El año 1240 sucedió que una condesa muy principal de lexas tierras se fue de casa su marido y rompiendo por los límites de la honrra y de la nobleza se fue vagamunda por el mundo. Vino a Valencia y se puso en la casa pública de Valencia. Pero un caballero de Valencia, viéndola tan hermosa, la sacó de la casa pública y púsole casa aparte. Pero como esta señora ya havía perdido la vergüenza y estaba ya ella del todo rematada, se amancebó con un pescador, por lo qual hacía vida de pescadora. Y pescadora, ella iba en cuerpo a vender el pescado a la pescatería como las demás pescadoras. Sucedió que su marido el conde, desesperado y colérico, la iba buscando por el mundo para tomar venganza de su agravio. Después de haver corrido varias tierras vino a Valencia, y andando paseando por Valencia pasó por la pescatería y acertó a vender pescado la condesa. Él, así como la vido, la conoció, aunque estaba algo deslustrada. Y con grande cólera arrancó mano de la daga y la cometió como un león, de tal suerte que sino lo hubieran tenido la gente que se halló la huviera muerto. Prendieron al conde los ministros de justicia y el conde mandó que lo llevasen delante el rey don Jayme, que entonces estaba en Valencia, y el conde le contó todo el caso como pasaba. Visto el rey la deshonrra de este conde y la baxeza de tan gran señora, mandó el rey levantar una torre en la plaza del Mercado y que la emparedasen bien cargada de yerro y le diesen a comer por onzas. El marido suplicó al rey que allí mesmo le dexase edificar una casa dedicada a santa María Madalena, abogada de los penitentes, para que en ella lo pudiese hacer a menos costa de su reputación. El rey se lo otorgó y le dio dinero para ello y se fundó una casa de la penitencia de Jesucristo. Después fue convento de monjas dominicas con título de las Madalenas. 9
En efecto, tras la conquista de Valencia se levantó una iglesia dedicada a la patrona de las pecadoras, junto a Na Rovella y aneja a un pequeño conventículo para descarriadas. Gobernado por una de ellas mismas, con título de priora y bajo la jurisdicción de la mitra, se mantuvo en pie hasta comienzos del Cuatrocientos. A partir de entonces otra fundación de similares características, la de San Gregorio, algo posterior en su origen y con ubicación distinta, se ocuparía de las mujeres arrepentidas. 10
El segundo de los cenobios mencionados es el de la Penitencia de Jesucristo o de los Sacos, levantado en las proximidades del anterior, también por las mismas fechas, a cargo de los hermanos ermitaños de san Agustín. 11La extinción de éstos en el concilio lugdudense de 1274, junto a otras religiones mendicantes todavía no confirmadas por la Santa Sede, supuso el principio del fin de tal presencia en la Corona de Aragón, donde contaban con once casas distribuidas entre las principales ciudades. 12
A la rama femenina de los agustinos, ciertamente, pertenecían las monjas fundadoras de nuestro convento de Santa María Magdalena, procedentes de la casa del mismo nombre y filiación existente en Montpellier, «ya porque el rei era devotíssimo de esta santa, ya porque estimava mucho a las dichas monjas». 13Su establecimiento en Valencia pudo proyectarse antes incluso de la captura de la ciudad a manos cristianas, puesto que, en el repartimiento de propiedades urbanas de 1239, se les había concedido un pequeño espacio. 14Inmediatamente después de la caída de la capital –en aquellos días frenéticos en que el metropolitano multiplicaba sus actos de jurisdicción en que fundar sus pretensiones– se purificó «una mezquita» a modo de capilla y bajo la advocación de la Magdalena que Robert I. Burns identifica con el emplazamiento provisional de las religiosas que intentaban asentarse en el levante peninsular. 15Lo harían definitivamente allá por 1240, con el visto bueno de Jaime I. 16
El monarca se habría dejado llevar en su determinación por el consejo de los dominicos que lo acompañaban. No era poca la ascendencia ejercida sobre la corona por parte de los frailes de santo Domingo, recrecida si cabe a raíz de la importancia que éstos iban a desempeñar en la recién conquistada Valencia. Así lo explica la naturaleza de su apostolado, con una mejor organización y formación y utillaje más refinado que el de otras órdenes y dedicado a la predicación pública, la enseñanza de la Teología y la conversión de judíos y musulmanes. 17Resulta inevitable recordar los nombres de algunos de estos religiosos próximos al rey. 18Especialmente fray Pedro de Lérida, fray Berenguer de Castellbisbal, fray Miguel de Fabra y demás padres fundadores del convento de Predicadores –inaugurado en el otro extremo de la capital, cerca de la puerta de los Templarios y junto al río Turia– y a cuya tutela se acogería la nueva fundación magdaleniense. 19
Santa María Magdalena , en V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena..., op. cit .
Cabría preguntarse por qué entonces los dominicos prefirieron a unas monjas de san Agustín y no a las de su religión. La Corona de Aragón, es verdad, carecía todavía de comunidades blanquinegras femeninas, aunque sí las había en Castilla, y más próximas por tanto, al menos geográficamente, a las hermanas del sur de Francia. Aún así debió de pesar más el estrecho vínculo de los frailes aragoneses y catalanes con el mediodía galo sostenido a lo largo del siglo XIII. No obstante, las primeras magdalenas afincadas en Valencia estarían organizadas al modo dominicano, aunque supeditadas al ordinario. Fueron tres estas mujeres, de mediana edad y rancia prosapia, preludio del marcado carácter elitista de la nueva fundación, a la que nobleza local y oligarquía ciudadana confiarían durante siglos la educación de sus hijas, que podía derivar o no en una vocación consagrada definitiva. 20Sus nombres, sor Adalayda 21y sor Aleudis de Romaní 22y sor Catarina de Pesaro, 23que fray Vicente Beaumont de Navarra hizo oriundas de las ciudades italianas de Rimini y Pesaro, respectivamente. 24Para el padre Teixidor, por el contrario, las dos primeras no procedían sino de la Provenza, 25donde existía gran devoción hacia la santa magdaleniense. 26Natural de esta región era el hermano de ambas, don Arnaldo de Romaní, conocido noble al servicio del Conquistador. 27
Con sor Adalayda al frente, en calidad de priora, garante de la regla y veladora de la clausura como prescribían las constituciones, 28iniciaron las monjas su labor en la capital valentina con el favor de la casa real de Aragón, como tantísimas otras fundaciones medievales femeninas. 29No en vano a ella –y a las dotes de las nuevas religiosas, normalmente en dinero– deberían su sostenimiento en los primeros años de existencia, pues al contrario que sus hermanos mendicantes no podían pedir limosna, predicar o exigir penitencias para poder mantenerse. 30A la infinidad de concesiones reales sobrevenidas durante este tiempo se refirieron los cronistas de la orden:
El invictíssimo señor rey don Jayme miró a este real monasterio como cariñoso parto de su devoción y real magnanimidad, y assí..., a más del sitio del monasterio y un gran espacio ante la puerta, con un pedaço de plaça y la mayor parte del barrio de la Rovella, por sus privilegios dados en los años 1240, 1269 y 1271, dio al convento varios censos, tierras y possessiones, las que amortizó con sus reales decretos en el año 1271 y 1275, dando la facultad de adquirir francamente el convento hasta la suma de cinco mil sueldos... 31Cuyo exemplar siguió el rey don Pedro el Grande, con su privilegio dado en el año 1268, siendo aún infante de Aragón. 32La sereníssima señora reyna doña Isabel, muger del rey don Jayme el Primero, professó entrañable cariño a las hijas de este monasterio..., y las dio una pingüe renta de sus propios bienes, con especial privilegio en 6 de abril de 1292. Concedió también salva y guarda real al monasterio, esse mismo año, con otro decreto dado en 13 de agosto, con el que le cubrió baxo el poderoso manto de su autorizado patrocinio. 33
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