Marga Serrano - Más allá de las caracolas

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Más allá de las caracolas: краткое содержание, описание и аннотация

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Más allá de las caracolas trata de la evolución psicológica y espiritual de una mujer en la cuarta etapa de su existencia. En unas extrañas vacaciones, en las que nada sale como estaba programado, conoce una pequeña aldea, al otro lado del océano, que la atrapa emocionalmente, y siguiendo un fuerte e incomprensible impulso traslada su vida allí. Durante su estancia vive la experiencia de encontrar el amor verdadero, que puede surgir en cualquier lugar, con cualquier persona y cuando menos lo esperamos.A partir de esa experiencia vital, en la que no falta una oscura y enfermiza etapa de celos, producto de su inseguridad emocional y de problemas de su pasado aún no resueltos, comienza un camino de introspección y evolución que la lleva a conocer y tomar contacto con el mundo mágico al que, generalmente, no tenemos acceso, lo que le hace darse cuenta de que no solo es real lo que vemos o tocamos. Hay otras realidades que nos rodean, como una especie de multiverso individual, cuyo acceso solo es posible cuando se hace a través del corazón y la espiritualidad, que supera ampliamente cualquier sentimiento relacionado con las religiones. La protagonista, a través de un duro camino de lucha interior contra las malsanas inclinaciones del ego y contra su propia razón, finalmente accede también a un secreto ancestral que esconden los habitantes de la pequeña aldea, convirtiéndose a partir de ese momento en copartícipe y guardiana del mismo.

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—¿Quieres decir que en función de tu posible artrosis futura vas a renunciar a un montón de maravillosos años de amor juntas? Pues te aseguro que yo no voy a renunciar ni a un segundo. —Hizo una pausa y me dirigió una mirada burlona acompañada de esa sonrisa seductora que me volvía loca. A continuación me besó, se acercó a mi oído y me susurró—: ¿Vas a renunciar tú?

—¿Tú qué crees? —le pregunté riéndome mientras reanudaba mis caricias sobre su espalda y la sentí estremecerse de nuevo.

Volvimos a entrelazar nuestros cuerpos como amantes insaciables… hasta que por los agujeros de la parte superior de la pared vimos que había anochecido.

—Pasaremos la noche aquí, ¿no? Porque no pienso despegarme de ti —pregunté a Nina.

—Por supuesto —respondió riéndose. Yo tampoco quiero que te despegues.

—¡Oh! ¡Vaya! —exclamé mientras recordé y mencioné a Tao y Greta—. Sus paseos no me preocupan, pues salen al jardín por la gatera, pero se van a quedar sin cenar.

—No —respondió Nina—. Estate tranquila, Amanda se encargará de atenderlos.

—¡Vaya! Piensas en todo.

—¡Claro! No iba a permitir ninguna distracción después de tres días sin vernos.

Recordé aquellos tres días, la mentira de Lucía, la llegada de la barca con Nina…

—¿Me contarás dónde has estado?

—Sí, claro que te lo contaré, pero no ahora porque, hablando de comida, tendremos que cenar algo. ¿Te apetece?

—Sí, claro. La verdad es que tengo hambre… Me has abierto el apetito.

Se levantó y cogió una mochila que estaba al lado de una de las piedras. Nos tapamos con las mantas y compartimos queso, pan y fiambres. Para terminar, Nina me miró y dijo:

—Otra sorpresita que sé que te va a encantar.

Se dirigió a una piedra plana, inclinada sobre otras tres dispuestas en un cuadrado abierto por el lado que daba hacia nosotras, y la retiró. Entonces vi restos de un fuego y varios palos preparados para encenderlo de nuevo. Trajo varios leños de un rincón y prendió una pequeña y encantadora fogata, donde calentó agua para una infusión que agradecí, pues hacía un poco de frío. Sacó de una caja de madera dos sacos de dormir, que por medio de las cremalleras convertimos en uno y nos metimos dentro.

—Estoy asombrada y fascinada —dije mientras me abrazaba a ella—. Vaya rincón que habéis preparado. Me están dando ganas de quedarme a vivir aquí.

—Sabía que te gustaría —respondió abrazándose también a mí.

A pesar de lo feliz y relajada que me sentía, no podía dormir. Contemplé el techo de la gruta, débilmente iluminado por la luz del fuego, así como las figuras que el movimiento de las llamas y las sombras dibujaban sobre las rocas, e intenté imaginar a nuestros antepasados viviendo en las cuevas prehistóricas y la importancia que tuvo que tener para ellos el descubrimiento del fuego. Después repasé todos los acontecimientos de aquel día y miré a Nina, que dormía plácidamente con su cabeza apoyada en mi hombro, su pierna sobre la mía y abrazada a mi cintura. Contemplé su cara y otra vez la emoción asomó a mis ojos. No podía creer que la tuviese allí, entre mis brazos. No podía creer que ella me amase. Pensé que quizás era un deseo pasajero. Volví a mirarla… No, estaba segura de que no era pasajero, porque después de nuestros momentos de fogosidad y locura pasional había comprobado su ternura y había sentido que estábamos unidas por algo más que el deseo. Sentía en mi interior algo que no acertaba a definir, una especie de extraña energía que me unía a ella, como un invisible cordón umbilical que iba mucho más allá del ansia sexual. La besé suavemente en los labios para no despertarla. Al poco rato debí de quedarme dormida.

Cuando desperté estaba de espaldas a Nina, quien abrazaba mi cintura con uno de sus brazos. Aún somnolienta, sentí que acariciaba y besaba mi hombro. Me volví. Me miraba sonriente.

—Buenos días, bella durmiente.

—Buenos días —respondí abrazándome a ella—. ¿Qué tal has dormido?

—Muy bien, como un bebé. Así que diecisiete años más… Anoche me dejaste exhausta —comentó riéndose.

—¿Y cómo crees que me dejaste a mí? —respondí riéndome también.

—Te amo —musitó en mi oído.

—Hummm… Me apunto a este despertar todas las mañanas. —Querrás decir al mediodía.

Miré mi reloj. Era la una del mediodía. Me costaba trabajo dejar de abrazarla, pero tenía que levantarme. Me fui derecha a la cascada para espabilarme del todo. El agua estaba casi helada, lo que me hizo volver rápidamente al estanque, donde me zambullí dejándome abrazar por una calidez agradable. Vi que Nina se dirigía también a la cascada y a continuación se unió a mí en el estanque. Nadamos un poco y nos sentamos en la rampa. Nina abrazó mi cintura y yo apoyé mi cabeza en su hombro. Tras unos minutos, me preguntó:

—¿Quieres que pasemos aquí otra noche o prefieres que regresemos?

—Me encantaría quedarme otra noche, pero creo que será mejor que volvamos.

—¿Lo dices por mi madre y tus perros?

—Sí, no debemos abusar de Amanda y Lucía.

—No, no te preocupes en absoluto por eso. Ellas lo hacen muy gustosas. En realidad, no nos esperan hasta mañana.

—¿Ah, sí? Entonces ¿para qué me preguntas?

—A lo mejor no te apetecía… Tenía que preguntar.

—¿Me estás tomando el pelo? —inquirí con sorna.

—No —respondió intentando contener la risa—. Es que soy muy respetuosa con eso de la edad. Es posible que estés cansada y no quiero empeorar tu artrosis.

—¿Otra vez jugueteando conmigo? —repliqué soltando una carcajada a la vez que, tumbándola sobre la rampa, comencé a besarla y acariciarla.

Nina, riéndose conmigo, me abrazó y empezó también a acariciar mi espalda. La miré.

—Eres preciosa. ¿Sabes que estoy loca por ti?

—Claro, era eso… Ya había notado yo algo raro.

Tras su frase, continuó acariciando mi espalda y, colocando una de sus piernas entre las mías, me abrazó con fuerza y me dio la vuelta hasta situarme debajo de ella. Me miró, besó mi boca, después mi cuello para susurrarme al oído:

—No quiero que estés loca por mí, quiero que me ames como yo a ti, profundamente y sin miedos. Quiero que seas feliz.

A continuación consiguió encender de nuevo mi fuego hasta hacer estallar mi pasión a la vez que la suya, igual que la tarde anterior.

—Nina, no puedo ser más feliz. Te amo profundamente, y ese «estoy loca por ti» que te he dicho antes es lo que ha conseguido que asuma y acepte mis sentimientos. ¿Habrá sido tu discurso? —pregunté riéndome—. Te aseguro que no tengo ninguna intención de recuperar mis miedos. Quiero empezar este viaje contigo sin ninguna meta. Solo ir sintiendo la vida a tu lado, intentando también hacerte feliz.

—Ya lo soy. Soy muy feliz contigo. Te amo y ahora estoy segura de que has vencido tus dudas. Por cierto, te diré que estas aguas tienen propiedades curativas para casos de reumatismo, así que no te preocupes, porque vendremos de vez en cuando a bañarnos aquí. —Me dirigió una mirada burlona, soltó una carcajada y antes de que pudiese reaccionar se levantó y se dirigió a la fogata, que había encendido nada más levantarse.

Fui tras ella, cogí una toalla y comencé a secarle la espalda, aunque no fue más que una disculpa para volver a abrazarla, acariciar sus senos y besarla en el cuello. Me encantaba su cuello. Nina se volvió sonriendo y me besó en la boca.

—Será mejor que nos vistamos o nos vamos a quedar heladas. Ya te desnudaré después.

—¿Es una promesa? —pregunté mientras terminaba de secarme y empezaba a vestirme.

Nos preparamos una ensalada con los ingredientes que Nina fue sacando de la mochila y nos sentamos a comer. Después tomamos una infusión de hierbas, echamos otro par de troncos al fuego y nos recostamos en los cojines tapadas con una de las mantas. La somnolencia nos fue venciendo y abrazadas nos quedamos dormidas casi dos horas. Cuando despertamos avivamos la fogata, pues hacía un poco de frío. Volvimos a arrebujarnos entre los cojines con las mantas. Entre beso y beso, pregunté:

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