Es necesario aceptar pues que entendemos «entrar a la ciudad a través de la arqueología» no como una limitación disciplinaria del campo de estudio -las realizaciones materiales, la ciudad como un conjunto de realizaciones- sino como una reducción del ángulo de aproximación de un campo, a su vez sin límites. En la interdependencia, la interacción, entre los factores sociales y el espacio es donde las realizaciones materiales revelan un doble significado simétrico: el fin que las inspiró y el resultado obtenido. La utilización de diferentes fuentes toma en consideración este doble objetivo de identificación de los fines, al comprender la complejidad de los factores que conducen al resultado observable, el proceso.
Comprobamos entonces que la comprensión y la explicación no se sitúan al mismo nivel en el proceso, no cumplen papeles simétricos o complementarios. La comprensión es un medio, un instrumento que persigue la identificación de los fines esperados, mientras que la explicación es un resultado buscado que utiliza sus propios instrumentos. Captar esta diferencia entre comprensión y explicación en la acción exige que se entienda el doble estatuto de la explicación, interior y exterior. Internamente, la explicación espera justificar el proceso local en un contexto más amplio que el de la ciudad considerada individualmente. Externamente, la explicación espera colocar una ciudad en situación de comparación con otras ciudades, apoyándose en la observación de las regularidades. En la escala que hemos elegido, la única explicación pertinente es la interna.
La primera certeza alcanzada es que el tipo de historia que se obtiene está muy alejado del habitual relato urbano de la topografía histórica al que estamos acostumbrados. No es la sociedad en su espacio lo que está en el centro de nuestras preocupaciones, sino la naturaleza de la relación que une espacio y sociedad. De esto se concluye rápidamente que con la documentación existente sólo se logran pequeños instantes de esa relación.
De esta forma, ya no nos hallamos en la arqueología urbana ni en la historia urbana o en el análisis de las formas urbanas. Es una situación incómoda para todos, porque la investigación se centra en un objeto científico de contornos mal definidos o inexistentes y nadie se siente cómodo en el seno de las disciplinas reconocidas, porque cada tema solo existe en relación al espacio en constante transformación.
El intento de ubicar el espacio en el centro de nuestras preocupaciones crea modificaciones en la práctica de las cuales solo creo haber atisbado su amplitud. Este ensayo no desea cerrar la discusión sobre este asunto proponiendo soluciones o recetas, sino que ambiciona contribuir al debate sobre las modalidades de estudio del espacio y las sociedades urbanas antiguas y medievales.
Este ensayo debe mucho a intercambios informales a lo largo del tiempo con arqueólogos e historiadores. Evidentemente también está en deuda con mis colegas de la UMR 6575 Archéologie et Territoires como con el pequeño grupo constituido por investigadores de diversos sectores de las ciencias humanas y sociales que acoge en su seno la Maison des Sciences de la Ville de la Universidad de Tours. En seminarios o discusiones libres compartimos una pasión común por la fábrica social de la ciudad. Sin la necesidad recíproca de conocer la praxis disciplinaria de cada uno, no hubiera hecho conocer los míos ni los hubiera corregido ni reorientado.
A todos ellos, que dieron origen a este ensayo, por lo que me enseñaron y me hicieron descubrir, muchas veces sin saberlo, les estoy muy agradecido.
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