—Tengo ansias de ti —le dije mientras la besaba una y otra vez.
Nina me apretó aún más contra ella.
—Pues sáciate —respondió mientras besaba mi cuello y sus manos acariciaban cada centímetro de la parte posterior de mi cuerpo.
Empecé a besar y lamer sus pezones, bajando poco a poco, besando cada curva y cada rinconcito de su cuerpo hasta llegar a sus piernas, que acaricié con mis labios hasta sus pies para volver a ascender y llegar a sus muslos, que se abrieron ofreciéndome su sexo. Lo acaricié una y otra vez con mis labios y mi lengua mientras ella se movía y notaba su excitación. En ese momento Nina, que acariciaba mi espalda, me tomó por los hombros, atrayéndome hacia arriba y buscando mi boca.
—Quiero que sea aún más mágico. Quiero que lleguemos a la vez — susurró en mi oído a la vez que me abrazaba y me daba la vuelta.
Después hizo el mismo recorrido que yo había hecho por su cuerpo hasta encontrar también mi sexo. Me es imposible describir con palabras las sensaciones que ella provocaba en mí. Cuando estaba a punto de estallar de placer, volvió a reptar hacia arriba hasta que sentí sus pezones sobre mis pechos y en un movimiento rápido elevó una de mis piernas, apretándose contra mí hasta que sentí su clítoris contra el mío. Nos movimos cadenciosamente, una y otra vez, hasta que nuestra excitación se tornó en una exaltación sensorial y en un estremecimiento que recorrió nuestros cuerpos. Tuve una sensación de vértigo. Seguimos besándonos, abrazadas y con las piernas entrelazadas, hasta que una sensación de paz me inundó totalmente.
Nunca había sido tan feliz. Quería detener el tiempo, quería eternizar aquellos instantes igual que los que captaba en mis fotografías. Sentirla allí, a mi lado, y notar sus dedos recorriendo mi piel me hacía enloquecer y devolverle sensualmente cada caricia. Experimentaba su ternura y se desbordaba la mía. La quería tanto… No podía controlar mi emoción y sentí las lágrimas en mis ojos. Nina se dio cuenta, me abrazó y besó con ternura mis labios, a la vez que susurraba:
—Te amo. Lo sabes, ¿verdad?
—No, no lo sabía —respondí bromeando mientras correspondía a sus besos.
—¿Ah, nooo? —Nina se echó a reír—. Pues te lo he estado diciendo con mis ojos y he estado seduciéndote desde que nos conocimos.
—Sí, de tus jueguecitos doy fe —dije mirándola burlonamente.
—Me gusta jugar contigo —reconoció Nina soltando una carcajada—. Me divierte mucho ponerte nerviosa. Eres un encanto.
—¡Qué graciosa! Pues me has hecho pasar unos ratos…
—No, yo no. Te los hacías pasar tú con tus absurdos miedos y fantasmas.
—Sí, ya sé, mis conflictos internos. Pero mis temores son lógicos.
—A ver, ¿lógicos por qué?
—Nina, hay una realidad que no puedes negar. Te llevo casi veinte años.
—No, no la niego, pero ¿qué importa eso?
—A mí sí… A mí sí que me importa.
—¿Por qué? Exactamente, ¿por qué te importa tanto?
Me quedé mirándola sin comprender por qué ella no veía que esos diecisiete años de distancia entre nuestros nacimientos eran un obstáculo en nuestra relación y me esforcé en hacérselo entender.
—Nina… Si yo tuviese tu edad, tendría algo más que ofrecerte. Más tiempo para estar junto a ti, más tiempo para amarnos, para compartir la vida. Pero con estos años de diferencia, aunque yo ahora aún esté físicamente bien, los años pasan. Supongamos que dentro de quince años seguimos juntas. Yo seré una anciana, tú aún serás diecisiete años más joven y te habrás convertido en mi cuidadora. Yo no quiero eso para ti, porque si eso no me importase estaría demostrando un gran egoísmo pensando solo en mi felicidad, no en la tuya. O sencillamente, con esos años de diferencia, llegará un momento en el que habrás dejado de amarme y yo sufriré por ello. ¿Entiendes ahora mis conflictos, por qué he intentado resistirme a sentir lo que siento y por qué no puedo disfrutar plenamente de esta felicidad que experimento junto a ti? Me he dejado vencer por los sentimientos que me desbordan, porque ante ti no consigo tener control, pero eso no hará desaparecer esos años de diferencia —finalicé con tristeza.
Nina me había escuchado en silencio, dejándome hablar. Cuando terminé me miró con ternura, se inclinó sobre mí, me besó de nuevo y comenzó a acariciarme.
—Vale, he escuchado a los fantasmas asustados que has permitido que ocupen tu mente. Ahora escúchame a mí. Para empezar, no debemos hacer proyecciones de futuro, porque no sabemos si mañana o dentro de unos minutos estaremos vivas. Imagínate por un momento que dentro de unos segundos hay un seísmo y esta cueva se hunde en el océano con nosotras dentro. ¿Te arrepentirías de lo que acabamos de hacer? ¿Te arrepentirías de haberme amado?
—No, por supuesto que no —respondí besándola—, pero no es eso…
—Bien, me has argumentado tus miedos. Ahora te diré yo por qué no me importan en absoluto esos diecisiete años. Es más, adoro esa diferencia porque contemplo de otra manera el río de la vida. Es muy probable que si la diferencia entre nuestros nacimientos fuese otra, no exactamente esta, ni siquiera nos hubiéramos conocido. Para llegar a encontrarnos ha sido necesario un cúmulo de circunstancias que se han ido desarrollando en nuestras vidas, en una especie de sincronía que, finalmente, nos ha unido en el tiempo y en el espacio. Tener la edad que tienes ha hecho posible que te jubilases y, con ello, que pudieses hacer un viaje que hasta entonces no habías podido llevar a cabo. Pero, además, si hubieses nacido más tarde y hubieses hecho este mismo viaje es muy improbable que se hubieran dado las mismas circunstancias que te llevaron a la aldea. Pero aún voy más allá —continuó tras una pausa—. Aunque se hubieran dado, aunque tú, siendo más joven, hubieras recalado en este punto, estate completamente segura de que habría sido un lugar más, pero no habrías sentido esa llamada, ese imperativo deseo de cambiar tu vida y venirte a vivir aquí. Y aunque tú y yo nos hubiésemos encontrado, habría sido indiferente para ambas porque no era nuestro momento. Porque para que eso haya sido posible ha sido necesario que tú hayas vivido tu vida, con todas tus particularidades y tu edad como un detalle más. Todas esas circunstancias te han hecho evolucionar y llegar a un punto, vamos a llamarlo vibratorio, que nos ha permitido conectar, porque en el momento de nuestro encuentro ambas nos movíamos en una frecuencia energética similar o en la misma frecuencia de comunicación profunda, esa que apenas necesita palabras.
Al llegar a este punto, me eché a reír.
—Pues ya vas casi por el sexto folio del discurso.
Nina respondió con una carcajada.
—La culpa es tuya. Ya sabía yo que me ibas a dar trabajo. Lo que te estoy diciendo en tu interior ya lo sabes, pero como te empeñas en seguir albergando esos temores, tendré que intentar ayudarte para que definitivamente los expulses y empieces a sentir la vida y disfrutar de tus sentimientos.
—Vale, sigue ilustrándome —dije riéndome mientras comenzaba a acariciar sus pechos.
Nina se estremeció y me dirigió una mirada burlona.
—¡Juguetona…! Déjame terminar —dijo besándome de nuevo—. Por ese motivo, no solo me importa un comino tu edad, sino que la bendigo, porque si fueses más joven no estaríamos aquí ahora y no estaría sintiendo tus caricias, que me están poniendo otra vez a cien.
—Hummm… ¿De verdad? —pregunté riéndome, pero sin dejar de acariciarla—. ¿Y qué pasará cuando dentro de quince años ni siquiera pueda acariciarte porque a lo mejor tengo artrosis?
Nina soltó una sonora carcajada a la vez que me miraba divertida.
Читать дальше