos de Llanos (honra a Provincial, función de Visitador, sucesión en cargo dejado vacante), junto a las que él tenía ante sus ojos, como el envío de conmilitones de la Nueva España al Virreinato del Perú, que ya señalamos, sirven a Cigorondo para elaborar el esquema de su Colloquio a la elección del P. Provincial, Francisco Váez, promoción debida al nombramiento de Páez para el honroso cargo de Visitador del Perú. Así, tendremos dos modélicos mayorales, Alexis y Dafnis, nombres enaltecedores por su prestigiada ascendencia literaria desde Teócrito, en especial el de Dafnis.
Ya solo por eso Cigorondo va más allá de Llanos y quizá hasta podría decirse que quiere competir con él, compañero de ilusiones y fatigas docentes, pero que recibía y hasta ahora ha recibido mayor reconocimiento por las tareas profesionales-literarias y especialmente en su cultivo de la égloga 60 . Competirán como lo hacen los pastores de las églogas, sus pastores; demostrarán su competencia en un círculo de expertos y degustadores de la bucólica.
El fondo de Llanos y Cigorondo es inevitablemente virgiliano: de las Bucólicas , pero no menos de la obra completa del mantuano. Y, junto a él, como en Llanos, en Cigorondo está también Ovidio. Pero Cigorondo quiere mostrarse más exquisito en fuentes, modelos, géneros. Imita el esquema de las diez églogas de Virgilio y de los diez idilios de Teócrito, demediándolos. Y, además, la galanura pastoril no acabó en Virgilio: están los modernos, como el humanista Navagero, o Naugerius, con sus elegantes Lusus pastorales, que (con Llanos) aprovechará Cigorondo: ocho versos, y quizá también el personaje de Iolas. Y destaca, sobre todo y por todo, el recurso exclusivo de Cigorondo a Petrarca, cabeza de la modernidad, el Petrarca exquisito del Bucolicum Carmen y de las Epístolas . Son no menos de 35 los versos (frente a unos 21 de Virgilio) que le adeuda Cigorondo, convirtiéndolo en su estrella. Estos modernos y su estilo dan tono, novedad y elegancia a las églogas de Cigorondo.
Tanto Llanos como Cigorondo, se formaron en un clima de auténtica culto a la égloga que, a partir del movimiento humanista y desde hacía más de un siglo embebecía a los círculos del poder (corte, nobleza, Iglesia y sus instituciones, especialmente las educativas) en los tres géneros (lírico, dramático y narrativo), tanto en latín como en lenguas modernas. La corriente pastoril crece de Petrarca a Antonio Geraldini, que compone otro Carmen Bucolicum en España (aunque lo imprima en Roma, 1485), con Encina, que dedica la traducción de las Bucólicas virgilianas a los RR. CC. y al malogrado Príncipe, y Sannazaro que inspira a Garcilaso. La obra de este no solo merece imitaciones sino comentarios como Virgilio desde la medianía de ese siglo (el Brocense, Herrera), como se ofrecen exquisitos los libros de pastores, con su sucesión de Dianas y Galateas, con Balbuena y Cervantes, de modo que hasta Don Quijote quiere convertirse en el pastor Quijotiz junto a Pancino ( Quijote 2, 67), pocos años después del Colloquio a lo pastoril . Y el teatro pastoril viene de lejos, desde Gómez Manrique y representaciones en catedrales, como la de Toledo, a la Corte, con la Égloga de Francisco de Madrid (c. 1495), la Interlocutoria (1502-1504), o la Égloga de unos pastores que descubre por las riberas de Henares Martín de Herrera (1510-1511), como Encina los sometía a transhumancia del Tormes al Tíber. Y tales pastores, desde Virgilio, siguen decorando cortes y encubriendo bajo su disfraz realidades superiores, como en la de Valencia, del Duque de Calabria, los pastores alegóricos de la Egloga in Nativite Christi de J. B. de Anyés (1527), o apenas disimulando pasiones de cortesanos no menos en obras dramáticas, como Los amores de Albanio e Ismenia de Lope de Vega, que en narrativa pastoril u obras de pastores 61 .
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