24.– Rupertus Tuitiensis, a principios del siglo XII, señalaba en sus Commentaria in Apocalypsim que encontraba gran satisfacción en «legere vel audire [la palabra de Dios], et intellecta commen- dare memoriae» (ed. Migne 1995, 169: 923). Frances Yates (1969: 50-81) señala cómo en la Edad Media la memoria deja de ser parte de la retórica para pasar a ser considerada una de las tres potencias del alma en la tradición platónico-agustiniana y, sobre todo, una parte de la ética, en concreto de la prudencia (una de las cuatro virtudes cardinales), en la tradición aristotélico-tomista. Recordar es ahora esencial no ya para producir un buen discurso, sino para obrar adecuadamente y, por tanto, obtener la salvación. Es necesario, pues, saber discernir entre el bien y el mal, y almacenar tal conocimiento en la memoria de forma indeleble. A mediados del siglo XIV, Juan Ruiz jugará con todos estos conceptos en el «Prólogo en prosa» al Libro de buen amor .
25.– Téngase en cuenta que sólo tomo en consideración aquí aquellos casos en que los sustantivos lector y auditor aparecen en nominativo o vocativo y los verbos legere y audire en infinitivo de presente. Los resultados obtenidos no son, pues, exhaustivos, aunque sí, confío, representativos de tendencias generales. Por otro lado, computo como ocurrencias distintas la aparición de las fórmulas en un mismo pasaje utilizado por dos o más autores diferentes.
26.– Una distinción similar ocurre, en el siglo XII, en los sermones de Isaac de Stella (ed. Migne 1995, 194: 1819).
27.– Compárese esta definición, por ejemplo, con la de San Isidoro en el siglo VII:
Lectio dicitur quia non cantatur, ut psalmus vel hymnus, sed legitur tantum. Illic enim modulatio, hic sola pronuntiatio quaeritur. ( Etimologías VI, XIX, 9; ed. Oroz Reta et al. 1982- 83, I: 610).
En Hugo de San Víctor, la voz se ha debilitado y el ámbito de la lectura abandona el contexto exclusivamente religioso. Parecida operación se aprecia en Hugo de Fouilloy, la escuela de Chartres, Gilberto de Nogent y Abelardo (Saenger 1997: 245-46 y 415-16). De hecho, Hugo de San Víctor ( Didascalicon III, XII, ed. Buttimer 1939: 61) dice que un hombre sabio, cuando se le preguntaba sobre el método más apto para el estudio, contestaba con unos versos en los que se señalaba que éste requiere un scrutinium tacitum de los textos. Estos versos aparecen también en el Polycraticus de Juan de Salisbury (VII,xiii; ed. Giles 1969, IV: 130), donde se atribuyen a Bernardo de Chartres. Más tarde serán repetidos por Pedro Coméstor en el siglo XII, y por Vicente de Beauvais y Gilberto de Tournai en la centuria siguiente (Jerome Taylor 1961: 215, n. 61).
28.– La alusión a Quintiliano es a Institutio oratoria II, v, 4 (ed. Butler 1920-22, I: 246):
Et hercule praelectio, quae in hoc adhibetur, ut facile atque distincte pueri scripta oculis sequantur, etiam illa, quae vim cuiusque verbi, si quod minus usitandum indicat, docet, multum infra rhetoris officium existimanda est.
Quintiliano, pues, se refiere con praelectio a una técnica de enseñanza elemental de lectura, que los maestros griegos dejaban en manos de auxiliares por no considerarla digna de su profesión y que él, sin embargo, sí considera parte de las obligaciones del profesor de retórica.
29.– Véanse Chaytor (1945: 14-15); Frenk (1997: 9 y 89, n. 14), de donde tomo las interpolaciones latinas; y Saenger (1997: 248 y 416, y 1998: 193).
30.– En la segunda mitad del siglo XIII, Alfonso X ya regula el uso del pargamino de paño o de papel y del pargamino de cuero , que deben destinarse a documentos distintos de la cancillería real ( Siete Partidas , Partida III, títuloxviii, ley 5; ed. Corfis, en O’Neill et al. 1999: fol. 195r).
31.– Alfonso X señalará «como los estudios generales deuen auer estaçionarios que tengan tiendas de libros para exenplarios» ( Siete Partidas , Partida III, título xxxi, ley 11; ed. Corfis, en O’Neill et al. 1999: fol. 145v). Véase también Millares Carlo (1971: 61).
32.– Considérese, por ejemplo, el Pantheon de Godofredo de Viterbo, que incluye una versión de la historia de Apolonio de Tiro, o la Alexandreis de Gautier de Châtillon, fuente principal del LAlex .
33.– Para un panorama general sobre los libros y las bibliotecas españolas durante la Edad Media, pueden verse Faulhaber (1987 y 2003) y los estudios de Beceiro Pita (2007).
34.– Para el caso de Castilla, es imprescindible el magnífico estudio de Amaia Arizaleta (2010) sobre la función y producción de los clérigos de la cancillería real entre 1157 y 1230.
35.– Sobre los juglares en general, son aún imprescindibles Faral (1910) y Menéndez Pidal (1991). Para el caso concreto de la Castilla del siglo XIII pueden verse Lorenzo Gradín (1995), Hilty (1995), Moreno Hernández (2010: 71-84) y Montoya Martínez (2003).
36.– El sustantivo joglaría del verso 2a del LAlex («mester trayo fermoso: non es de joglaría») suele interpretarse en conexión directa con este supuesto grupo social de los juglares, bien para oponer una presunta escuela juglaresca a la de los clérigos (en la visión tradicional), bien para sugerir que se estaría llamando la atención aquí sobre el modo de vocalización de la obra, que habría de realizarse no como lo hacen los juglares, sino con el silabeo que exige la articulación dialefada y latinizante del nuevo fablar fermoso de la clerecía (véanse, por ejemplo, Uría 1992b, 2000a: 36-51; y Gómez Redondo 1996a: 30-31, 1998: 265-67, 2003: 234-37). En mi opinión, sin embargo, la conexión con los juglares no es lo fundamental en esta estrofa. De hecho, Kasten y Cody (2001) anotan ‘burla’ como primera acepción de juglaría , significado que también está documentado en la prosa de Alfonso X (Kasten y Nitti 2002) y en los poemas del mester ( LAlex , v. 700a; VSD , v. 89c; y VSM , v. 384d), el Libro de buen amor (v. 1633b) o el Libro de miseria de omne (v. 392d). Por supuesto, en estos diccionarios se recoge la acepción del término como ‘arte de los juglares’ o ‘arte de trovar’, como también hace Tejedo (2005) para las Siete Partidas (y véase Libro de buen amor , v. 1489b; y Elena y María , vv. 293-94). La polisemia e inestabilidad semántica del vocablo juglar en el siglo XIII es notable, a lo que habría que añadir lo difícil que resulta delimitar la existencia de una clase social compuesta por los juglares y la enorme variedad de actividades, más o menos aceptables para las autoridades civiles y eclesiásticas, que comprendía el ‘arte del juglar’. Por todo ello, creo que este sentido un tanto lexicalizado de ‘burla’, ‘chanza’ o ‘broma’, en el que la presencia subyacente de los juglares ya no es necesaria a la hora de explicar el vocablo, es el que tiene el término juglaría en el verso 2a del LAlex . El mester del narrador-autor y del narrador-emisor vocal es fermoso y no trata de un asunto banal, nimio, de chanza o burla, sino que contiene saber gramatical, poético y retórico (tanto en el nivel de la composición como en el de la difusión vocal), cultural, religioso y ejemplar; es decir, contiene clerezía : «mester es sin pecado, ca es de clerezía» ( LAlex , v. 2b).
37.– Véase la edición de Montaner (2007: 218 y 687-88); y véanse también Menéndez Pidal (1991), Faral (1910: 55-60), Hilty (1995) y Lorenzo Gradín (1995).
Capítulo 2
Modalidades de transmisión y recepción de la literatura en Occidente hasta la Edad Media: Aproximaciones críticas
Читать дальше