TEATRO COLEGIAL COLONIAL DE JESUITAS DE MÉXICO A CHILE
TEXTOS PARNASEO
19
Colección dirigida por
José Luis Canet
Coordinación
Julio Alonso Asenjo
Rafael Beltrán
Marta Haro Cortés
Nel Diago Moncholí
Evangelina Rodríguez
Josep Lluís Sirera
TEATRO COLEGIAL COLONIAL DE JESUITAS DE MÉXICO A CHILE
Julio Alonso Asenjo
©
De esta edición:
Publicacions de la Universitat de València,
Julio Alonso Asenjo
Noviembre de 2012
I.S.B.N: 978-84-370-9222-5
Diseño de la cubierta:
Celso Hernández de la Figuera y J. L. Canet
Imagen Cubierta:
Adel Alonso
Maquetación:
José Luis Canet
Publicacions de la Universitat de València
http://puv.uv.es
publicacions@uv.es
Parnaseo
http://parnaseo.uv.es
Esta colección se incluye dentro del Proyecto de Investigación del Ministerio de Economía y Competitividad, referencia FFI2011-25429
Teatro colegial colonial de jesuitas de México a Chile / Julio Alonso Asenjo
Valencia : Publicacions de la Universitat de València, 2012
290 p. ; 17 × 23,5 cm. — (Parnaseo;19)
ISBN: 978-84-370-9222-5
Bibliografía
1. Teatre colonial - Mèxic - Història i crítica. 2. Teatre colonial - Xile - Història i crítica. I. Alonso Asenjo, Julio. II. Publicacions de la Universitat de València
821.134.2.09(7/8)-251”15/17”
ÍNDICE
MARCO GENERAL
JUAN CIGORONDO, COLLOQUIO A LO PASTORIL HECHO A LA ELECTIÓN DEL PADRE
PROUINÇIAL FRANCISCO BAES Y A LA DEL PADRE VISITADOR DEL PIRÚ, ESTEUAN
PÁEZ . CIUDAD DE MÉXICO, 1598
Estudio preliminar
Texto paleográfico-crítico anotado
ANÓNIMO, COLOQUIO DE LA CONCEPCIÓN. SANTIAGO DE CHILE, 1732
Estudio preliminar
Texto crítico anotado
BIBLIOGRAFÍA
MARCO GENERAL
No son muchas las muestras textuales conservadas del teatro de los centros docentes del periodo colonial hispánico. Aun así, no todas ellas están a disposición de los especialistas o lectores interesados 1 . Y posiblemente se deba a que no se había perfilado el concepto de teatro escolar o de colegio del Ultramar hispánico que las abarcara o abrazara en su conjunto (Alonso Asenjo TeatrEsco , 3, 2008-2009). De ahí que se procediera a hacerlas públicas no en virtud de su mérito sino por su mayor disponibilidad (por ejemplo, su impresión ya antigua), por la cronología de su invención, o a conveniencia de los intereses profesionales o editoriales. Podríamos añadir como criterio complementario el de que se han publicado aquellas más cercanas a dos campos de especialidad: la del teatro religioso público en general del período áureo y las más cercanas a géneros clásicos como églogas virgilianas. Frutos de estas vías o criterios son la publicación de la Tragedia del Triunfo de los Santos (México, 1578, ed. 1579 y varias posteriormente: F 872) y las de Espinosa Medrano Amar su propia muerte y El rapto de Proserpina y sueño de Endimión (Cuzco, c. 1650, F 2324. 2325), por una parte, y dos églogas del P. Bernardino de Llanos, jesuita (México, 1585 y 1589; F 870. 871) y la que precede a la anónima Vida de San Ignacio (México, 1628, F 2092), publicada por I. Osorio Romero 1979, 130-132.
Afortunadamente, el paso del tiempo suele respetar especialmente los textos más logrados, que, por otra parte, normalmente proceden de un espectáculo presentado en circunstancias de especial solemnidad y, por tanto, encargados al dramaturgo más reconocido en el momento, si es que no consiguió que conservaran en un códice sus mejores textos o que uno excelente se multiplicara en copias. A otras piezas les sonrió la suerte por su mínima entidad textual, que se une a un azar de su transmisión y a su calidad de muestras representativas de territorios concretos, especialmente si colocados entre los primeros balbuceos o muestras de una literatura nacional. De este modo se publican y estudian el Entremés de Llerena (Santo Domingo, 1588, F 2225) y la Láurea crítica del estudiante de los jesuitas Fernández de Valenzuela (Bogotá, 1629, F 2226), o se aprovechan como material literario no necesariamente teatral. Así la Loa de Zúñiga y Mera en una comedia del P. Bastidas en Quito (c. 1649, F 2329).
En 1948, el P. Rubén Vargas Ugarte, que lo había encontrado, publicó el Coloquio de la Concepción (Santiago, 1948, F 2331), y en 1953 apareció impresa la Comedia de San Francisco de Borja del P. Bocanegra (Arrom 1953). El resto de obras hasta hoy conocidas van ofreciéndose al público progresivamente desde el resurgir de los estudios del teatro colonial a fines de los años 70 del siglo XX. La muestra más significativa de esta nueva andadura es la obra dramática del P. Juan Cigorondo, a caballo de los siglos XVI y XVII, presentado por Othón Arróniz (1979, 191-238). A partir de ahí va editándose la obra dramática (y poética) de este fecundo jesuita, recogida en un Cartapacio curioso de algunas comedias del P. Juan de Cigorondo 2 . Ininterrumpidas investigaciones hasta hoy han documentado otras muestras textuales de algunas de sus obras conservadas fuera de ese meritorio códice, como las del Ms. 18155 de la BNE, la Tragedia intitulada Oçio (Alonso Asenjo 2006; F 856) y otra copia de una de las obras del Cartapacio 3 . Completan este panorama obras de otros dramaturgos del siglo XVII: las anónimas Vidas de San Ignacio (Padilla Zimbrón 1993 y 2004: F 950, 2301, 2082) y El esposo por enigma (México, 1646, F 2183). Pero, pese a la continuidad de los esfuerzos, aún queda manuscrita e inédita parte de la obra dramática de P. Cigorondo 4 .
En lo que acabamos de considerar, habrá podido observarse que nos movemos casi exclusivamente en el ámbito de los centros de enseñanza o colegios de jesuitas. Y esto sucede pese al temprano establecimiento de centros docentes de Gramática y superiores en distintos territorios del Nuevo Mundo, a los que brevemente queremos aludir. Los franciscanos crean en Santo Domingo escuelas de Gramática ya desde 1503 y, posteriormente, un Estudio de Teología; los dominicos tienen abierto el suyo desde 1510. Conquistada la ciudad de México en 1521, se enseña a españoles y criollos en los conventos. Los franciscanos crearon los primeros centros de enseñanza para indígenas, a modo de internados, el más importante de los cuales fue San José de los Naturales, 1527; posteriormente, en 1535, se fundó el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco 5 . Tampoco tardaron en aparecer casas o centros docentes en Cuzco o en Lima, ciudad esta fundada en 1535. Hubo también aquí escuelas elementales para hijos de españoles y criollos y ya en 1536 un colegio para formar a los hijos de indios principales; en 1540 la Corona impone que junto a la iglesia de cada lugar haya una casa que funcione como escuela. Sabemos que colegios de enseñanza con aprendizaje de latín y retórica funcionaban por el Virreinato a mediados de siglo (Cuzco, Lima, Cali, Popayán, Trujillo...) y en 1568 los recién llegados jesuitas fundan en Lima el Colegio de San Pablo 6 .
Con medio siglo de diferencia o incluso menos respecto de las modernas universidades de la metrópoli (Valencia y Alcalá, 1499; Sevilla, 1504; Santiago de Compostela, 1505), se van fundando universidades en Ultramar. Primera, con aprobación pontificia pero no real, en Santo Domingo, la de Santo Tomás de Aquino por bula pontificia del 28 de octubre de 1538, por los dominicos; enseguida, 1540, el Colegio Gorjón, anterior escuela pública fundada por el obispo Ramírez de Fuenleal (antes de 1530), así llamada al ser dotada por el medinense Hernando de Gorjón 7 ; pasó a llamarse Universidad de Santiago de la Paz en 1583. A estas dos universidades acudían estudiantes de las islas del Caribe y de la Tierra Firme de las actuales Venezuela y Colombia. Sigue la fundación de las universidades principales, aprobadas por el Consejo Real, en el Continente: en Lima, la de San Marcos (Real Provisión del 12 de mayo de 1551), primero bajo exclusiva responsabilidad de la Orden de Predicadores (1553), renovada y plural a partir de 1571 (ratificación de la Real Provisión por bula del 25 de julio de 1571); la Universidad de México (Real Cédula de 21 de septiembre de 1551, ratificada por bula del 7 de octubre de 1595), que inaugura sus cursos en junio de 1553.
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